Aunque la limpieza corporal es un ritual diario que a menudo establecemos sin detenimiento, los productos que usamos y la frecuencia con que lo hacemos pueden impactar en la salud.
El cabello se daña al lavarlo demasiado
Falso, parcialmente. La resequedad o el daño en la cutícula del cabello (la parte más externa del vello) depende más del producto que se utilice para lavarlo, y no tanto de la frecuencia con que se haga.
Por ejemplo, los champús que contienen cloruro de sodio y/o sulfato de sodio se consideran demasiado alcalinos para personas con cuero cabelludo sensible, ya que superan los niveles de pH de la piel y pueden afectar tanto la piel como la fibra capilar. Para evitar estos efectos, existen en el mercado champús ácidos o con otros compuestos detergentes, como el lauril sulfato de sodio o el cocoanfoacetato de sodio, que se consideran menos agresivos.
Otros factores que pueden dañar la cutícula son la aplicación de tintes, la exposición al calor de secadoras y alisadoras sin el uso de productos termoprotectores, y la humedad relativa del ambiente, que afecta estéticamente las fibras capilares cuando el clima es muy seco y frío. “No debe confundirse una cutícula dañada con un folículo piloso dañado. Mientras que lo primero solo afecta el brillo y la apariencia general del pelo, lo segundo puede desencadenar en la pérdida del mismo”, aclara Arturo Argote, dermatólogo adscrito a Colsanitas.
Asimismo, las causas de la alopecia (pérdida anormal del cabello) pueden partir desde episodios de estrés y factores genéticos hasta enfermedades como el síndrome de ovario poliquístico, así que es crucial consultar con un especialista.
Dormir sin desmaquillarse aumenta la aparición de arrugas en la piel
Falso. El principal motivo de la aparición de arrugas es el envejecimiento. A medida que pasan los años, la dermis se vuelve más seca y menos elástica, y se generan pliegues en la misma. Esto ocurre debido a que los fibroblastos ― las células encargadas de producir colágeno, elastina y otras proteínas vitales para el mantenimiento de la dermis― pierden progresivamente su eficacia.
Adicionalmente, la exposición a la radiación ultravioleta puede dañar el ADN de las células cutáneas e interferir con la renovación celular, y tiende a degradar las fibras de colágeno y elastina.
“Cuando nos dejamos el maquillaje en las noches puede que la piel se irrite o que nos dé acné si somos adolescentes. Sin embargo, la aparición de arrugas solo podemos relacionarla con la radiación y la genética. Por está razón es importante el uso de bloqueador solar diario, no solo para evitar las arrugas y las manchas, sino también para disminuir la probabilidad de desarrollar cáncer de piel”, afirma Argote.
Bañarse todos los días es saludable para la piel
Falso, parcialmente. Este hábito inamovible para diferentes culturas, recientemente ha generado un debate entre los expertos de la salud, por motivo de un artículo publicado por la Facultad de Medicina de Harvard. Según la publicación de 2021, un baño diario de jabón y agua caliente puede irritar y agrietar la piel, y eliminar microorganismos y aceites de la superficie que mantienen el equilibrio bacteriano y la buena salud de las células cutáneas.
Robert H.Shmerling, reumatólogo y autor del artículo, apunta que el baño es una decisión personal y que debe estar adaptado a las necesidades de cada persona, conforme con su contexto: el clima, la clase de trabajo o la actividad que realice durante el día y la cantidad de sebo que produzca su cuerpo.
“Existen personas con piel naturalmente seca o sensible a las que se les recomienda tomar duchas cortas (de 5 minutos aproximadamente) con agua tibia. La razón es que el contacto prolongado con el agua tiende a deshidratarla”, señala la dermatóloga Astrid Ruíz, médica adscrita a Colsanitas. También desaconseja refregar la piel con esponjas y estropajos, puesto que pueden acelerar el proceso de recambio natural de las células, y generar manchas o irritación. La recomendación es usar las manos.
Los antitranspirantes pueden causar cáncer
Falso. Aunque en décadas pasadas fueron publicados algunos artículos científicos que sugerían una relación entre el uso de clorhidrato de aluminio (presente en la mayoría de antitranspirantes comerciales) y el crecimiento de células cancerosas en la región de las mamas de las mujeres, una revisión de 2014, publicada en la revista Critical Reviews in Toxicology, concluyó que no existe evidencia clara de que aumente el riesgo de cáncer de mama al aplicar estos productos frecuentemente en las axilas. “No se ha demostrado que el aluminio metálico, sus óxidos y las sales de aluminios comunes sean genotóxicos y cancerígenos”, dicta el estudio.
Eso sí, es importante diferenciar los antitranspirantes y los desodorantes. Mientras que los primeros contienen aluminio y funcionan como una barrera para que el sudor no salga de las glándulas sudoríparas, los segundos solo contienen fragancias y aditivos que ayudan a eliminar las bacterias que producen mal olor en nuestra piel.
La caspa es producida por hongos
Falso. Nuestro cuero cabelludo es un ecosistema complejo dónde viven bacterias y microorganismos de muchas clases, entre ellas la Malassezia furfur, un tipo de hongo que se alimenta de aceites producidos por nuestras glándulas sebáceas. Cuando la piel está enferma o existe una reacción exagerada de nuestro sistema inmune a los hongos, estos se vuelven un factor para la caspa, a pesar de que serían inofensivos en otras condiciones.
Sin embargo, para Ruíz ni los hongos ni la resequedad del cuero cabelludo son la principal causa de la caspa. En realidad, la pitiriasis, como se le conoce médicamente, se produce por enfermedades como psoriasis, eccemas o dermatitis seborreica. Esta última causa es la más común y hace que las células del cuero cabelludo recambien más rápido de lo normal, y liberen una cantidad visible de piel muerta que se evidencia en partículas blancas o grisáceas.
Aunque se desconoce el origen de la dermatitis seborreica, los profesionales de la salud han encontrado que tiene un gran componente genético, que se manifiesta o se agrava por factores como el estrés, los cambios hormonales o el clima.
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