Debido a sus múltiples beneficios para la salud física y mental, la natación es considerada uno de los ejercicios más completos que existen.
Desde que puede recordar, Juan Fernando Ramón siempre se ha sentido como una especie de hombre anfibio. Esta idea lo invadió por primera vez a los cuatro años, mientras aprendía a nadar en una piscina de Cali, su ciudad natal. Cinco décadas después, esa misma sensación lo acompaña todos los días de su vida. A pesar de que la falta de oportunidades en la infancia y su exigente carrera en neurocirugía lo apartaron del deporte por mucho tiempo, a los 53 años retomó su pasión. Hoy en día, con un centenar de medallas colgando de su cuello y varias participaciones en torneos internacionales, Juan Fernando está decidido a seguir nadando hasta los 101 años, si el cuerpo se lo permite.
Al igual que el neurocirujano, muchas personas de todas las edades consideran que la natación es el mejor deporte que hay, y que sus beneficios van más allá de cualquier reconocimiento. Estas son algunas de sus bondades.
1. Ayuda a mantener la musculatura
La natación, como deporte, implica la activación de casi todos los músculos del cuerpo, con un énfasis particular en los brazos, los hombros, la espalda, el abdomen, los glúteos y las piernas, que son esenciales para mantenerse a flote y avanzar. Esto se debe a que el agua es un medio más denso que el aire. Por eso ofrece más resistencia cuando nos movemos, aumentando así el esfuerzo físico, pero disminuyendo el impacto en las articulaciones gracias al principio de flotabilidad. Esto convierte a la natación en una actividad ideal para adultos mayores o personas con afecciones óseas o articulares.
“Que la fisioterapia bajo el agua sea tan efectiva evidencia las propiedades que tiene el agua, no solo para disminuir el dolor al hacer ejercicio, sino también para calentar el músculo antes de empezar a trabajarlo, especialmente, si la piscina está climatizada”, señala Andrés Hernández, médico deportólogo adscrito a Colsanitas.
“A mí me encanta venir a nadar. Es algo que mi cuerpo y mi mente necesitan para funcionar y es una actividad común con mis hijos”.
2. Aumenta la capacidad pulmonar y fortalece el corazón
Al ser un deporte en el que intervienen tantos grupos musculares, también hay un gran consumo de oxígeno y una producción alta de dióxido de carbono, lo que hace que todo el sistema respiratorio se fortalezca y se vuelva más eficiente para estar a la altura de las exigencias. Los pulmones también mejoran su expansibilidad, aumentando el volumen de aire que pueden recibir. Asimismo, se activa un mayor número de alvéolos (pequeñas estructuras en forma de bolsa conectadas a los bronquios). Como los alvéolos son responsables del intercambio de gases entre los pulmones y la sangre, cuanto mayor sea su actividad, menos oxígeno se desaprovecha y más dióxido de carbono se expulsa.
Adicionalmente, la natación fortalece órganos como el diafragma y los intercostales, permitiendo inhalar y exhalar con mayor facilidad.
“A nivel cardiovascular también existen muchas ventajas: se fortalece el corazón al igual que el resto de los músculos, lo que hace que bombee más sangre con menos esfuerzo y que esta se distribuya mejor en las terminaciones de los vasos sanguíneos”, dice Hernández. Como resultado, se reduce la presión arterial y disminuye el riesgo de que se formen coágulos.
3. Mejora el estado de ánimo
“A mí me encanta venir a nadar. Es algo que mi cuerpo y mi mente necesitan para funcionar y es una actividad común con mis hijos de nueve y 14 años. Aunque para ellos es más una competición, para mí es una oportunidad para disfrutar el tiempo con mis seres queridos”, comenta Clara Ossa, nadadora frecuente del club de natación Los Búhos.
Como toda actividad física, la natación estimula la liberación de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, que, además de estar asociados con los sistemas de recompensa del cerebro, también tienen un potente efecto analgésico en el cuerpo. Este proceso genera una reacción en cadena que disminuye los niveles de hormonas relacionadas con el estrés, como el cortisol y la adrenalina, provocando sensaciones de bienestar y felicidad.
“Siempre me he sentido como una especie de hombre anfibio. Esta idea me invadió a los cuatro años, mientras aprendía a nadar en una piscina de Cali”.
4. Enseña a controlar las emociones negativas
Al competir, la frustración y la impotencia pueden ser emociones que afloran cuando los resultados no alcanzan las expectativas, lo que puede traducirse en experiencias negativas que inevitablemente enfrentan todos los deportistas. Para muchos, y en especial para los niños, la derrota es desalentadora, pero a medida que nos acostumbramos a que no siempre es posible ganar, la resiliencia y otras habilidades de afrontamiento se van desarrollando.
“Con la natación las personas se vuelven conscientes de que el objetivo final a veces no es vencer a nadie más que a uno mismo. En ocasiones, el primer paso es quitarse el miedo que produce aprender a nadar. Con el tiempo, este miedo se convierte en un objetivo a superar y va dando paso a otros objetivos: más velocidad, más resistencia, menos fatiga. Al final, cuando vamos cumpliendo con lo propuesto, esto se impone a la sensación de incapacidad, lo que genera mucha satisfacción”, indica Juan Felipe Medina, psicólogo especializado en deporte formativo y de alto rendimiento.
5. Promueve la neuroplasticidad
La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro para formar nuevas conexiones neuronales y reorganizar las existentes en poco tiempo, lo que la hace una aptitud indispensable para aprender habilidades nuevas, pero también para desaprender hábitos negativos. De acuerdo con un estudio publicado en la revista científica Frontiers in Human Neuroscience (2013), existe una relación entre la práctica de ejercicio aeróbico y un crecimiento significativo del volumen del cerebro en adultos mayores, más específicamente en áreas vinculadas a la memoria y la atención.
“Cuando una persona hace carreras de natación, debe concentrarse en mantener movimientos y posiciones hidrodinámicas que aumenten su velocidad en el agua. Aún con los efectos de la fatiga, las distracciones y la presión psicológica de la competencia, los nadadores deben seguir ejecutando estos movimientos de manera consistente”, explica el psicólogo deportivo. A largo plazo, este proceso mejora la memoria de trabajo (lo que permite mantener y manipular la información necesaria para realizar tareas en tiempo real) y la flexibilidad cognitiva (que nos ayuda a adaptarnos y cambiar el pensamiento en respuesta a nuevas situaciones).
6. Favorece el trabajo del sistema digestivo y la producción de energía
Además de favorecer la digestión y disminuir el estreñimiento, la natación ayuda a mantener los niveles de glucosa en la sangre y mejora la sensibilidad del organismo a la insulina, hormona fundamental en la conversión de glucosa en energía. En general, ambos beneficios son importantes para la salud del páncreas y, por lo tanto, para disminuir el riesgo de enfermedades metabólicas como la obesidad y la diabetes tipo 2.
“Otro de sus beneficios es el crecimiento en el número de mitocondrias en los grupos musculares”, afirma Hernández. Como estas partes de las células son las encargadas de generar energía, a mayor cantidad, más energía se gasta de manera óptima, disminuyendo la fatiga y aumentando el rendimiento físico.
7. Facilita la socialización
La práctica de un deporte, sobre todo si es grupal, facilita el encuentro con personas de la misma edad y con intereses comunes, lo que favorece la creación de comunidad. Esto es especialmente favorable para niños y adolescentes, ya que pertenecer a un grupo con metas compartidas les ayuda a desarrollar empatía y mejorar sus habilidades sociales. Del mismo modo, los adultos mayores, quienes a menudo son aislados debido a circunstancias familiares, también se ven positivamente impactados.
“Con el club [de apnea] terminamos acercándonos mucho, no exactamente como una familia, pero sí como un ‘cardumen’, que es como le llamamos a nuestro grupo. En cuanto a la práctica del buceo, puedo decir que me ha permitido viajar por el mundo conociendo personas con las que he explorado las profundidades del mar”, finaliza Darío González, apneista y buzo de 80 años.
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