Cada vez hay más estudios que demuestran los efectos benéficos del arte en el cerebro. El interés por estos temas dio origen a un nuevo campo denominado neuroestética. Un profesor de neurología pasa revista al asunto.
La música, la pintura, la literatura, la escultura, la caricatura, el cine, la danza… en fin, las artes en general, proporcionan al artista y a quienes tienen contacto con las obras diferentes experiencias, algunas agradables o placenteras y otras no. Las artes son un medio fascinante para estudiar el funcionamiento del cerebro e intentar comprender la forma como se crea la obra artística, y las modificaciones que produce el proceso en este órgano.
El interés por investigar sobre estos temas dio origen a un nuevo campo en la neurociencia denominado “neuroestética”, que busca evaluar científicamente las bases biológicas y neurales de la creatividad, la belleza y el amor. En la neuroestética confluyen ciencia, arte y filosofía para responder a cuestiones fundamentales de lo que es ser humano.
Arte y asimetría cerebral
El cerebro está dividido en dos hemisferios, cada uno con funciones diferentes. El izquierdo tiene funciones analíticas y verbales controla el lenguaje hablado y escrito, los procesos matemáticos, y su modalidad de pensamiento es racional, con un abordaje secuencial, lógico, objetivo y analítico de las diferentes experiencias.
El hemisferio derecho se encarga del manejo del espacio, de la habilidad interpretativa y en particular de la musical. Es perceptual, subjetivo, intuitivo e imaginativo, y se considera el lado artístico y creativo de nuestro cerebro.
Los dos hemisferios actúan en forma simultánea, y a pesar de tener funciones diferentes, el resultado es un funcionamiento armónico ya que se comunican permanentemente a través de millones de fibras que pasan de un lado a otro.
Nuestro cerebro ante lo bello y lo feo
Probablemente uno de los trabajos más llamativos sobre el tema fue publicado en la revista PLOS ONE en 2011 por los doctores Semir Zeki y Tomohiru Ishizu. Su investigación consistió en evaluar la respuesta de 21 sujetos (9 hombres, 12 mujeres, edad promedio de 25,8 años) que fueron expuestos durante 10 segundos a una obra de arte. Cada uno apreció 60 pinturas y 60 fragmentos de obras musicales. Debían clasificar la obra en una escala de 1 a 9, siendo 9 el grado máximo de belleza. Durante la prueba se registró la actividad cerebral en un sofisticado equipo (resonancia magnética funcional) que permite evaluar el funcionamiento del órgano a través de áreas que se activan más que otras. Ante una obra considerada bella (calificación de 9) se observó que ha una activación de un área del cerebro denominada corteza orbitofrontal situada por encima y detrás de nuestros ojos, y ante una obra considerada fea (calificación de 1 a 3) la activación se produjo mayoritariamente en una estructura denominada amígdala, que tiene una función muy importante en nuestro cerebro emocional ya que allí se guardan recuerdos vinculados con experiencias negativas, y se genera la “alarma emocional” ante una situación o un estímulo que genere por ejemplo una amenaza.
Música y cerebro
La música produce modificaciones verificables en el cerebro que a su vez implican cambios en otros órganos del cuerpo. Diferentes melodías permiten evocar recuerdos a veces en forma muy vívida, ligados a momentos significativos en la vida de las personas. La música activa también nuestro cerebro emocional, y puede producir, entre otras cosas, aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, sensación de escalofrío y diferentes modificaciones afectivas como júbilo o llanto, entre otras. Recientemente se ha podido verificar que ante un estímulo musical hay liberación de dopamina, sustancia química vinculada a sensaciones de gratificación y amor romántico. También de endorfinas, sustancias que produce nuestro cerebro ante determinadas circunstancias: excitación, dolor, actividad física, consumo de chocolate, enamoramiento y orgasmo.
Producen una sensación de bienestar, placer y disminución de percepción de dolor. Las endorfinas llegan a ser hasta 20 veces más potentes que los analgésicos de venta libre a los que recurrimos habitualmente cuando sentimos algún tipo de dolor.
Pues bien, en 2013 científicos de la Universidad de Manchester demostraron que escuchar la melodía o canción favorita promueve liberación de endorfinas. Otros estudios demuestran el beneficio de la música frente al dolor, llegando en algunos casos a reducir la impresió de dolor hasta en 20% en los sujetos que escuchan melodías que son benéficas para ellos. Otras investigaciones han observado, asimismo, que el organismo también libera endorfinas al cantar al lado de otras personas en un coro formal o improvisado.
Arte y bienestar
Los beneficios de las artes como mecanismo para promover estados de bienestar emocional y alegría y acercarnos a la experiencia de la felicidad son múltiples, y la ciencia cada vez devela mayor evidencia en torno a ello.
Las artes tienen efectos muy positivos sobre el cerebro; entre otros, mejoran la conexión entre los dos hemisferios cerebrales, facilitan el aprendizaje de la lectura y de habilidades matemáticas, mejoran la conexión ojo-mano, promueven una sensación de bienestar y relajación, y han sido utilizadas incluso como una herramienta terapéutica a través de una disciplina denominada arte terapia o terapias creativas, de reconocida eficacia para el tratamiento de diferentes circunstancias que afectan al ser humano.
Podemos concluir señalando que aunque las artes en sentido estricto no son indispensables para la vida, dan sentido a la misma, la hacen profundamente agradable y están presentes en muchas actividades de nuestra cotidianidad. Además nos identifican como especie: las artes son exclusivamente humanas.
En conclusión, el cerebro es el órgano creador, receptor e intérprete de las diferentes manifestaciones artísticas que a lo largo de la historia de la humanidad han permitido construir un acervo cultural de valor incalculable, y que muestran la mejor faceta del ser humano.
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