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vivir el momento presente

¿Por qué es tan difícil vivir el momento presente?

Ilustración
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“Vive el presente”, “Concéntrate en el ahora, “Disfruta el momento”… Todas son variaciones de una misma idea promovida por psicólogos, terapeutas y coaches motivacionales. Sin embargo, esta práctica budista que el mindfulness ha divulgado por el mundo es una de las más difíciles de completar. ¿Por qué? Aquí algunas ideas.

En un artículo académico, el investigador Rupert Gethin señala que el término mindfulness lo utilizó por primera vez el erudito británico T. W. Rhys Davids en 1881 para traducir al inglés el concepto budista de sati, que implica la “conciencia momento a momento de los acontecimientos presentes”. Antes de él, los diccionarios no traducían el concepto, sino que simplemente lo definían usando expresiones como “recordar”, “rememorar”, “traer a la mente”, “ser consciente de algo” o, incluso, como “estado activo de la mente” y “fijar la mente en algo”.

Solo hasta la segunda mitad del siglo pasado el término adquirió la connotación psicológica que carga ahora, luego de que la Universidad de Massachusetts diseñara en 1979 un programa enfocado en la reducción del estrés con base en un modelo de inspiración budista impulsado por el primer gurú del tema, el médico Jon Kabat-Zinn. Fue a partir de entonces que la idea tomó el impulso que la llevó a ser la práctica de vida para el nuevo milenio, con la característica de que la complejidad espiritual del budismo se redujo simplemente a la práctica de vivir el presente.

Esa facultad, a medio camino entre la psicología y la espiritualidad, sumada a un ritmo de vida cada vez más vertiginoso, hizo del mindfulness una necesidad y un ritual de cuidado personal cotidiano con la llegada de los 2000. Tal como señala el artículo “The big idea: why you shouldn’t always try to live in the moment”, publicado en el periódico The Guardian, la tecnología intensificó la necesidad del mindfulness para después darnos las soluciones ante ella: el mercado de apps de meditación valió 97.6 millones de dólares en el 2021 y se calcula que crecerá hasta los 307.1 millones para el 2030. Así mismo, basta una búsqueda rápida en YouTube para encontrar decenas de charlas TED (dictadas por expertos en la materia) sobre cómo vivir el presente.

Lo interesante es que tal bombardeo de información revela la otra cara del término: vivir el presente es realmente difícil. Aunque se ha vuelto un mandato cotidiano, hace falta una verdadera destreza para cumplirlo. En el libro Mindfulness en la vida cotidiana: Donde quiera que vayas, ahí estás, de 1994, Kabat-Zinn definió para las nuevas generaciones esta práctica con la premisa de “prestar atención de una manera particular: a propósito, en el momento presente y sin emitir juicios”. Y allí está planteada su principal dificultad: se trata de una práctica que debe hacerse de manera consciente (a propósito), para aceptar el presente tal como es y no como hubiéramos deseado que fuera ni cómo creemos que podría ser (sin emitir juicios).Prestar atención al presente, por tanto, en gran medida es el ejercicio de no prestar atención al pasado o al futuro, es decir, entender el tiempo como un conjunto de instantes aislados en los cuales podemos detenernos individualmente, como cuando miramos el fotograma de una película. El llamado del mindfulness insta a aislar el ahora de las presiones que vienen de los otros dos tiempos: limpiar este momento de la nostalgia o la desilusión o la añoranza del pasado y de la esperanza o la ilusión o la ansiedad del futuro.

Y digo que es un ejercicio porque no es un movimiento natural para ningún ser humano en la medida en que nuestra mente está brincando entre tiempos y espacios mientras que nuestro cuerpo sí está anclado a un solo tiempo y espacio. Podemos estar físicamente mirando el atardecer, pero estar recordando a alguien con quien vimos algún otro atardecer o fantaseando con alguien con quien quisiéramos ver un nuevo atardecer; incluso, siendo más triviales, vemos el atardecer recordando el trabajo que no hicimos durante el día y formulando las maneras en que lo haremos apenas se oculte el sol. El ejercicio está en cercar a propósito nuestro proceso de pensamiento para que sea uno enfocado únicamente en el ahora.

El mercado de apps de meditación valió 97.6 millones de dólares en el 2021 y se calcula que crecerá hasta los 307.1 millones para el 2030.

No obstante, una complejidad adicional del término es que el ahora se diluye apenas lo pronunciamos y pasa a formar parte de nuestro pasado inmediato: cada nuevo segundo se suma a la lista de cosas que debemos recordar. El ahora es parte de un continuo del que también forman parte los otros dos tiempos. La propuesta del mindfulness es aislar el ahora para evitar que esos otros dos tiempos nos invadan con pensamientos intrusivos que afecten nuestro ánimo, nuestra mente e, incluso, nuestro cuerpo. En teoría, al aislar este “ahora” podemos evitar la rumiación de esas cosas que no dijimos o no hemos dicho aún, por ejemplo. En otras palabras, vivir en este instante nos permitiría dejar de tener con nosotros mismos esas conversaciones que siempre vienen cargadas de juicio.

Según Kabat-Zinn y los muchos expertos sobre el tema de las charlas TED, en teoría, esa es una de las principales ventajas del mindfulness: disminuir el malestar generado por los juicios que emitimos sobre nosotros mismos en relación con las decisiones que hemos tomado en el pasado y con las que debemos tomar en el futuro. Pero de ella se desprende otro par. La primera es poder concentrarnos en un solo objetivo, en vista de que no somos seres todopoderosos que resuelven múltiples problemas simultáneamente. La segunda es lograr conectarnos con la realidad, es decir, con lo que tenemos en frente y con quienes nos rodean. A partir de ello, podemos esperar alcanzar cierto nivel de bienestar emocional, espiritual y físico y, por ese camino, la anhelada felicidad.

Para conseguirlo hay distintas técnicas, desde trabajar la respiración hasta fijar un punto en el horizonte. La repetición llevará a la maestría en la práctica y los resultados aparecerán eventualmente. La vida comenzará a ser una experiencia consciente minuto a minuto, fotograma a fotograma, en donde el “ahora” entrará en el cuerpo como un instante de conexión plena con el mundo. Experimentaremos el “estado activo de la mente” del sati budista, tal como se definía antes de Rhys Davids, a pesar de que la otra mitad del concepto se haya perdido en el camino (no hay que olvidar que otras de sus definiciones eran “rememorar” y recordar”). La hermosa paradoja del sati yace en su capacidad de activar la mente para, desde el presente, convocar los otros tiempos. El sati no promueve el aislamiento temporal, sino su conexión.En la novela Mi año de descanso y relajación, la escritora norteamericana Ottessa Moshfegh satiriza el boom de las búsquedas espirituales de comienzo de este siglo mediante un personaje que se vale de medicamentos para conseguir dormir un año ininterrumpido como parte de un intento de huir del pasado y de lo que le depara el futuro. Busca una forma de desconexión temporal que le apunta a una consciencia que es una no-consciencia. Una de las preguntas que recorre la novela va sobre la línea fronteriza que separa estos dos estados de la mente. Y también es una pregunta que sobrevuela al mindfulness.

El llamado del mindfulness insta a aislar el ahora de las presiones que vienen de los otros dos tiempos: el pasado y el futuro.

De hecho, en un artículo publicado en el periódico El País, de España, los autores del libro Aprende a resolver lo que te hace sufrir, bestseller sobre el tema, señalan que la principal ventaja del mindfulness también esconde su principal crítica. Vivir en el presente o estar atentos al ahora puede ser una cortina de humo que imposibilite resolver las causas de la inatención, es decir, los malestares que vienen del pasado o del futuro: “En realidad, el pensamiento se acalla cuando se resuelve aquello que lo agita, lo que significa que estar en el presente es estar atento a lo que ocurre, tanto fuera como dentro de uno mismo”. Y esto acarrea, a su vez, un segundo inconveniente: la desconexión con el pasado puede malinterpretarse como un mecanismo para evadir la responsabilidad o las consecuencias de los actos. Lo que se resume muy bien en la broma que llevan a cabo los personajes de la serie How I Met Your Mother cuando dicen que dejarán los problemas de su presente para que los resuelvan sus yo del futuro.

Frente a ello, los autores proponen una aproximación distinta a la noción de vivir en el presente centrándose en la idea de prestar atención primero a los pensamientos (todos, sin excepción) para perder el miedo a explorar las emociones que estos generan; no se trata de reprimirlos sino de resolverlos. Según ellos, a medida que estos malestares se resuelven el pensamiento se acallará. “Ser consciente, estar en el presente, se convierte entonces en la herramienta que da la oportunidad de entender mejor la realidad, y de aprender a resolver esos conflictos que impiden ser feliz”, dicen. Y luego agregan: “No se trata de controlar sino de descubrir y entender cosas nuevas”.

- Este artículo hace parte de la edición 191 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.

Brian Lara

Periodista. Colaborador frecuente de Bienestar Colsanitas y de Bacánika.