Bogotá se sumó recientemente al fenómeno mundial de la llamada micromovilidad, y hoy ruedan en la ciudad 3300 bicicletas públicas, repartidas en 300 estaciones de autoservicio. Este sistema es posible gracias a la cultura de la bicicleta que se difunde en la capital desde hace décadas.
Vivimos en un planeta lleno de bicicletas. La bicicleta es el medio de transporte más utilizado en las capitales del norte de Europa y en las zonas rurales del hemisferio sur. A escala mundial, el número de bicicletas dobla el de los carros, que asciende a casi 1500 millones según estimativos recientes de la consultora estadounidense Hedges & Company. Este invento decimonónico de dos ruedas propulsadas por los pies no ha hecho sino incrementar su atractiva reputación de medio de locomoción noble durante la última década. Estamos viviendo un boom de la bicicleta sin precedentes en sus 200 años de existencia. Y Bogotá no ha sido ajena a este fenómeno.
Hoy proliferan en grandes y medianas ciudades infraestructuras nuevas con ciclocarriles, tiendas de accesorios para pedalear y, entre otros elementos propios del ecosistema ciclístico, servicios públicos de bicicletas compartidas. Bogotá implementó el suyo en septiembre de 2002, atendiendo a sus potenciales ventajas y beneficios: ahorro de tiempo, comodidad para el viajero, mitigación de la congestión del tráfico, incentivo de estilos de vida saludables y reducción de la contaminación del aire.
El Sistema de Bicicletas Compartidas (SBC) de la capital tuvo la fortuna de establecerse en un espacio público que cuenta con la red de ciclorrutas más extensa de América Latina. Sin embargo, el sistema Tembici –compañía brasileña especializada en micromovilidad y con presencia en 16 ciudades latinoamericanas– solo cubre una porción pequeña de los 630 kilómetros de carriles para bicicletas que se han construido en Bogotá en los últimos veinte años. La versión bogotana de Tembici funciona en cinco de las 20 localidades de la ciudad (Usaquén, Chapinero, Teusaquillo, La Candelaria y Barrios Unidos), en las que se han realizado 2.6 millones de desplazamientos de corto y medio alcance. Tras meses de operaciones, hay 125.000 usuarios registrados en la aplicación móvil de Tembici. Su gerente, Nicole Barbieri, afirma que Bogotá ha dejado de emitir 478 toneladas de CO2 con el uso del sistema, algo equivalente a plantar 3300 árboles.
Bogotá ha dejado de emitir 478 toneladas de CO2 con el uso del sistema de bicicletas compartidas, algo equivalente a plantar 3300 árboles.
La larga costumbre de pedalear en Bogotá
En Bogotá y, en general, en Colombia, el gusto por la bicicleta es patrimonio popular de viejo arraigo. Así lo atestigua la acogida de la que ha gozado a lo largo de casi un siglo un deporte nacional como el ciclismo. También dan muestra de dicha pasión la ciclovía dominical o las ciclorrutas por las que circulan diariamente masas de ciclistas urbanos. En Bogotá, la capital con mayor número de viajes en bicicleta al día en el continente, hay aproximadamente 1.800.000 bicicletas. De acuerdo con la Encuesta de Movilidad de 2023, en la ciudad se realizan alrededor de 880.000 de viajes diarios en bicicleta que representan el 6.6% de los desplazamientos totales.
El modelo de renta de bicicletas públicas no sería posible sin un contexto favorable como el que ha venido trazando la ciudad hace cinco décadas, cuando empezó a funcionar la ciclovía del domingo, convertida con el tiempo en una verdadera institución bogotana. A finales de los años 90, Bogotá redobló la apuesta por la bicicleta. Sucesivas administraciones distritales invirtieron grandes recursos en infraestructura y promoción del uso masivo de la bicicleta. La primera ciclorruta de la ciudad se construyó alrededor del Parque Simón Bolívar durante la primera alcaldía de Antanas Mockus. Pero fue el gobierno de Enrique Peñalosa el que diseñó y ejecutó un ambicioso Plan Maestro de Ciclorrutas. Al cabo de aquel trienio, el área metropolitana de Bogotá contaba con más de 300 kilómetros de ciclorrutas.
Volviendo al tema de las bicicletas compartidas, recordemos de pasada dos experimentos que resultaron fallidos por precarios, ineficientes y costosos. Ambos gestionados de manera manual, es decir, se trataba de sistemas de préstamo sin automatización alguna: una persona le entregaba y le recibía la bicicleta al usuario. El primero tuvo lugar en el parque El Virrey durante la administración de Samuel Moreno y el segundo lo puso en marcha la alcaldía de Gustavo Petro. “Luego, durante su segunda alcaldía, Peñalosa no impulsó el tema ni mostró ningún interés al respecto”, dice Ricardo Montezuma, un arquitecto cuya curiosidad académica por la bicicleta nació hace casi treinta años mientras dictaba en París un curso universitario sobre transporte. Actualmente, es consultor en temas de movilidad y propietario de Moovil, un espacio que promueve la cultura de la bicicleta.
Ricardo considera que el actual sistema bogotano de bicicletas compartidas es un avance destacable, pero, sin duda, insuficiente: “Es demasiado pequeño para una ciudad donde hay casi un millón de viajes diarios en bicicleta. Su alcance es todavía mínimo para impactar en serio la movilidad en la ciudad”. Al igual que otros expertos y ciclistas urbanos, Montezuma espera que Bogotá le apueste al préstamo de bicicletas públicas de una manera aún más ambiciosa, pues el potencial es enorme. Y utiliza esta metáfora para describir el estado embrionario del sistema: “Son unas pocas gotas de un buen perfume”.
En Bogotá, la capital con mayor número de viajes en bicicleta al día en el continente, hay aproximadamente 1.800.000 bicicletas.
Viajes cortos y medianos
Un ejecutivo de mediana edad, un domiciliario, una universitaria, una empleada de una firma de arquitectura, un jubilado: gente que usa con cierta frecuencia el sistema de bicicletas compartidas. Algunos tienen la suya propia, pero hay días en que prefieren rentar una por razones de seguridad o, simplemente, por practicidad. “Con la aplicación no tengo que pensar en dónde voy a parquear mi bici”, dice Laura en una estación de Quinta Camacho. Alquilar una bicicleta pública, además, le da la libertad de devolverse, si así lo prefiere, caminando o en taxi.
Algunas personas se han vuelto usuarias asiduas de Tembici para ir al trabajo o por trabajo, como Esneider, un repartidor de domicilios que se mueve, sobre todo, entre las calles 100 y 72. “Desde que me robaron la mía utilizo estas bicicletas”, dice luego de parquear una bicicleta azul en la estación de la plazoleta del Carulla de la 85. Esneider no quiere contestar más preguntas y yo me quedo haciendo cuentas sobre el pequeño margen de ganancia que obtiene un domiciliario tras rentar una bicicleta mecánica, teniendo en cuenta que un viaje único cuesta $4850 por 15 minutos, y cada minuto adicional, $150, mientras que por una hora de repartos se gana, en promedio, no más de $11.000. Uno de los pocos repartidores y usuarios de Tembici que quiso hablar del tema me explicó más tarde que la rentabilidad aumenta si se adquiere uno de los planes mensuales, más asequibles, que ofrece la plataforma.
Acceder al sistema es sencillo. Se descarga la aplicación Tembici en el celular, se crea una cuenta y se elige un plan. El pago puede hacerse con tarjeta de crédito o débito. La aplicación considera finalizado el viaje solo cuando la bicicleta queda bloqueada correctamente en el anclaje de la estación. Las estaciones funcionan todos los días de 5:00 a. m. a 10:00 p. m.
Como es de suponer, el servicio no ha estado exento de las críticas de los usuarios en las redes sociales. La queja más recurrente tiene que ver con la tarifa. “Un poco cara porque no la uso mucho. En un solo viaje resulta uno pagando más que en Transmilenio”, escribe una mujer en Reddit. En el mismo foro virtual, otra persona dice: “Si fuera gratis sería un hito histórico como el sistema de Medellín”. En efecto, el sistema paisa, llamado EnCicla, es gratuito y tiene 140 estaciones en los diez municipios del Valle de Aburrá.
El Sistema de Bicicletas Compartidas (SBC) de Bogotá tuvo la fortuna de establecerse en un espacio público que cuenta con la red de ciclorrutas más extensa de América Latina.
El Sistema de Bicicletas Compartidas (SBC) inició su operación en Bogotá el segundo semestre de 2022 y una de sus artífices fue Dayanira Avila, ciclista urbana consumada y ex Secretaria de Movilidad. Bajo su administración, la ciudad suscribió con Tembici un contrato por siete años y medio según el cual la empresa brasileña asume todos los gastos de implementación y mantenimiento. El Distrito no invierte un solo peso en bicicletas, estaciones, talleres y demás componentes del sistema. Deyanira espera que el modelo de préstamo de bicicletas que planeó y vio nacer crezca durante los próximos años: “Sueño con un sistema mucho más grande. Sería fabuloso que se extendiera a más lugares del centro; que bajara por la Calle 26, porque hay muchos viajes que se hacen hasta el aeropuerto. Me encantaría que hubiera mayor conectividad con sistemas de transporte, con futuras estaciones del metro”.
Que la bicicleta “es el transporte más civilizado conocido por el ser humano”, como escribió alguna vez la escritora y filósofa Iris Murdoch, podemos comprobarlo cada día al ver el caótico tráfico bogotano. Nadie sabe si las bicicletas salvarán el planeta, pero no cabe duda de que hacen más habitables y sanas las ciudades.
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