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Jennifer Cañaveral

Jennifer Cañaveral: abrirse camino leyendo los labios

Fotografía
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Este es el testimonio de Jennifer Cañaveral, una mujer sorda que aprendió a leer los labios para enfrentar las desventajas de vivir en un país donde menos del 0.01 % de la población domina el lenguaje de señas.

"Cada desafío que he enfrentado ha sido una oportunidad para crecer. La lectura de labios no solo me ha permitido comunicarme, sino también conectar con las personas a un nivel más profundo", dice Jennifer, con la autoridad de alguien que ha logrado imponerse a un reto tras otro en una cultura que poco se preocupa por la inclusión de personas con diferentes condiciones de discapacidad. A pesar de haber perdido la audición a los nueve meses de edad, la arquitecta caleña dedica su vida a superar barreras, trabajando en múltiples frentes por la inclusión en un país donde las políticas incluyentes todavía están en deuda.

Jennifer Cañaveral
Jennifer Cañaveral

Jennifer, a sus 39 años, no solo es arquitecta con una maestría en urbanismo; es una persona atípica que pisa duro en todos los sentidos: educadora, activista por la inclusión, excandidata al Senado, asesora motivacional, traductora de labios, futura triatleta, hija, madre y compañera de vida. 

Cañaveral irradia una motivación contagiosa, fruto del impulso que su madre le dio para sobreponerse a las dificultades de la vida, sin importar las condiciones. A los nueve meses, Jennifer perdió la audición debido a una complicación derivada de la meningitis, engrosando las filas de la población que ha pasado por esta compleja enfermedad. En 2021, el Instituto Nacional de Salud (INS) reportó 691 casos de meningitis bacteriana, de los que se estima que una proporción importante corresponde a bebés y niños menores de diez años. Cuando esta infección del sistema nervioso central afecta sistemas inmunes sin desarrollarse, puede producir profundos daños a largo plazo, entre esos pérdida de la audición, discapacidad intelectual, hidrocefalia, y en los casos más graves, la muerte.

El Instituto para Niños Ciegos y Sordos de Cali es el lugar al que Jennifer atribuye parte de la gratitud de aprender a conocerse a sí misma. Allí, Jennifer aprendió a mirar su imagen en el espejo y, a través de numerosos ejercicios, vocalizar correctamente. También aprendió a concentrarse en leer sus propios labios reflejados, prestando atención a los gestos faciales, lo que le permitió comprender el tono, acento y pronunciación del español. Un proceso difícil que dominó y que ahora le permite comunicarse en un idioma que hasta entonces le era ajeno.

Jennifer Cañaveral

En su libro autobiográfico, Escuchar con el alma, Jennifer cuenta los matices y complejidades de elegir leer los labios en lugar de depender del lenguaje de señas: “A veces es difícil leer los labios en español. Hay palabras muy parecidas, con acentos distintos, pero que en lectura de labios funcionan igual. Un ejemplo es: papá (progenitor, dador de vida), papa (alimento, tubérculo) y Papa (jerarca de la Iglesia Católica). Sin embargo, es más fácil cuando puedo construir una oración con esas palabras para entender completamente su sentido. Un ejemplo de ello es: mi papá come papas”. 

La lógica convencional sugiere que una persona con discapacidad auditiva priorizaría el dominio del lenguaje de señas para conectarse con el mundo, pero Gloria Guzmán, madre de Jennifer, retó esta idea desde el principio, para abrirle un lugar a su hija en el mundo. “Mi madre no vio en mi situación una barrera. Al contrario, quiso que me preparara poco a poco para volverme valiosa para la sociedad, y para que transformara las barreras en oportunidades. Mi mamá me llevó a seguir mi independencia y mis logros”, cuenta la arquitecta. “Según ella, la lengua de señas me limitaría y me excluiría durante la infancia y la adolescencia”, explica. 

Gloria no estaba del todo equivocada. Según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), publicados por el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones de Colombia (MinTIC) en 2022, en Colombia hay alrededor de 555.000 personas sordas que dependen exclusivamente la lengua de señas para comunicarse, pero solo hay 660 intérpretes en todo el país. De estos, el 20 % está en Bogotá, lo que muestra un enorme vacío de servicio para esta población con discapacidad.

A los ocho años, Jennifer enfrentó su primer choque de realidad al aplicar su conocimiento de lectura labiofacial en un colegio para personas sin discapacidades, en su Cali natal. Para estar en igualdad de condiciones con el resto de estudiantes, debía esforzarse el triple y buscar la comprensión de sus compañeros, quienes la veían como una especie de extranjera; sería el patrón con el que enfrentaría su vida, integrándose en una sociedad poco empática con las discapacidades. Cuando ya se había adaptado a su colegio en Cali, su familia decidió mudarse a Armenia, donde enfrentó retos similares y, además, pasó por el terror del terremoto de 2001.

Las dos columnas sobre las que estableció su resiliencia y voluntad de hierro han sido el apoyo incondicional de su familia, sobre todo el de su madre y, ahora, el de su hija, así como su espiritualidad arraigada a Dios. Con su hija, Jennifer desarrolló una forma de comunicación única, que tomó tiempo pero robusteció definitivamente el vínculo irrompible de la maternidad. Durante los primeros dos años de Antonia, la pequeña pasó por momentos de frustración al no comprender la condición de su madre, quien no puede responder con inmediatez a la comunicación más nuclear con la que un bebé busca refugio en su mamá. Fue la abuela paterna y el padre de la bebé quienes le explicaron, paso a paso, la situación de Jennifer. Con el tiempo, Antonia entendió y comenzó a esforzarse por comunicarse claramente, mirándola a los ojos y vocalizando con precisión: "Mamá, quiero agua". A través de la empatía y la comprensión, construyeron juntas un lenguaje espontáneo con gestos sencillos, para poblar la cotidianidad de ambas.

Con un largo camino de excelencia académica que evidenció siempre su esfuerzo, su talento, y los frutos que sembró al pasar por Cali y Armenia, Jennifer completó su pregrado en arquitectura y una maestría en urbanismo en la Universidad Nacional de Bogotá, que con el tiempo, la han convertido en una referencia de superación personal. Hoy en día, como conferencista motivacional, acumula experiencias en 35 espacios a nivel nacional e internacional, como TEDxBogotá, Think & Talk o el evento de mercadeo digital e innovación WebCongress, entre otros. Gracias a estos espacios, ha compartido su historia en países como Estados Unidos, Chile y Sudáfrica.

Después de más de ocho años de trabajo como arquitecta y conferencista sobre inclusión, arquitectura, discapacidad y motivación, una sugerencia que inicialmente tomó en broma le dejó su siguiente objetivo: buscar transformaciones a mayor escala a través de la política. ¿Por qué no unirse a un partido? En Colombia, hay una necesidad urgente de mejorar la educación, la salud y el transporte, aspectos que dificultan la inclusión de personas con discapacidades. Aunque nunca había trabajado en política, antes de las elecciones del Congreso de 2022, buscó una cita con Carlos Fernando Galán para compartir sus experiencias. Su hoja de vida llamó la atención del actual alcalde de Bogotá, quien rápidamente la integró en las actividades del Partido Nuevo Liberalismo.

“Alguien muy especial me hizo un comentario cuando fui candidata al Senado: ‘Jenn, aprende rápido lengua de señas para poder comunicar la propuesta a todas las personas sordas; sería bueno que lo utilizaras’”, dice Cañaveral, quien desconocía el lenguaje de señas hasta hace escasamente tres años. “Así fui aprendiendo lengua de señas básica, me gustó mucho porque es como un arte y otro nuevo idioma”, añade, sumándole a su lectura labiofacial en español, inglés y sueco.

El trabajo de inclusión de Jennifer tiene dos caras. Por un lado, está la de quienes quizás nunca se han preguntado cómo es la vida cotidiana de una persona con discapacidad. En este contexto, su labor de enseñanza gratuita del lenguaje de señas adquiere aún más relevancia. Por otro lado, “las personas con discapacidad siguen enfrentándose a numerosos retos y desafíos en su día a día. Algunos de estos están relacionados con la discriminación y el entorno, mientras que otros derivan de la mala imagen que tienen de ellos mismos”, explica.

La lucha contra la discriminación silenciosa se complica al considerar las diferencias culturales y de desarrollo regional en Colombia. “Nací en Cali, viví en Armenia y actualmente resido en Bogotá. Armenia carece de inclusión, pero es muy amable. Cali sí es inclusiva, aunque le falta seguridad, mientras que aquí en Bogotá hay poca inclusión y no se cumple la política de discapacidad. Así que son diferentes, no es fácil”, dice Jennifer. Tras haber vivido un tiempo en Suecia y notar cómo su sociedad está pensada para la inclusión y la sostenibilidad, entendió la necesidad de soluciones integrales que aborden la inclusión en el trabajo, la salud, la infraestructura, el medioambiente y la educación. Soluciones para las que ella aporta su experiencia y conocimiento tanto como puede.

Mientras avanza en sus estudios en infraestructura BIM (Building Information Modeling, por su sigla en inglés), Jennifer trabaja actualmente en el Instituto de Desarrollo Urbano de Bogotá (IDU), con una visión clarísima sobre cómo ayudar a personas con y sin discapacidades. “Mis estudios me han llevado a comprender que el tejido social es una representación del tejido urbano, y que es allí en ese entramado complejo donde afloran las necesidades más profundas de las comunidades. La arquitectura para mí resulta ser la medicina de las sociedades”, sostiene.