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Bienestar Colsanitas

El infierno de la ludopatía

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Empieza como una manera divertida de pasar el tiempo, y para muchas personas los juegos de azar no dejan nunca de ser eso. Pero para otros, jugar y apostar dinero se convierte en una pesadilla, para ellos mismos y sus familias.

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os juegos de azar y los de competencia seducen, encantan. Ponen a prueba a quienes los juegan; desatan procesos mentales de compensación: elevan o bajan la producción de la dopamina, un neurotransmisor clave para la sensación de placer. Por otro lado, como muchas creaciones humanas, los juegos de azar entrañan riesgos. El más grave es que se pierda el control sobre el impulso de jugar, de apostar. Es decir, que se convierta en ludopatía.

La ludopatía como trastorno del comportamiento

El juego desenfrenado o ludopatía es una adicción a jugar, generalmente apostando dinero; este comportamiento estimula sistemas cerebrales de recompensa, como sucede con las drogas y el alcohol, lo que empuja al jugador a jugar o apostar seguido, y en muchas ocasiones a ocultar su comportamiento a familiares y amigos. El ludópata ha perdido el control sobre el juego. Éste lo domina a él.

La ludopatía es el deseo imperativo por apostar y apostar, sin atender a las consecuencias negativas que ocasiona ese comportamiento en la vida del jugador y su entorno. Cuando el jugador apuesta, lo hace con la intención de arriesgar algo que valora: salario, ahorros, inversiones, propiedades, etc., tanto propios como ajenos por robo o fraude, con la esperanza de que si gana recibirá algo de un valor mayor.

Es un trastorno grave, una adicción del comportamiento parecida a una adicción física o a sustancias, que por lo general comienza como un entretenimiento y poco a poco va absorbiendo la atención y todas las energías del jugador. “Las personas que juegan y apuestan de manera compulsiva es común que tengan problemas de abuso de sustancias y sufran trastornos de personalidad, depresión o ansiedad. La ludopatía también puede estar asociada a varios trastornos, como el bipolar, el obsesivo compulsivo y el de déficit de atención con hiperactividad”, afirma el psiquiatra Néstor Torres, miembro de la Asociación Colombiana de Psiquiatría.

Hasta los años ochenta del siglo pasado la ludopatía fue considerada un problema de control de impulsos. A partir de los años noventa se cambió por completo su concepción y se incluyó en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en inglés), de la American Psychiatric Association (Asociación Estadounidense de Psiquiatría, APA), como un trastorno de adicción. En las décadas recientes se la concibe como una enfermedad que presenta un fuerte rasgo fisiológico.

Ricardo Oviedo (el nombre real fue cambiado por peteción de la fuente) fue jugador compulsivo de ruleta entre los 18 y los 33 años. En esos 15 años perdió un matrimonio, su hogar y varios empleos. Desfalcó empresas, dilapidó más de 500 millones de pesos en apuestas. Hoy dice que el juego “es como un parásito, como una rémora que le roba todo a uno; roba energía, que se va para otro lado y nos impide dar el mayor potencial. Sin el juego, yo hubiera dado un mayor potencial, un mayor rendimiento en lo académico, lo laboral, lo social, lo emocional y lo personal. Uno pierde todo mientras sostiene la mentira de que no tiene ningún problema, de que puede dejar de jugar cuando quiera”.

Ricardo lleva más de diez años en el grupo de apoyo de Jugadores Anónimos (JA) Liberación, con sede en Bogotá. Gracias a esta experiencia, hoy afirma que hay defectos de carácter, de personalidad en los jugadores, que contribuyen o refuerzan la adicción por el juego. Por ejemplo el ego excesivo, cuando el jugador se dice a sí mismo: “Yo puedo con el juego”, “yo entiendo el juego”, “yo lo puedo controlar”, “puedo dejar de jugar cuando quiera”, “mi problema es de dinero”... en este camino cae en el negacionismo. También influyen la vanidad, la pereza, la envidia, la ambición y el individualismo.

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*Ilustraciones por Jhon Varón. Instragram: @jhon.varon.art

Del juego por placer al juego por necesidad

“Comencé adolescente jugando dados en mi casa y en la de amigos”, recuerda Oviedo sin nostalgia. “En el case se apostaban dinero, relojes, celulares. El juego es una cuestión loquísima, es algo de una naturaleza impredecible. A mediados de los años noventa inicié en la universidad y con un par de amigos fui a jugar a un casino en Unicentro. Tenía 18 años. Quedé enganchado. Cuatro años después ya sabía que tenía un problema con el juego. Sentí como una aceptación y una frustración al tiempo. Seguí varios procesos de rehabilitación con profesionales, hice promesas que no cumplí. En un momento creí que ya no sería capaz de parar de jugar. Cuando llegué a la comunidad de JA, psicológica y emocionalmente me sentía desahuciado, porque pensaba que ya iba a morir así, después de haberlo intentado y fracasado tanto, consciente del problema y su gravedad. A la vez fui con un sentimiento de impotencia. Gracias al programa de los 12 pasos de JA me salvé y recuperé mi autoestima”.

María del Pilar Jaime, psiquiatra, directora de la Fundación Juego Patológico, afirma: “Los jugadores patológicos sufren mucho. Ellos saben que en el fondo se están gastando el dinero que no tienen. Inicialmente pueden tener algo de suerte y ganan, entonces comienzan a decirse que ese es su día, y siguen jugando, porque creen que van a seguir ganando siempre. He tenido pacientes que he internado por intento de suicidio. Tienen mucha culpa por lo que están haciendo. El infierno del jugador es terrible, porque no puede dejar de hacerlo. Buscan el pensamiento mágico de que el mismo juego les va a solucionar su problema”.

Factores de riesgo

Desde el conocimiento y experiencia de psiquiatras y psicólogos, hay determinados factores de riesgo que inciden para que una persona pueda caer en el juego patológico, a pesar de que la mayoría de los aficionados al juego, las apuestas o la lotería nunca llegarán a padecer problemas.

Como afirma el psiquiatra Néstor Torres, hay trastornos de salud mental. Pero también se ha comprobado que existen ciertas características de personalidad que convierten a alguien en propenso a la ludopatía, como el hecho de “ser una persona muy competitiva, adicta al trabajo, impulsiva, inquieta o que se aburre fácilmente”. También jugar y apostar en la infancia y la adolescencia: influye la presencia o acompañamiento de familiares o amigos que han sido seducidos por el juego.

“Los ludópatas sufren de trastornos de personalidad límite. En las evaluaciones psicológicas que les hacemos a los pacientes, el resultado que más destaca es que la mayoría son personas impulsivas, es decir, no piensan, simplemente actúan. Así son también en el juego. En un momento dado dicen ‘Metámoslo todo, que nos va a ir mucho mejor’, llevados por el impulso. Hay también trastorno depresivo en los ludópatas, muchos presentan déficit de atención en la infancia y la adolescencia, narcisismo, paranoia, depresión y ansiedad, pero el rasgo característico de ellos es la impulsividad, y buscan en el juego una vía de escape”, señala la doctora Jaime.

Es más frecuente en jóvenes y personas de mediana edad; en hombres que en mujeres, pero en los últimos años, los patrones de juego tanto de unos como de otras se han equiparado. Sin embargo, las mujeres, por lo general, comienzan a jugar a una edad avanzada, lo que aumenta el riesgo de que se conviertan en adictas con mayor rapidez.

El dato
19% de los colombianos se encuentran en riesgo de convertirse en adictos a los juegos de azar. 
    

Atención integral para los ludópatas colombianos

Colombia es un país culturalmente abierto al juego de azar y a las apuestas. En todas las regiones y culturas se encuentra una festiva predisposición a retar la suerte. De acuerdo con el psiquiatra Néstor Torres, la región del país en donde se ha establecido una mayor tendencia a jugar es la costa Caribe. Pero en Bogotá vive el mayor número de jugadores patológicos del país. Por lo general son personas entre los 20 y los 35 años de edad. Para los expertos, una de las explicaciones es la alta disponibilidad de casinos en casi todos los centros comerciales de la ciudad.

El estudio Juego patológico en usuarios de casinos en Bogotá: prevalencia y relaciones con consumo de alcohol, búsqueda de sensaciones y patrones de juego, del psicólogo José Ignacio Ruiz Pérez, de la Universidad Nacional, publicado en 2009, reveló que el 49,1 % de los clientes que jugaba en casinos de la capital eran “sujetos con probable juego patológico”.

En el país, la ludopatía ha comenzado a ser considerada un problema de salud pública y mental. El 2 de septiembre de 2020, el diario El Espectador publicó la noticia de que un grupo de congresistas presentaría un proyecto de ley con la pretensión de “promover una atención preventiva e integral para aquellos colombianos adictos al juego y a su entorno familiar”.

Uno de los argumentos de los legisladores es que el 19 % de los colombianos se encuentra en riesgo de convertirse en adicto a los juegos de azar. En 2019, “con el auge de Internet, Coljuegos calculó que había 2,5 millones de colombianos registrados para jugar en los 17 operadores de apuestas en línea que han sido autorizados en solo dos años”, informó El Espectador.

Ya en 2006, el médico Mauricio Bahamón, del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Universidad Javeriana, había establecido en su investigación Juego patológico: revisión de tema, publicada en la Revista Colombiana de Psiquiatría (volumen XXXV, número 39), que la ludopatía está subdiagnosticada y subtratada en Colombia.

Entre los diversos factores ambientales que estimulan la patología del juego en los casinos, Ruiz Pérez ha encontrado que el diseño y la decoración de estos lugares inciden; por ejemplo, el hecho de que no tengan ventanas que puedan informar sobre el paso del día y la noche, que no haya relojes por ningún lado, que la iluminación sea tenue, opaca, para que contraste con las de los juegos, que es colorida, y que las máquinas, en especial cuando hay un ganador, suenen con estridencia y de una manera particular. También destaca la desmedida atención que les ofrecen allí a los jugadores habituales, a quienes les regalan bebidas alcohólicas y comidas, dependiendo del monto de sus apuestas.

Ante ello, el proyecto busca generar espacios de atención preventiva para los directamente afectados y crear en el Estado espacios institucionales en los que la salud mental y el cuidado psicológico sean herramientas para prevenir y remediar la ludopatía.

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¿De dónde viene?

La ludopatía tiene un origen muy complejo y difícil de determinar en muchos casos, porque puede ser producto de una combinación de factores biológicos, genéticos y ambientales (sociales y familiares). Cada caso es particular, único, pero siempre es reconocida por cuatro alteraciones de la conducta que son comunes entre quienes la padecen:

  1. Impaciencia adictiva o ansias por satisfacer las ganas de jugar. Síndrome de abstinencia, que aparece con la interrupción del juego en forma de inquietud o irritabilidad (ansiedad).

  2. Falta de control sobre sí mismo.

  3. Tolerancia o aumento continuo de la cantidad de juego y de dinero para lograr placer.

  4. Hay grupos que son más susceptibles a caer en conductas compulsivas frente al juego: las personas pensionadas, las personas viudas y, en general, las personas solitarias o que no tienen una red de apoyo comunitario o familiar sólido.

Tratamiento

La experiencia ha demostrado que el mejor especialista para ayudar a un ludópata en su recuperación es el psiquiatra o psicólogo experto en este trastorno. El tratamiento comienza con una evaluación completa del jugador por medio de unos test confirmatorios; todo lo que se encuentra en ellos se anota en la historia clínica.

El tratamiento para la ludopatía tiene unas particularidades que lo diferencian de los que se aplican en caso de otras adicciones. Generalmente es un tratamiento ambulatorio, sin internamiento, al que los pacientes asisten tres días a la semana a citas con psiquiatría y psicología.

En las sesiones se les dan directrices y se asignan tareas que el paciente puede hacer solo o con acompañamiento familiar. En el tratamiento de la ludopatía la familia se considera coterapeuta. También se les da psicoeducación, para que puedan solucionar o aliviar las disfunciones y puedan enfrentar con herramientas los momentos críticos del familiar en tratamiento.


 *Cronista, corrector de estilo y frecuente colaborador de Bienestar Colsanitas.

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