Clavadista de alto rendimiento hasta la adolescencia, investigadora de prestigio y docente apasionada, Luz Kelly Anzola es la directora del área de Medicina Nuclear de Colsanitas, desde donde le ha dado visibilidad a esta especialidad en Colombia.
Cada mañana, en una sala de lectura de imágenes diagnósticas, la doctora Kelly Anzola analiza diferentes órganos en una pantalla grande. Una de esas mañanas, mientras observa una serie de manchas que corresponden a un riñón, le dice a un médico residente que está a su lado:
—Hay algo súbito que le dice a uno la foto. ¿Se acuerda que se lo dije alguna vez? Eso usted lo tiene que ir desarrollando. Eso se llama el fenómeno de Gestalt: lo que le dice intuitivamente la imagen.
Luz Kelly Anzola se ha pasado más de un tercio de su vida viendo imágenes y tomando nota sobre lo que ve. “Y todos los días veo cosas nuevas”, dice. Lo que ve son manchas en blanco y negro y, en menor medida, a color.
—Me gusta esta rama de la medicina porque no tengo la zozobra de estar viendo pacientes, ni trabajo con la presión de la consulta ni de las urgencias. Yo me tomo mi tiempo, miro, miro, miro, y si no entiendo lo que veo, me voy a casa y estudio.
Más tarde, en la calle, suena una sirena. Vamos a bordo de su carro, un deportivo convertible.
—A mí ese ruido me estresa, porque me imagino que están llevando a una persona que se está ahogando —dice Kelly, mientras se orilla para darle paso a la ambulancia.
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Su niñez transcurrió entre el amor por los animales y los juegos en una Cali que tenía aún aires de pueblo. Por las tardes iba a la Escuela de Bellas Artes donde estudiaba su madre, una mujer independiente y resuelta que le decía: “Tienes que destacarte y salir del tarullal. Nunca vayas a ser mediocre”.
Nunca lo ha sido. La vida de Kelly Anzola ha sido siempre una continua aspiración a la excelencia.
—En el colegio no me servía el segundo puesto, siempre buscaba el primero —dice para subrayar la fuerza de voluntad que la caracteriza y que le ha permitido destacarse y no ser una más del montón, que su madre llamaba “tarullal”.
Sus primeras inquietudes relacionadas con las ciencias naturales coincidieron con el inicio de una pasión por el deporte que todavía conserva.
La doctora Anzola es la única médica nuclear en Colombia con PhD. Obtuvo su grado en la Universidad de Groningen (Holanda).
—En el barrio había un campeón nacional de clavados, muy amigo de la casa, y yo le decía a mi mamá que quería hacer lo mismo que él. Entonces me llevó a las Piscinas Panamericanas de Cali y empecé a entrenar. Estuve en la Selección Colombia de Clavados. Su adolescencia estuvo repartida entre el salón de clases y el trampolín, pero sufrió un giro drástico el año en que la familia se vino a vivir a Bogotá.
—Fue horrible para mí llegar acá, a Bogotá, porque dejé de entrenar en las piscinas. Durante los tres años siguientes compaginó el colegio con clases de piano en el Conservatorio de la Universidad Nacional. Mientras tanto, la vocación científica se hacía sentir cada vez con más fuerza. Le inquietaba saber cómo eran los seres vivos por dentro. La anatomía, la química, la biología despertaban su curiosidad e incipiente interés investigativo. Finalizando el bachillerato se le metió en la cabeza que quería ser médica.
Estudió Medicina en la Universidad Javeriana y realizó su semestre de práctica rural en un pueblo trastornado por el narcotráfico. El primer fin de semana de turno en el hospital, la joven doctora se estrelló con una realidad que le heló la sangre: uno tras otro, llegaban cuerpos acuchillados, despellejados a machete, baleados por ajustes de cuentas. De allí salió con la certeza de que la cirugía no era lo suyo.
—No tengo motricidad fina, por eso no me gustaba operar. Soy muy visual, y como desde el pregrado me gustaron las imágenes diagnósticas, quise especializarme en medicina nuclear.
En este campo encontraría el mejor alimento para su hambre de conocimiento. Con los años, la medicina nuclear aplicada a la ortopedia se convertiría en su gran pasión.
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La medicina nuclear es una rama de la medicina que estudia la anatomía y función de los órganos del cuerpo mediante imágenes que se obtienen detectando la emisión de energía de una sustancia radiactiva previamente suministrada al paciente.
La medicina nuclear puede ver una enfermedad antes que otras especialidades. Puede descubrir una fractura o un tumor primero que otro tipo de imágenes. Dicho en otras palabras, puede ser un camino más expedito hacia diagnósticos precoces. Siendo ya especialista, Kelly entró a trabajar a Colsanitas en 1993, y desde entonces, armada de disciplina y audacia, la suma de logros en su carrera no ha hecho sino crecer.
A lo largo de una vida intensa, dos reveses la han enfrentado con la oscuridad de una manera desafiante: un cáncer de seno que la hizo más fuerte pero también más sensible al dolor de los otros, y la muerte de su madre.
“Estudié una molécula que permite hacer diagnósticos de enfermedades inflamatorias de origen inmunológico, como la artritis o el Sjögren”.
—Ha sido el evento más fuerte de mi vida. Me rompió en dos. Mi mamá era una mujer incansable y de vanguardia. Nunca cogió una pancarta, pero era una verdadera feminista. Luchadora, emprendedora, buscadora de la excelencia.
Su paso por las universidades de Maryland, Chicago y Harvard le proporcionó una práctica y un entrenamiento en métodos de investigación que le han servido para enriquecer su producción científica, su ejercicio clínico y su trabajo como docente y directora del posgrado en Medicina Nuclear de Unisanitas.
La doctora Anzola es la única médica nuclear en Colombia con PhD. En su tesis doctoral, presentada a la Universidad de Groningen (Holanda), estudió una molécula que permite hacer diagnósticos de enfermedades inflamatorias de origen inmunológico, como la artritis o el Sjögren. Pero antes de ser considerada una pionera en su especialidad y punto de referencia a nivel local e internacional, Anzola tuvo que hacer frente a fuerzas hostiles que rechazaban sus ideas audaces.
—Para los ortopedistas yo era como una hereje, porque traía ideas nuevas. Me han tratado de loca por los temas innovadores que le recuerdan a la gente su ignorancia, y el médico es arrogante en su ignorancia. Muchas veces salí llorando de las reuniones, porque los colegas no me creían. Pero esa fue la mejor motivación para no parar de estudiar.
Su niñez transcurrió entre el amor por los animales y los juegos en una Cali que tenía aún aires de pueblo.
En efecto, sus argumentos han sido un desafío al medio. Pocos médicos le creían cuando exponía sus hallazgos. La mayoría no lograba comprender cómo unas imágenes tan difíciles de analizar podían ser, por ejemplo, una infección. En cambio, otros colegas, como Gilberto Sanguino, una autoridad en lesiones deportivas, sí le prestaban atención y la animaban a seguir investigando.
—Kelly fue haciendo, a través de los años, una importante tarea de educación y sensibilización —dice el doctor Sanguino—. Gracias, en gran medida, a su trabajo, hoy la medicina nuclear es un pilar fundamental en muchísimas de las enfermedades que tenemos que manejar.
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Tras un día intenso Anzola se sienta a investigar, y no es raro que la medianoche la sorprenda perfilando los detalles de un artículo que está escribiendo. Es autora de dos libros (uno sobre rodilla y otro sobre columna), de varios capítulos en libros de ciencia y de más de una veintena de publicaciones académicas en revistas internacionales.
Hay que verla en su oficina hablando con sus colaboradores, en su casa acompañada de su hijo o conversando por teléfono con un amigo, para darse cuenta de su humor negro, de la agreste sinceridad que la caracteriza y de la alegría que irradia. Quienes la conocen saben que no ha sucumbido a la arrogancia ni a la vanidad.
“Desde niña me inquietaba saber cómo eran los seres vivos por dentro”.
Luego de ejercitarse durante hora y media en la piscina olímpica donde nada cinco veces a la semana, dice:
—En la piscina dejo todo: las lágrimas, las preocupaciones. En la piscina armo proyectos, salgo de preguntas sin respuestas. Después de un entrenamiento salgo recargada, con las endorfinas a mil.
En una época practicó el budismo. Cree en Dios, pero no le reza. Pese a su mente científica, le atrae la astrología, y una vez al año se manda a hacer la carta astral. A las redes sociales se acerca con prudencia: no va contando en ellas sus éxitos ni sus pesares.
Por estos días, comienzos de 2021, está inmersa en una revisión sistemática de cientos de artículos sobre una de sus grandes pasiones: la rodilla. Y en sus ratos libres se informa acerca del coronavirus.
—Soy una lectora incansable de todo lo que tenga que ver con ciencia, pero no me pongas a leer Cien años de soledad. Ortega y Gasset hablaba del “sabio ignorante”. Claramente, yo soy una sabia ignorante —lo dice riendo.
El ecosistema de la mediocridad, del cual su madre la impulsaba a huir como de una mala compañía, es descrito por Kelly Anzola con estas palabras: —Es como una niebla bajo la cual pareciera que estamos todos.
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Un mediodía fresco de enero, en la terraza de su apartamento, con tapabocas y uno de sus dos perritos sobre su regazo, dice:
—Si quiero llegar allá —señala con el brazo extendido hacia el infinito—, no me importa lo que tenga que atravesar: llego.
Medicina nuclear en Colsanitas
El área de medicina nuclear de Colsanitas ha respondido bien al crecimiento y a la expansión científica y tecnológica de la medicina nuclear en Colombia. Esta unidad goza de reconocimiento nacional e internacional en el área de ortopedia y lesiones deportivas.
Mientras que la radiología trabaja con rayos X, la medicina nuclear lo hace con rayos gama. Las imágenes diagnósticas en medicina nuclear se obtienen por una gamacámara, un equipo que hace fotografías que permiten saber dónde está el órgano que hay que estudiar.
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