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autocuidado y amor propio

Automaternaje: sanar desde el autocuidado y el amor propio

La psiquiatra Rocío Barrios Cadena entiende el bienestar emocional como un proceso de sanación y reconstrucción personal. En su libro La revolución emocional del automaternaje, propone el automaternaje como una forma de autocuidado profundo: aprender a sostenerse, nombrarse y convertirse en su propio refugio.

Para Rocío Barrios Cadena, el bienestar emocional no es un destino inalcanzable ni un estado idealizado, sino un proceso continuo de reconocimiento y transformación. Es aprender a poner orden en esa habitación interior que cada quien construye de manera personal e íntima. Como psiquiatra y psicoterapeuta, ha dedicado su vida a acompañar a las personas en la creación de una nueva relación consigo mismas. Su concepto de automaternaje plantea una revolución personal: aprender a cuidarse con amor y sin culpa, a ser el propio refugio en el camino de la vida.

Desde niña, Rocío entendió la importancia de un adulto presente. "Todos los niños necesitan a alguien que los mire", dice. Con el tiempo, se convirtió en una guía para quienes buscan sanar, recordando que sanar no es olvidar, sino resignificar. En su consultorio, ha sido testigo de innumerables historias de transformación, donde las personas, al mirarse con compasión, descubren que el amor propio también se aprende.

Su curiosidad la llevó a comprender que cuerpo y mente hablan un mismo idioma. Que el sufrimiento puede convertirse en palabra y, a su vez, la palabra puede transformar el sufrimiento. Su trabajo trasciende la consulta: sus libros, conferencias y programas son una extensión de su compromiso con la salud mental.

Desde su espacio en el mundo, sigue tejiendo ideas de sanación y abriendo caminos para que las emociones puedan expresarse. Acompaña a quienes buscan reconstruirse. Para ella, el automaternaje no es solo una teoría, sino un faro para quienes aprenden a sostenerse y nombrarse con amor.Su más reciente libro, La revolución emocional del automaternaje, nace de reflexionar la idea de maternarse a uno mismo, que puede parecer extraña en una cultura que prioriza el bienestar de los demás sobre el propio. Para Barrios es una necesidad. Durante más de tres décadas, ha trabajado en resignificar el autocuidado y en guiar a sus pacientes hacia una práctica poco común, pero esencial: el automaternaje, un acto de amor y supervivencia. Conversamos con ella sobre estas ideas, sobre la importancia de aprender a cuidarse sin culpa y sobre cómo transformar la relación con uno mismo desde la compasión.

¿Qué es el automaternaje y por qué es una revolución?

El automaternaje es la capacidad consciente de brindarnos sostén y convertirnos en nuestro propio refugio. Es una revolución porque nos invita a cambiar el foco: en lugar de vivir pendientes de las expectativas externas, nos enseña a reconocernos y atendernos con la misma dedicación que damos a los demás.

No es un punto de llegada, sino un proceso continuo de aprendizaje y transformación. Ejemplos como el de Natalia Ponce de León nos recuerdan que, aunque las circunstancias externas puedan marcarnos, la verdadera fortaleza está en cómo nos reconstruimos y seguimos adelante.

"Nadie sale limpio de la infancia" es una frase que menciona en el libro ¿Por qué?

Es curioso, porque la había repetido durante años en mis sesiones y en mi vida personal, hasta que la encontré en el libro de Meg Arroll sobre microtraumas. Fue una coincidencia divertida. Al final, entendí que no era una idea exclusivamente mía, pero sigue siendo una de mis frases de cabecera porque sintetiza mucho de lo que trabajo en terapia. La infancia es un período de asombro y juego, pero también de vulnerabilidad y de mitos. Nadie la atraviesa sin heridas, porque en esa etapa carecemos de los recursos emocionales y cognitivos para comprender todo lo que nos sucede.

¿Cuáles son los mitos sobre la infancia?

Uno de los más comunes es creer que todos tuvieron una infancia feliz, menos uno mismo. Otro es pensar que solo los eventos extremadamente traumáticos dejan huella. La realidad es que la infancia es una etapa de gran intensidad emocional, y muchas experiencias nos marcan, incluso si no fueron tragedias evidentes. Es natural tener heridas de esa etapa; lo importante es cómo las abordamos.

Cuando dramatizamos nuestro pasado sin procesarlo, nos asustamos y evitamos enfrentarlo. Es como una “casa del terror”: si creemos que entrar nos destruirá, preferimos rodearla. Pero si nunca lo hacemos, esas improntas siguen operando en nuestra vida. La clave es encontrar un equilibrio entre validar nuestras experiencias y no quedar atrapados en ellas.

En el libro habla de la idea de ser uno mismo su propio hogar de paso. ¿Qué significa eso?

Para mí, la vida es un tránsito entre dos hogares: el hogar de paso y el hogar propio. El primero es el entorno en el que crecemos, que al inicio parece permanente, pero en realidad es transitorio. Con el tiempo, a medida que nos revisamos y trabajamos en nosotros mismos, podemos construir nuestro propio hogar, ese lugar donde realmente nos sentimos en casa con quienes somos.

En terapia, mi rol es ofrecer un hogar de paso a mis pacientes, un espacio seguro donde puedan transitar mientras encuentran su propio lugar.

¿Cómo decorar el hogar propio?

Habitándolo. No es necesario que todo esté listo antes de mudarse. Como cuando llegamos a un nuevo apartamento, lo primero es vivir en él y, con el tiempo, hacer ajustes. En el plano emocional, esto implica observar cómo reaccionamos ante ciertas situaciones, por qué tomamos determinadas decisiones y qué nos resulta difícil. Es, en esencia, desarrollar un criterio sobre nosotros mismos.

¿Cómo el automaternaje produce la liberación de la culpa?

El automaternaje también implica liberar de culpa a la familia, especialmente a la madre, quien suele cargar con la mayor responsabilidad emocional. Desde la infancia, la primera voz que escuchamos es la de nuestra madre, lo que hace que su presencia sea fundamental en nuestro desarrollo emocional. Sin embargo, para construir nuestra propia identidad, en algún momento necesitamos separarnos de esa voz inicial.

Culturalmente, se ha impuesto la idea de que la madre es responsable de todo. Pero cuando comprendemos nuestra historia y asumimos nuestro propio cuidado, podemos dejar de proyectar culpas sobre ella o sobre nuestra familia. Al hacerlo, logramos ver a las personas y sus acciones con mayor claridad y compasión.