La Multiplicación de los Cuadros es el nuevo proyecto del artista Álvaro Barrios que presenta la Galería El Museo, en Bogotá, hasta el miércoles 29 de noviembre.
“Yo nunca pienso que voy a hacer una obra maestra o que haré algo que se convertirá en un hito. Me siento deslumbrado por el mundo y por mi misma capacidad interna. Es como una luz que uno recibe. Es algo superior. Alguien lo podría llamar Dios, pero prefiero decirle ‘punto omega’, como lo nombraba el filósofo Pierre Teilhard de Chardin”, dice Álvaro Barrios.
El quehacer artístico para Barrios es un tema netamente espiritual ligado a la idea de ser siempre joven. Joven en el sentido de estar abierto al cambio, a recibir nuevas ideas y escuchar otras opiniones. “No le tengo miedo al día que cumpla 80, que no está tan lejos. Le tengo miedo a ser viejo a cualquier edad. Con el tiempo me ha parecido que la gente de la cual me alejé fueron personas que se quedaron en el mismo lugar, que se volvieron muy conservadoras”, recuerda.
Álvaro Barrios nació en 1945 y a los cuatro años, en Barranquilla, manifestó sus primeros indicios del apropiacionismo, práctica artística que consiste en el uso de imágenes, íconos, escenas y textos de diversas obras reconocidas en la obra de otro autor. De manera intuitiva, sin saber leer ni escribir, agarró un lápiz y dibujó idéntico el cabezote del periódico La Prensa sobre una hoja.
Aunque de niño asistió a cursos de pintura y su facilidad técnica era evidente, pensaba que no iba a ser un buen artista. Cuando terminó el colegio se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad del Atlántico, pero rápidamente se desmotivó por los exámenes orales. Le tenía pavor a hablar en público. Un año después se pasó a Arquitectura, y durante los ocho semestres que alcanzó a tomar asistió de manera paralela a las clases de Artes Plásticas de la misma universidad.
A los 22 años, invitado por Marta Traba, presentó su primera exposición individual en el Museo de Arte Moderno de Bogotá y ese mismo año, en 1967, viajó a Italia. Estudió Historia del Arte en la Universidad para Extranjeros de Perugia y en la Fundación Giorgio Cini de Venecia, ciudad en la que tuvo su primer contacto directo con la obra de Marcel Duchamp.
Por ser un inquieto y asiduo lector, Barrios ya conocía del artista francés cuando en su adolescencia leyó entrevistas de largo aliento sin una sola imagen en las que Duchamp sostenía que el arte era un espejismo que debía estar empapado de poesía y conocimiento. Esta idea lo influenció profundamente y fue el inicio de una constante reflexión en torno a la obra de Duchamp.
La Multiplicación de los Cuadros
Este proyecto, que presenta la Galería El Museo, en Bogotá, “pone en escena una vez más su entramado de apropiaciones, poesía, lugares y paisajes diversos”, explica Elías Doria, curador de la exposición. En un inmenso políptico de ocho metros y medio de ancho, exhibido por primera vez en 2013 en una gran retrospectiva que tuvo lugar en el Museo de Arte del Banco de la República, Barrios reconfigura un mar tormentoso en el que hubo una pesca milagrosa.
“Este políptico me sirvió tanto para despegar a otras dimensiones como para despegarme de Duchamp. Es el último cuadro en el que lo menciono. Buda decía que el conocimiento es como una balsa que sirve para llegar a la otra orilla, no para llevarla consigo. Ya se cumplió la misión de Duchamp en mí. No puedo cargarlo eternamente. Me trajo a la otra orilla y estoy recién llegado. Apenas presentando el pasaporte”, comenta Barrios.
Como una escena cinematográfica, la premisa de esta obra se sumerge en un sueño profundo que ilustra una de las fantasías escritas por Barrios en 1980, según la cual unos apóstoles pescan en un mar tormentoso y, en lugar de peces, rescatan cuadros emblemáticos del arte moderno y contemporáneo que en su orden de composición van desde Piet Mondrian hasta Antonio Caro.
Los icónicos Colombia de Caro, esta vez firmados por Barrios, se multiplican en la sala y aparecen de nuevo en la pared continua como ondeantes banderas en cuatro versiones de La libertad guiando al pueblo de Delacroix. De igual manera ocurre con la obra Canción de cuna de Beatriz González, que el artista reprodujo en un contexto tan onírico que dentro de una misma habitación se reúne con personajes de Dick Tracy y una calavera de Damien Hirst.
En el panorama artístico
“Para mí, Álvaro Barrios es una figura que genera una bisagra. Él, en cierta medida, recoge las banderas del arte moderno, del virtuosismo formal y de la sofisticación material de las prácticas artísticas, pero se sustenta en reflexiones conceptuales”, explica Jaime Cerón, curador jefe de arte del Museo Nacional de Colombia. “Es un conceptualista peculiar porque, aunque su obra sea muy crítica e intelectual, tiene una base material que es muy poderosa”, añade.
Álvaro Barrios es uno de los artistas más brillantes de su generación. En 1974 participó en la IX Bienal de Tokio, donde lo premiaron con la Medalla de Oro por uno de sus Grabados populares, proyecto que ha venido trabajando desde 1972 y que desde que vio la luz en periódicos barranquilleros como El Heraldo y Diario del Caribe, rompió con la idea de los grabados de edición limitada. Hace casi 20 años el Museo de Arte Moderno de Nueva York adquirió para su colección más de 30 de sus grabados que fueron publicados entre 1972 y 2004. El próximo domingo 19 de noviembre en El Espectador saldrá uno nuevo.
Además del MoMA, la obra de Barrios pertenece a otras instituciones internacionales como el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago, el Brooklyn Museum y el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, en La Habana. Sin duda, uno de los grandes atractivos de su trabajo consiste en que su espíritu audaz ha superado el miedo al cambio y se ha negado a repetir fórmulas. Finalmente, el secreto de la eterna juventud consiste en ser siempre nuevo y arriesgarse a dar el paso hacia el futuro misterioso.
Galería El Museo
Calle 80 No. 11-42, Bogotá
Horarios
Lunes a viernes de 9:30 a 6:30 p.m.
Sábados de 11 a.m. a 6:30 p.m.
“Yo nunca pienso que voy a hacer una obra maestra o que haré algo que se convertirá en un hito. Me siento deslumbrado por el mundo y por mi misma capacidad interna. Es como una luz que uno recibe. Es algo superior. Alguien lo podría llamar Dios, pero prefiero decirle ‘punto omega’, como lo nombraba el filósofo Pierre Teilhard de Chardin”, dice Álvaro Barrios.
El quehacer artístico para Barrios es un tema netamente espiritual ligado a la idea de ser siempre joven. Joven en el sentido de estar abierto al cambio, a recibir nuevas ideas y escuchar otras opiniones. “No le tengo miedo al día que cumpla 80, que no está tan lejos. Le tengo miedo a ser viejo a cualquier edad. Con el tiempo me ha parecido que la gente de la cual me alejé fueron personas que se quedaron en el mismo lugar, que se volvieron muy conservadoras”, recuerda.
Álvaro Barrios nació en 1945 y a los cuatro años, en Barranquilla, manifestó sus primeros indicios del apropiacionismo, práctica artística que consiste en el uso de imágenes, íconos, escenas y textos de diversas obras reconocidas en la obra de otro autor. De manera intuitiva, sin saber leer ni escribir, agarró un lápiz y dibujó idéntico el cabezote del periódico La Prensa sobre una hoja.
Aunque de niño asistió a cursos de pintura y su facilidad técnica era evidente, pensaba que no iba a ser un buen artista. Cuando terminó el colegio se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad del Atlántico, pero rápidamente se desmotivó por los exámenes orales. Le tenía pavor a hablar en público. Un año después se pasó a Arquitectura, y durante los ocho semestres que alcanzó a tomar asistió de manera paralela a las clases de Artes Plásticas de la misma universidad.
A los 22 años, invitado por Marta Traba, presentó su primera exposición individual en el Museo de Arte Moderno de Bogotá y ese mismo año, en 1967, viajó a Italia. Estudió Historia del Arte en la Universidad para Extranjeros de Perugia y en la Fundación Giorgio Cini de Venecia, ciudad en la que tuvo su primer contacto directo con la obra de Marcel Duchamp.
Por ser un inquieto y asiduo lector, Barrios ya conocía del artista francés cuando en su adolescencia leyó entrevistas de largo aliento sin una sola imagen en las que Duchamp sostenía que el arte era un espejismo que debía estar empapado de poesía y conocimiento. Esta idea lo influenció profundamente y fue el inicio de una constante reflexión en torno a la obra de Duchamp.
La Multiplicación de los Cuadros
Este proyecto, que presenta la Galería El Museo, en Bogotá, “pone en escena una vez más su entramado de apropiaciones, poesía, lugares y paisajes diversos”, explica Elías Doria, curador de la exposición. En un inmenso políptico de ocho metros y medio de ancho, exhibido por primera vez en 2013 en una gran retrospectiva que tuvo lugar en el Museo de Arte del Banco de la República, Barrios reconfigura un mar tormentoso en el que hubo una pesca milagrosa.
“Este políptico me sirvió tanto para despegar a otras dimensiones como para despegarme de Duchamp. Es el último cuadro en el que lo menciono. Buda decía que el conocimiento es como una balsa que sirve para llegar a la otra orilla, no para llevarla consigo. Ya se cumplió la misión de Duchamp en mí. No puedo cargarlo eternamente. Me trajo a la otra orilla y estoy recién llegado. Apenas presentando el pasaporte”, comenta Barrios.
Como una escena cinematográfica, la premisa de esta obra se sumerge en un sueño profundo que ilustra una de las fantasías escritas por Barrios en 1980, según la cual unos apóstoles pescan en un mar tormentoso y, en lugar de peces, rescatan cuadros emblemáticos del arte moderno y contemporáneo que en su orden de composición van desde Piet Mondrian hasta Antonio Caro.
Los icónicos Colombia de Caro, esta vez firmados por Barrios, se multiplican en la sala y aparecen de nuevo en la pared continua como ondeantes banderas en cuatro versiones de La libertad guiando al pueblo de Delacroix. De igual manera ocurre con la obra Canción de cuna de Beatriz González, que el artista reprodujo en un contexto tan onírico que dentro de una misma habitación se reúne con personajes de Dick Tracy y una calavera de Damien Hirst.
En el panorama artístico
“Para mí, Álvaro Barrios es una figura que genera una bisagra. Él, en cierta medida, recoge las banderas del arte moderno, del virtuosismo formal y de la sofisticación material de las prácticas artísticas, pero se sustenta en reflexiones conceptuales”, explica Jaime Cerón, curador jefe de arte del Museo Nacional de Colombia. “Es un conceptualista peculiar porque, aunque su obra sea muy crítica e intelectual, tiene una base material que es muy poderosa”, añade.
Álvaro Barrios es uno de los artistas más brillantes de su generación. En 1974 participó en la IX Bienal de Tokio, donde lo premiaron con la Medalla de Oro por uno de sus Grabados populares, proyecto que ha venido trabajando desde 1972 y que desde que vio la luz en periódicos barranquilleros como El Heraldo y Diario del Caribe, rompió con la idea de los grabados de edición limitada. Hace casi 20 años el Museo de Arte Moderno de Nueva York adquirió para su colección más de 30 de sus grabados que fueron publicados entre 1972 y 2004. El próximo domingo 19 de noviembre en El Espectador saldrá uno nuevo.
Además del MoMA, la obra de Barrios pertenece a otras instituciones internacionales como el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago, el Brooklyn Museum y el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, en La Habana. Sin duda, uno de los grandes atractivos de su trabajo consiste en que su espíritu audaz ha superado el miedo al cambio y se ha negado a repetir fórmulas. Finalmente, el secreto de la eterna juventud consiste en ser siempre nuevo y arriesgarse a dar el paso hacia el futuro misterioso.
Galería El Museo
Calle 80 No. 11-42, Bogotá
Horarios
Lunes a viernes de 9:30 a 6:30 p.m.
Sábados de 11 a.m. a 6:30 p.m.
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