El juego es un componente esencial en el desarrollo de los niños, y cuando este proceso ocurre en compañía de los abuelos se logra la conexión de dos generaciones.
bby, jugar cuarto…”, le dice Salvador, de dos años, a su joven abuela, María Elena. La toma de la mano, se sientan en el piso y comienza la aventura de jugar, cantar, contar cuentos, leerlos, imaginar historias, quitarse los collares y convertirlos en otro más de los juguetes. Salvador lo sabe, él puede contar con su “Abby” para dejar volar su imaginación. María Elena, por su parte, se deja contagiar: “Es mi momento mágico para disfrutar de una nueva etapa de mi vida, porque la responsabilidad es otra”.
La historia se repite cada vez que se ven. ¿La razón?: el juego los conecta.
Como Salvador y María Elena, esta historia podría estar llena de cientos de anécdotas, cuentos, juegos, momentos lúdicos y de enseñanza, pues ese espacio, está comprobado, genera un vínculo afectivo para toda la vida.
También lo son las historias de vida, los cuentos que se leen, los juguetes que se fabrican, las experiencias que se comparten, incluso con los adolescentes, pues, como dice Irma Salazar, educadora, pedagoga y gerente técnica de la Corporación Juego y Niñez, a través del juego y la transferencia de conocimientos se logra la conexión de dos generaciones.
“Los momentos con los nietos, independientemente de las edades, son una transferencia de saberes que permite desarrollar un vínculo afectivo que perdura”, dice la especialista. Y añade: “Cuando se comprende la importancia de compartir con ellos, se despierta esa posibilidad maravillosa que da el juego”.
Como lo indica la investigación “El juego, un asunto serio en la formación de los niños y las niñas”, realizada por la Corporación Juego y Niñez, la Universidad Nacional de Colombia y el Politécnico Grancolombiano, es un espacio que le permite al niño adquirir competencias ciudadanas, habilidades socioemocionales y el desarrollo de su creatividad.
De acuerdo con la explicación de la pedagoga Irma Salazar, en primera instancia el juego genera competencias ciudadanas porque le enseña al niño a respetar su turno, a ganar y a perder. Genera habilidades socioemocionales porque al perder debe manejar la frustración y la tolerancia, con lo cual aprende a controlarse y, por último, le permite el desarrollo de su creatividad.
Y es precisamente el desarrollo de la creatividad lo que genera un espacio de juego, historias y momentos con los abuelos. Momentos que, además, quedan grabados en la memoria de los chicos. “Cuando el abuelo acompaña el juego, lo propicia y lo incentiva, se genera una crianza amorosa; de hecho, en las ludotecas que la Corporación Juego y Niñez tiene en varias ciudades de Colombia, son los abuelos quienes acompañan a sus nietos, es un espacio que los vincula y lo disfrutan”, afirma Salazar.
Algunos padres tienden a pensar que el juego es una pérdida de tiempo, dice Irma, mientras que para los abuelos el juego con el nieto tiene otro significado. Eso piensa María Elena, quien saca tiempo para ser abuela, quitarse los collares, inventar historias o hacer montajes con títeres para su nieto Salvador.
"Los momentos con los nietos son una transferencia de saberes que permite desarrollar un vínculo afectivo que perdura”.
El verdadero cuentero
Pero el juego no es el único vínculo de abuelos y nietos. Para los adultos mayores, sus historias y la tradición familiar representan su reivindicación en ese contexto. “Contar su vida, cómo fue, cómo vivían en su época, a qué jugaban o en qué trabajaban es una forma de darle un papel protagónico al adulto mayor”, explica el doctor Héctor Cárdenas, geriatra de Colsanitas.
“Saber de dónde venimos a través de la historia contada por el abuelo, además, reactiva o mantiene sus recuerdos. La transferencia de su saber, su cultura, sus raíces y sus costumbres son parte de la historia familiar que se hereda a través de la tradición oral. Adicionalmente, es un ejercicio para el adulto mayor, pues al contar sus vivencias se reactiva la memoria; por eso el abuelo es el verdadero cuentero”, afirma el doctor Cárdenas.
El dato:
Interesarse por los videojuegos e intentar jugarlos propicia diversión y unión.
Acortando la brecha
Una de las preocupaciones de los abuelos, dice Irma Salazar, es no poder conectar con los juegos y pasatiempos de las nuevas generaciones, muy enfocadas hacia la tecnología y las pantallas. Sin embargo, la realidad demuestra que este no es un obstáculo para tejer nexos.
“Abuelo, ¿y no había computadores ni videojuegos?”. Esa es una pregunta que logra conectarlos. Para el abuelo es posible que sea difícil entender los videojuegos y los computadores, por eso es el escenario para que el niño o el joven comparta sus habilidades y conocimientos; en vez de alejar, el tema los puede acercar.
Como ella explica, lo que conecta es la lúdica, por eso, cuando los abuelos le cuentan a su nieto sobre los juegos y los juguetes de su infancia, el niño se interesa. Esa es otra forma de conexión, porque “somos básicamente una cultura basada en la tradición oral”. Así, dicen los especialistas consultados, las brechas disminuyen y los juegos, historias y momentos compartidos los acercan y generan un vínculo que deja en el niño o adolescente, recuerdos imborrables para la vida.
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