La música con fines terapéuticos se usa en todo el mundo para tratar pacientes con distintas necesidades físicas y emocionales.
a primera vez que Karla Piedad Posada puso en práctica la musicoterapia, fue con dos grupos de mujeres: el primero de supervivientes de cáncer de seno, y el segundo, con diagnóstico reciente y metástasis del mismo tipo de cáncer; ambas condiciones con grandes cargas de dolor físico y emocional.
Durante la primera sesión, todas las mujeres se conocieron y conversaron sobre el objetivo del proceso: superar la dificultad de aceptar la imagen corporal por la pérdida de un seno después de la mastectomía. Además, hicieron una actividad de improvisación para explorar los instrumentos armónicos, como el piano o la guitarra; y de percusión, como la pandereta, la caja o el bombo; todo esto sin ninguna instrucción, en completa libertad.
Posada es fisioterapeuta e hizo una maestría en Musicoterapia en la Universidad Nacional de Colombia. Para ella, esta disciplina consiste en hacer uso de la música y sus cualidades con el fin de solucionar un problema. Así de simple. La Asociación Nacional de Musicoterapia de Estados Unidos (National Association for Music Therapy) la define como “El empleo de la música para alcanzar objetivos terapéuticos: la recuperación, conservación y mejoría de la salud mental y física”.
En el proceso liderado por Karla Piedad, también fue importante que las participantes llenaran una ficha con su historia musical: datos sobre la identidad sonora, los sonidos que les gustan y los que no, los tipos de instrumentos preferidos, artistas, canciones, y una descripción de la forma como se han relacionado con la música a lo largo de su vida.
Karla se apoyó en su profesión de fisioterapeuta para trabajar expresión corporal y ejercicios físicos que les permitieran a sus pacientes disminuir el dolor y los niveles de estrés. “Mi propósito es que las personas se lleven herramientas: en este caso, la intención fue enseñarles a no evaluar las experiencias en buenas o malas, porque al hacerlo aumentaba su sufrimiento, y se logró en gran medida ese objetivo”, comenta. Para este fin fueron fundamentales los ejercicios de expresión de las emociones a través de la interpretación de los instrumentos musicales.
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El objetivo de cada terapia varía dependiendo de la preparación y enfoque del terapeuta y, por supuesto, de la necesidad del paciente. El punto en común en la aplicación de la musicoterapia es la intención de mejorar la salud con la música como herramienta principal. Cualquier paciente puede ser tratado con musicoterapia, pues funciona para disminuir los efectos del estrés, la ansiedad, el dolor físico y emocional; para mejorar las habilidades comunicativas de adultos y niños con discapacidades intelectuales; estimular los movimientos físicos en pacientes con Parkinson, y estimular la memoria en pacientes con algunas formas de demencia.
Su campo de aplicación es tan amplio porque casi todas las personas disfrutamos a diario de la música y el estímulo de los sonidos, lo que hace que la mayor parte de nuestros recuerdos están ligados a melodías específicas, aunque a veces no las recordemos con facilidad. Cuando las escuchamos de nuevo por azar o en medio de una sesión de musicoterapia, se activa un número mayor de partes del cerebro que con cualquier otro estímulo. Es como si, a lo largo de la vida, fuéramos creando nuestra propia lista de reproducción de manera inconsciente. Eso explica por qué mejora la salud de una persona cuando se utiliza la música como herramienta de introspección y conexión con el entorno.
La neuropsicóloga Diana Carolina Rodríguez, vinculada a Lazos Humanos, una empresa del mismo grupo de Colsanitas, cuenta que ha usado la música durante su trabajo con adultos mayores con deterioro cognitivo como el alzheimer. Con ayuda de la familia identifican los gustos musicales de la persona y después los utilizan como herramienta en sus tratamientos.
"La musicoterapia disminuye el estrés, la ansiedad, el dolor físico y emocional, estimula la memoria, entre muchos beneficios".
Rodríguez explica que la enfermedad de Alzheimer tiene tres etapas principales: leve, moderada y severa. “En las etapas leves y moderadas, la música sirve para estimular la capacidad de memoria, traer a la mente las canciones y seguir el ritmo musical. Durante las etapas severas (personas que no tienen movimiento ni habla), usamos la terapia de reminiscencias para traer recuerdos a la mente que hagan que la persona se mueva o hable de forma más fluida, bien sea sobre la canción que está sonando o sobre el tema que quiera”, cuenta.
El documental Alive Inside (2012) muestra reacciones de diferentes personas ante el estímulo de la música. Entre sus protagonistas está Henry, un hombre de más de 90 años que al escuchar la canción “Singing in the rain” conecta su mente y su cuerpo en una misma emoción, porque tanto la melodía como la letra marcaron los momentos más felices de su juventud. Después de tararear y moverse al ritmo de la música, Henry logra articular frases y responder preguntas sobre su pasado, dejando atónitos a sus cuidadores y demás compañeros del hogar de ancianos, acostumbrados a su silencio y quietud de años.
En el mismo documental, el reconocido neurólogo Oliver Sacks, comenta que “La música parece ser una invención cultural que hace uso de partes del cerebro desarrolladas para otros propósitos, no solo partes auditivas, sino partes visuales, emocionales y, en un nivel más bajo, en el cerebelo, todas las partes básicas para la coordinación”. Y además explica que las partes del cerebro que están involucradas con la recordación y la respuesta al estímulo de la música no se ven tan afectadas por la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencia.
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Paula Rueda estudió psicología en la Universidad Javeriana, practica sesiones de terapia tradicional a niños y adultos de manera independiente, y realiza sesiones de terapia con otros métodos como la creación de mandalas, la música y algunos acercamientos al teatro. “Yo aprendí el manejo de la música como herramienta terapéutica, acompañando los procesos emocionales y de aprendizaje en niños, y después me formé en un diplomado de arte-terapia y educación también en la Universidad Javeriana, en el que vi algunos módulos de musicoterapia”, comenta. También señala los que, para ella, son los principales beneficios de esta herramienta terapéutica:
-Nos posibilita reconocer nuestras emociones a través de las vibraciones de la música.
-Ayuda a reconectarse con aspectos propios como la respuesta del cuerpo y la mente a los estímulos sonoros.
-Fortalece el rendimiento cognitivo.
-Promueve espacios de acercamiento social y estimula la empatía, unión social, cohesión.
-Permite otras formas de expresión a través de la composición.
Para Rueda, la musicoterapia es un proceso a través del cual las personas pueden conectarse con sus emociones gracias a las vibraciones de la música. Así la describe según su experiencia.
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Jeison Mateus ha estudiado música desde pequeño. A los ocho años empezó con clases de piano y a los doce, de guitarra. Estudió deportes, y trabaja como psicopedagogo especial. Hizo la maestría en Musicoterapia de la Universidad Nacional y desarrolló su tesis con jóvenes con discapacidad intelectual del Centro Crecer, un programa de desarrollo integral, inclusivo y diferencial de la Secretaría Integración Social de Bogotá. Su propósito era mejorar la calidad de vida de estos jóvenes en aspectos como la autodeterminación y el desarrollo personal.
Mateus hace hincapié en que la musicoterapia es una disciplina que requiere formación académica, para tratar a los pacientes con base en metodologías y sustentos teóricos debidamente avalados por la investigación. “Existen personas que ofrecen experiencias de relajación o intervención emocional haciendo uso de la música, pero eso no los hace musicoterapeutas”, aclara.
"Nosotros no nos concentramos en la capacidad técnica de los pacientes, sino en su manera de relacionarse con los instrumentos".
También cuenta que, en el caso de los jóvenes con discapacidad intelectual, el acercamiento y uso de los instrumentos es un proceso largo; no se trata de perfeccionar la interpretación, sino de estimularla y convertirla en una herramienta para fortalecer el desarrollo psicosocial. “Nosotros no nos concentramos en la capacidad técnica de los pacientes, sino en su manera de relacionarse con los instrumentos, porque el ser humano es musical, eso es innato”, explica Mateus.
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Gloria Estela Sarmiento es religiosa de la comunidad Hijas de María Auxiliadora Salesianas, y también se graduó de la maestría en Musicoterapia de la Universidad Nacional. Cuenta que su mayor motivación para cursar este posgrado fue su propia comunidad. Muchas de las religiosas tienen una edad avanzada y diferentes enfermedades relacionadas con la pérdida de la memoria
Por eso, desarrolló su tesis de posgrado con sus compañeras, y se enfocó en el efecto de la musicoterapia en la percepción del dolor. “La música tiene un efecto analgésico que mitiga el dolor, reduce la intensidad y facilita la movilidad, al tiempo que estimula la actividad cerebral y genera estados de relajación”, fue una de sus conclusiones.
Narra con emoción que uno de los procesos más importantes de su trabajo fue el de una religiosa de 78 años que se encontraba en estado de depresión, y al principio no se mostró muy interesada en participar de las sesiones de musicoterapia. Sin embargo, sus compañeras la alentaron, y “sorprendentemente, terminó liderando el grupo de composición, moviéndose y sonriendo”.
Frente a esto, Daniel Ossa Pérez, director del Programa de Adulto Mayor de Keralty, explica que la música tiene un impacto psicológico sumamente valioso en el tratamiento integral del dolor, porque tiene profundas conexiones emocionales.
Métodos para aplicarla
-Receptivo: el propósito es escuchar música grabada o en vivo que lleve a las personas a sentirse en un espacio cómodo y seguro que estimule la concentración o relajación.
-Recreativo: con este método se busca la interacción del paciente o el grupo con los instrumentos: que los exploren, jueguen y se diviertan.
-Improvisación: el paciente canta, toca un instrumento o produce sonidos con el cuerpo para expresar su música. La idea es estimular la creatividad, la seguridad y la espontaneidad.
-Composición: con todas las herramientas que le ha brindado el terapeuta, el paciente puede escribir canciones o crear cualquier tipo de producto sonoro para expresarse, descubrirse o afrontar miedos.
Musicoterapia en Colombia
Carmen Barbosa Luna, directora y fundadora del posgrado de musicoterapia de la Universidad Nacional de Colombia, cuenta que la idea de tener esta maestría en Colombia surgió a partir de su interés por la relación que existe entre música y ciencia. “La música sirve en el campo estético y también en el científico, y no solo en el desarrollo de los niños, sino también en el desarrollo emocional y social de todas las personas” comenta. Además, explica que la musicoterapia es un camino para fortalecer aspectos de la salud psicosocial sin hacer uso de medicamentos. Esta maestría es única en el país y cuenta con profesores formados principalmente en campos de la medicina, la psicología y la música; además de tener estudios en musicoterapia. El programa brinda al menos tres vertientes para aplicar la musicoterapia: clínica, educativa y comunitaria.
-Musicoterapia clínica: por lo general, implica un proceso terapéutico individual y pretende lograr progresos en los pacientes después de la intervención.
-Musicoterapia educativa: se aplica para apoyar y facilitar los procesos formativos, principalmente de niños y jóvenes.
-Musicoterapia comunitaria: se utiliza para fortalecer la idea de colectividad, comunicación y bienestar en comunidades.
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