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estrés positivo

El poder del estrés positivo: convertir el estrés en motivación

Ilustración
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Aunque normalmente se relaciona al estrés como un enemigo a evitar, se ha demostrado que bajas dosis de “situaciones estresantes” pueden ayudar a motivarnos para llegar a nuestras metas.

Para la mayoría de las personas, la mención de la palabra “estrés” en una conversación evoca imágenes de agotamiento, ansiedad y presión en el ámbito laboral, social o personal. Sin embargo, no todo estrés tiene que ser negativo. A lo largo de los años, múltiples investigaciones en el campo de la psicología y la neurociencia han demostrado que existe una forma de estrés positivo, llamada “eustrés”, que se considera útil no solo para la supervivencia, sino también para darnos motivación en nuestros quehaceres diarios y mejorar nuestra capacidad cognitiva. 

Un estado natural

“Como una respuesta a un estímulo determinado, el estrés es algo que hace parte de nosotros”, explica Viviana Zapateiro, psicóloga clínica adscrita a Colsanitas. En la naturaleza, cuando los seres humanos y otros animales nos encontramos expuestos a situaciones que ponen en peligro nuestra integridad ―como el encuentro con un depredador o un desastre natural―la reacción de nuestro cerebro es hacerle frente para asegurar que nuestros genes sobrevivan hasta la siguiente generación. 

Una fracción de segundo después de catalogar un estímulo como potencialmente peligroso, nuestro sistema nervioso simpático se activa, enviando señales a las glándulas suprarrenales para liberar las hormonas cortisol y adrenalina en el torrente sanguíneo. Esto desencadena una respuesta de “lucha o huida”, que aumenta la frecuencia cardiaca, dilata las vías respiratorias y dirige el flujo sanguíneo a los músculos. De esta manera, mejora nuestra fuerza para luchar contra las amenazas del ambiente y nuestra velocidad para huir de ellas. Cuando nos estresamos, las palpitaciones, la sudoración y otros síntomas hacen parte de esta respuesta.

Cabe destacar que el sistema nervioso simpático hace parte del sistema nervioso autónomo, encargado de controlar las actividades involuntarias del organismo como la respiración, la digestión y los latidos del corazón.

El estrés en la vida moderna

A pesar de que el estrés fue fundamental para la supervivencia en otros tiempos, en la actualidad el peligro inminente de morir es más difícil de encontrar a la vuelta de la esquina. No obstante, nuestro organismo sigue reaccionando como si así fuera. "Para el sistema límbico, que es una parte primitiva del cerebro en comparación con otras regiones, es difícil diferenciar un peligro real de uno imaginario, y aún más difícil categorizar los conflictos según su nivel de impacto en nuestro bienestar. Por esta razón, nuestro cuerpo puede reaccionar de la misma forma ante el ataque de un tigre que a un contratiempo en el trabajo”, indica Diana Carolina Rodríguez, neuropsicóloga y directora del programa Versania Cuidado y Vida, de Keralty

Dentro de la lógica con la que funciona nuestro cerebro, fracasar o equivocarse en algún proyecto puede hacer que nuestros superiores se enojen con nosotros, lo que nos pondría en riesgo de un despido. Como consecuencia, nos veríamos sin trabajo, lo que afectaría nuestra capacidad adquisitiva, perjudicando gravemente nuestra vida. Para nuestra psiquis, este tipo de resultados que anticipamos, aunque sean poco probables, pueden tener el mismo peso que el encuentro con un animal salvaje.

“En esta época, los conflictos diarios son mucho menos vitales que hace varios milenios.  Aun así, también podría decirse que son más numerosos y complejos, es por esta razón que todos los días encontramos personas que sufren de niveles de estrés tan altos que para su organismo es como si cazaran seis o siete tigres al día”, señala la neuropsicóloga.

Los peligros de vivir en estado de alerta

Por supuesto, hay personas más y menos sensibles al estrés, y eso depende de factores que van desde lo genético hasta la crianza. “Cuando crecemos en un ambiente dónde se castiga duramente el error o cuando nuestros cuidadores tienen una visión catastrofista del mundo que nos rodea, nuestro cerebro se entrena para pensar que todo es potencialmente peligroso, pensamiento que llega hasta la edad adulta”, menciona Zapateiro. Con el tiempo, este tipo de aprendizajes pueden alterar la forma como interpretamos la realidad, generando lo que en psicología se conoce como errores cognitivos. 

Por definición, los errores cognitivos sé denominan como patrones de pensamiento distorsionados y poco realistas que pueden influir negativamente en la percepción, el comportamiento y las emociones de una persona. “Por ejemplo, si alguien sale a la calle y a pesar de que hace un buen día, su primer pensamiento es que se va a quemar y va a sudar mucho por el sol ―lo que le arruinaría la mañana― es probable que esté filtrando la realidad de forma negativa, lo que se considera uno de estos errores en el razonamiento”, añade la psicóloga. Esto, combinado con un estilo de vida exigente, un trabajo mentalmente agotador u otro tipo de conflictos, puede crear una forma de estrés prolongado y persistente, conocido como estrés crónico, que afecta tanto nuestra salud mental como física.

Algunos síntomas de una persona permanentemente estresada son:

  • Depresión y/o ansiedad. El estrés crónico puede alterar el funcionamiento de los neurotransmisores en el cerebro como la serotonina, la dopamina y la oxitocina.  Indispensables en la regulación del sueño y del estado de ánimo. 
  • Síndrome metabólico. Combinado con un estilo de vida poco saludable, el estrés puede ser un factor para la aparición de enfermedades como la obesidad, la hipertensión, y la diabetes debido a que el cortisol aumenta los niveles de glucosa en la sangre, la acumulación de grasa abdominal y la resistencia a la insulina. 
  • Gastritis. La activación del sistema nervioso simpático puede generar un aumento en la secreción de ácido gástrico, lo que en exceso puede irritar las paredes estomacales. Además, cuando estamos estresados, se reduce el flujo sanguíneo en sistemas no vitales, lo que afecta la correcta oxigenación del estómago y estimula la inflamación.
  • Síndrome de intestino irritable. A raíz de la fuerte conexión que existe entre el cerebro y el intestino, desequilibrios en la mente pueden generar alteraciones en la motilidad intestinal (desplazamiento de los alimentos) y la sensibilidad visceral.
  • Dolores musculares. La tensión muscular que se genera en el estado de “lucha o huida” por largos periodos puede provocar dolor y malestar.

La clave: el eustrés

Él terminó eustrés (que significa literalmente estrés bueno) fue acuñado por el endocrinólogo canadiense Hans Selye en su libro El estrés de la vida (1956). En dicha publicación, Selye planteaba que, en realidad, somos adictos al estrés. “Cuando vemos la televisión o una película en la gran pantalla, no necesariamente es para relajarnos, todas las aventuras de acción están pensadas para elevar la presión sanguínea. Todos los programas de terror están pensados para asustar y producir reacciones de lucha o huida”. 

Igualmente, el estrés está presente en otros pasatiempos que disfrutamos.

Cuando competimos por algún premio o dedicamos la tarde jugando juegos de mesa, esa amenaza de perder nos mantiene enfocados. Al hacer deporte o ejercicio, existe la frustración de la derrota y el dolor de exigir al organismo sus máximas capacidades, lo que libera mucho estrés, aunque nos sigan pareciendo actividades placenteras. 

Para el endocrinólogo, el estrés positivo se manifestaba cuando su duración es específica y estaba intercalado con periodos de descanso entre una situación estresante y otra. Pequeños episodios de estrés, como los que enfrentamos en una tarea desafiante, pueden mejorar nuestra concentración y aumentar nuestro rendimiento tanto en el ámbito laboral como el deportivo y el educativo.

Estudios anteriores como los que realizaron los psicólogos Robert M. Yerkes y John D. Dodson ya habían definido que existía una relación entre el nivel de estrés y nuestra capacidad para concretar objetivos. En ese orden de ideas, mientras que niveles bajos de “arousal” (estado de alerta o estimulación del sistema nervioso) podrían llevarnos a un rendimiento pobre como consecuencia del desinterés y desmotivación, niveles muy altos tendrían el mismo efecto, esta vez provocado por la ansiedad y el estrés excesivo.

Finalmente, como sucede con muchas otras cosas en la vida, la diferencia entre algo perjudicial y algo benéfico está en la cantidad. 

Técnicas para disminuir el estrés diario

Estos son algunos hábitos que puede incluir en su rutina para mantener los niveles de estrés balanceados:

  • Haga ejercicio regularmente. Realizar actividad física libera endorfinas que reducen los niveles de adrenalina y cortisol. El ejercicio físico quema la energía que se dispone durante el estado de “lucha o huida” y evita enfermedades relacionadas con el metabolismo.
  • Incluya una dieta equilibrada y beba suficiente agua. Comer con regularidad y de manera balanceada puede prevenir la ansiedad relacionada con el hambre y la falta de energía. Los alimentos ricos en ácidos grasos omega-3, magnesio y vitaminas del grupo B son fundamentales para la producción de serotonina y dopamina, que regulan el estado de ánimo.
    “Cuando estamos deshidratados o con hambre, nuestro cuerpo puede creer que estamos en peligro, por lo que también activa una respuesta que termina transformada en estrés”, dice Rodríguez.
  • Evalúe sus emociones. El estrés es un estado corporal que puede alterar su comportamiento, y aumentar la irritabilidad y la sensibilidad. La terapia psicológica y la meditación pueden ofrecer herramientas para el autoconocimiento y la regulación de sus sentimientos.
Esteban Piñeros Martínez

*Periodista, colaborador frecuente de Bienestar Colsanitas.