No es bueno subestimar el poder del sueño, dormir bien es necesario para nuestra salud mental y corporal, así como para nuestro bienestar emocional.
Priorizar las obligaciones laborales o el tiempo de entretenimiento por encima del sueño puede ser bastante perjudicial para el cuerpo. Estudios como el liderado por la Universidad de Stanford y publicado en Digital Medicine, confirman que las personas que duermen mal continuamente tienen una peor calidad de vida e incluso pueden llegar a tener menor esperanza de vida.
Dormir bien tiene que ver con la cantidad, así como con la calidad del sueño. Para que el sueño sea reparador, debe ser suficiente, pero también debe ser continuo y profundo. Generalmente se recomiendan alrededor de siete a nueve horas diarias para los adultos.
Como explica el psicólogo adscrito a Colsanitas José Froilán Hoyos, en realidad, la cantidad de tiempo necesaria para lograr un buen sueño depende de cada persona y su ritmo biológico; lo que resulta fundamental es que la persona logre cumplir los ciclos del sueño sin interrupciones. El buen sueño es como una especie de terapia nocturna de recuperación, en particular el sueño MOR (última fase del ciclo del sueño) ayuda a despejar nuestro cerebro por la noche. Así procesamos mejor los acontecimientos del día y podemos disminuir el efecto de las preocupaciones en nuestro cuerpo. Cuando el cerebro no obtiene la cantidad adecuada de sueño, no puede hacerle frente a la dificultad de la misma forma.
Dormir bien reduce la cantidad de cortisol en el cuerpo, la hormona del estrés, responsable de la reacción de lucha o huida ante el peligro y asociada también a problemas cardiovasculares. Además, permite que el cerebro pueda mantener los niveles necesarios de dopamina y serotonina, las hormonas asociadas a la felicidad, para recuperar la sensación de bienestar. Por eso las personas privadas de sueño tienden a sentirse deprimidas, ansiosas e irritables.
Una investigación publicada en la revista científica Current Biology en el 2007 sugiere además que la falta de sueño aumenta la actividad de la amígdala, zona del cerebro en la que se produce el miedo; si no dormimos lo suficiente, nuestra amígdala se acelera y nos hace sentir más reactivos emocionalmente.
La falta de sueño también puede aumentar los síntomas de ansiedad y depresión en quienes ya las padecen. El insomnio y estos dos estados se refuerzan mutuamente, pues además de que la privación del sueño causa ansiedad y depresión, estas a su vez producen más insomnio.
En consecuencia, la falta de sueño sostenida resulta muy peligrosa para nuestra salud mental. El mal sueño altera la capacidad cognitiva y opaca nuestra habilidad para identificar y comunicar pensamientos y emociones. Además, como explica el especialista Hoyos, puede llegar a alterar el principio de realidad; esto significa que al no dormir, nuestra percepción de la realidad se distorsiona y nuestro juicio se afecta, “con la falta de sueño una persona puede irse desconectando de la realidad e incluso, si es por varios días, llegar a sufrir alucinaciones”, comenta Hoyos.
Consecuencias
Con la falta de sueño nuestro rendimiento y eficacia va a disminuir, más allá del simple cansancio. “Sin la gratificación del descanso, la motivación disminuye y una persona puede llegar a sentirse frustrada y desesperanzada, hasta el punto de creer que su vida no tiene sentido”. Por eso, los expertos recomiendan no tomar decisiones importantes durante las etapas de insomnio.
Si una persona identifica alguno de estos sentimientos negativos es importante que no los ignore y observe su patrón de sueño. Es normal dormir mal de vez en cuando, pero si dormir mal se vuelve una condición crónica es necesario buscar ayuda y consultar con un especialista.
El insomnio crónico puede ser consecuencia de las preocupaciones diarias, los malos hábitos, y en ocasiones del estrés postraumático relacionado con acontecimientos pasados sin resolver; también puede tener origen en trastornos relacionados con el sueño, como la apnea, que produce pausas respiratorias que interrumpen el descanso; así como en otras enfermedades o el uso de algunos medicamentos.
Cuidar la calidad de nuestro sueño es una forma de autocuidado tan importante como comer bien y hacer ejercicio. Por eso el psicólogo Hoyos recomienda en primer lugar observar y familiarizarnos con nuestro propio reloj biológico, pues no todos tenemos el mismo ciclo de sueño, “hay personas que pueden estar activamente despiertas 16 horas seguidas, y a la hora 17 necesitar el sueño; pero hay personas que soportan solo 8, 10, 12 horas seguidas de actividad, y esto depende de cada organismo”. Para ello hay que estar atentos al llamado de nuestro cuerpo para descansar. Dentro de lo posible no usar despertador y hacerle caso a la propia intuición del cuerpo.
Tenga en cuenta
-Separar los espacios de trabajo y descanso.
-Hacer ejercicio en la mañana en lugar de la noche (pues el ejercicio activa la mente y el cuerpo).
-No tomar bebidas negras en la tarde.
-No tomar líquidos en la noche para no tener que levantarse al baño.
-Desconectarse del trabajo y de las pantallas por lo menos una hora antes de acostarse. (En la oscuridad producimos melatonina y la melatonina nos ayuda a conciliar el sueño, mientras que la luz de las pantallas confunde nuestros cerebros).
-Sincronizar la hora de dormir de todos en casa, en lugar de mandar a los niños a dormir mientras los adultos siguen activos.
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