El trastorno de síntomas somáticos se define como una alteración fisiológica asociada a pensamientos y sentimientos negativos.
Todo comienza por un malestar físico o dolor que puede afectar varios sistemas orgánicos simultáneamente, desde los músculos hasta el estómago. Después de consultar al médico general por la dolencia, normalmente se recomienda visitar a un especialista.
“De ahí en adelante, será un asunto de pasar por muchas áreas de la medicina hasta finalmente llegar a psicología, debido a que antes de llegar al trastorno de síntomas somáticos se debe descartar cualquier causa biológica. Es un problema muy difícil de diagnosticar y por esta razón sigue siendo un trastorno subvalorado actualmente”, explica Mónica Rojas, psiquiatra adscrita a Colsanitas.
Según la también psiquiatra Lyda Pinzón, “la somatización sucede cuando existe alguna reacción fisiológica producto de circunstancias emocionalmente negativas”. Puede suceder, por ejemplo, que algo en nuestra cotidianidad nos produzca bastante estrés, entonces es posible que nos duela la cabeza o que, debido a la tensión, aparezca dolor en el cuello y la espalda”.
Estas son reacciones naturales del organismo después de que se activan mecanismos de lucha o huida, que preparan al cuerpo para una amenaza a su supervivencia. “Cuando las personas somatizan, es porque tienen emociones reprimidas que su organismo busca liberar de alguna forma. En ocasiones, esta puede ser la única forma en la que se manifiesta una enfermedad mental”, añade Rojas.
Sin embargo, esa somatización normal se puede convertir en un trastorno cuando dichas circunstancias se mantienen a lo largo del tiempo junto con sus efectos físicos negativos, lo que crea una molestia constante que a la larga termina afectando la calidad de vida del paciente.
El dato
Aproximadamente el 6 % de la población general padece trastornos somáticos.
Adicionalmente, dice Pinzón, “se crea una preocupación por la enfermedad que termina volviéndose un círculo vicioso, donde se genera mayor malestar por los síntomas y por lo tanto, estos aumentan en intensidad”, y agrega que “si bien los manuales consideran un trastorno de síntomas somáticos cuando ya han pasado seis meses de episodios recurrentes, hay que tener claro que independientemente del tiempo de evolución, lo más importante es que los síntomas físicos lleven un tiempo considerable, y que haya un impacto directo en el funcionamiento del paciente en su trabajo, o en el ámbito familiar y social”.
Dentro de los trastornos somáticos también es probable que, en lugar de crear síntomas, las personas con enfermedades preexistentes —como la diabetes mellitus, el asma o algunas coronarias— empeoren su estado. Otra posibilidad que puede surgir es la hipocondriasis, que se define como un pensamiento obsesivo de tener una enfermedad que aún no ha sido diagnosticada, lo que puede generar estos síntomas somáticos también.
En general, las mujeres tienden a somatizar más que los hombres, y la primera vez que ocurre es durante la juventud. Los síntomas más frecuentes del trastorno de síntomas somáticos son:
Cefalea tensional. Es de los dolores de cabeza más comunes y le da a cualquier persona en cualquier momento de su vida. Normalmente tienen una corta duración, y aunque pueden tener un origen orgánico debido a una lesión, también pueden ser un síntoma de enfermedades como la ansiedad y la depresión.
Problemas estomacales. El estrés elevado y trastornos de ansiedad podrían desencadenar enfermedades digestivas como gastritis y síndrome del intestino irritable, ocasionando episodios de diarrea y dolor abdominal.
“No es casualidad que el intestino sea llamado el segundo cerebro”, dice la doctora Rojas. Debido a su gran cantidad de terminales nerviosas y su vínculo estrecho con el sistema nervioso, tanto el intestino como su microbiota están fuertemente influenciados por las alteraciones a nivel emocional.
Síntomas cutáneos. La aparición o intensificación de enfermedades dermatológicas como el herpes y el acné, pueden estar relacionadas con el estrés. Esto debido a que en este estado de alerta —en el que se priorizan algunas funciones vitales sobre otras— se disminuye la producción de glóbulos blancos, que defienden nuestro organismo de infecciones.
Además, la producción de algunas hormonas como los andrógenos adrenales aumentan la secreción de sebo en la piel, que en cantidades excesivas es el principal culpable de las dolencias de la piel.
Taquicardia. Durante un ataque de pánico producido por ansiedad, las personas pueden sentir palpitaciones y tener los mismos síntomas de un infarto. “En un ataque de pánico el paciente no se está inventando que presiente la muerte inminente, realmente la está sintiendo”, dice la doctora Pinzón. Si bien los ataques de pánico no son potencialmente peligrosos, sí resultan muy incómodos, y si no se trata su origen, con el tiempo pueden empeorar y generar consecuencias fisiológicas.
Dolores musculares. Si no tienen una causa biológica, pueden ser generados por angustias y preocupaciones del día a día, al punto de convertirse en dolores crónicos. “Durante largos estados de tensión es posible que se recojan los músculos de la zona lumbar o cervical, lo que crearía la molestia” señala Pinzón.
Bruxismo. Se define como el hábito de apretar la mandíbula y rechinar los dientes involuntariamente, lo que produce que se erosionen por la fricción. Esto sucede sobre todo al dormir y está vinculado a estrés, ansiedad y problemas de sueño como apnea y los ronquidos.
Disfunciones sexuales. Como eyaculación precoz, disfunción eréctil o dolor durante el coito. Un especialista deberá descartar antes problemas cardiovasculares o de otra índole.
Recomendaciones
La visita al psicólogo suele ser el último recurso cuando no se encuentran causas fisiológicas. “Muchas veces los pacientes están desesperanzados por no encontrar una solución a su problema y cuando llegan, hay una resistencia al tratamiento. Dicen frases como ‘yo no estoy loco’, o ‘yo no tengo ningún problema en mi vida’, pero haciendo un análisis más profundo uno se da cuenta de que los pacientes comen a deshoras, tienen largas jornadas de trabajo y no duermen adecuadamente, indica Pinzón”. Esto, sumado a otros comportamientos y pensamientos nocivos que pueden surgir, comienzan a pesar en el cuerpo y en la mente, lo que origina los síntomas que desembocan en el trastorno.
En ese sentido, la recomendación es acudir al psicólogo, para que pueda aportar herramientas que permitan tramitar de un mejor modo las emociones, de manera que no sea el cuerpo quien termine pagando las consecuencias.
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