Hacer el duelo ante una pérdida no es fácil, pero es muy necesario. Se trata de permitirse transitar las distintas etapas que componen un proceso que puede ser tan doloroso como fértil para el autoconocimiento y la creación de nuevos hábitos.
El duelo es un proceso psicológico normal para enfrentar una pérdida. En él intervienen las emociones, la cognición y cualquier forma de espiritualidad de una persona, pues cada cultura ha creado sus códigos y valores para transitarlo.
Se trata de un estado que nos permite movernos y asimilar una situación difícil. Así lo explica Diana Carolina Rodríguez, neuropsicóloga y directora del programa Versania Cuidado y Vida, de Keralty: “el duelo funciona como un motivador de un proceso adaptativo que busca movilizar, y por eso la emoción más fuerte es la tristeza, porque nos invita a reflexionar y nos lleva al cambio”.
El duelo es tan profundo como personal. Al ser un proceso de desapego que depende de nuestras estrategias de afrontamiento, se puede tornar complejo. Y es que, como explica Lina Gómez, psicóloga de Versania Cuidado y Vida, “el duelo no sucede necesariamente por la muerte de alguien, también puede darse por la pérdida de algo a lo que estábamos apegados; porque podemos hacer duelo hasta por un objeto preciado que se nos pierde”.
Una de las características esenciales del duelo es la sensación de completo disgusto hacia lo que se está sintiendo. “Claramente el duelo varía su intensidad a raíz del apego y por el significado que tuvo esa persona, objeto o etapa en su vida”, comenta Lina Gómez. Sin embargo, el comportamiento humano suele tener puntos en común y por esto se han identificado cuatro etapas en el proceso de hacer el duelo.
Algunas personas pueden transitar algunas de ellas, quedarse más tiempo en una o simplemente no tener la disposición o capacidad para comenzar el duelo. Además, no es lineal, más bien se parece a una espiral, porque en ocasiones se puede sentir un retroceso y no es cierto necesariamente, siempre se está avanzando aunque por momentos se repitan preguntas, emociones o etapas que ya se creían “superadas”.
Etapas del duelo
- Negación
Es una reacción automática frente a la sensación de irrealidad que genera la pérdida o separación. Algunas personas pueden describirlo como una experiencia de disociación, por la incapacidad de aceptar lo que está sucediendo.
Nuestro cerebro crea hábitos en busca de seguridad y comodidad; además, le cuesta dejar atrás los que ya no le benefician y crear otros nuevos, pues para esto es necesaria una inversión energética: aprender, rehacer, cambiar. “El duelo es lo más abrupto que le puede pasar al cerebro porque le es muy difícil adaptarse. Implica que en esta fase de negación se encuentre con algo que no concuerda con lo que aprendió o lo que sabía”, dice Lina Gómez.
- Ira
En esta etapa se activa la frustración porque nos duele aceptar que la realidad no es como quisiéramos. Es posible que busquemos culpables o que nos culpemos a nosotros mismos por no haber hecho algo diferente. “Porque el duelo se trata de reconocer que no vamos a recuperar aquello que perdimos o al menos no de la misma manera”, comenta la psicóloga.
- Negociación
En este momento empezamos a conectar nuestra pérdida con la realidad y exploramos nuevos caminos para sanar el dolor. Si bien es una negociación con nosotros mismos para asumir el dolor y al mismo tiempo encontrar caminos para conectarnos con las cosas que despiertan nuestro entusiasmo por la vida, es posible que haya un retroceso. ”Puede que un paciente con cáncer piense que va a encontrar una cura para su enfermedad, pero esa esperanza otra vez le genere falsas expectativas que desembocan en ira o negación”, dice la psicóloga.
- Depresión
Esta etapa puede tomar bastante tiempo, es una de las más difíciles de transitar porque nos encontramos agotados después de pasar por estados de negación, ira y negociación, y nos sentimos profundamente tristes, nada más que eso. “Es importante que estés ahí, que abraces esa etapa del duelo como la experiencia que es y que no estés solo”, recomienda la psicóloga Gómez.
Algunas personas pueden sentir pena, tristeza o nostalgia, y otras pueden recurrir al aislamiento, todo depende de su estilo de afrontamiento de las situaciones dolorosas. “Muchas personas tienen procesos de afrontamiento completamente evitativos para no tener contacto con esa sensación. Las vemos muy felices y pensamos que están bien, pero cada persona está transitando el duelo a su manera y es bueno estar ahí para cuando quieran hablar y revisar si esa forma de afrontamiento les está sirviendo”, comenta la psicóloga.
EL DATO
El duelo es lo más abrupto que le puede pasar al cerebro porque le es muy difícil adaptarse.
Un proceso que dura tanto como sea necesario
Cuando hablamos de la duración del duelo es importante tener en cuenta que no existen tiempos estipulados, y que hay diferentes tipos. El más conocido es el duelo por muerte, pero también podemos vivir duelos por separación, cambios en el estilo de vida, pérdida de un objeto o la pérdida anticipada de un ser querido que se desvanece poco a poco: personas en cuidados paliativos o con deterioro progresivo, por ejemplo.
En su Ted Talk, Jordi Gil, doctor en cognición y evolución humana, habla del duelo desde su caso personal: perdió a sus hijos de 8 y 13 años en el mar. El duelo para él es dolor pero también batalla, y explica que en su proceso identificó varios factores, entre ellos, que el doliente muchas veces se siente excluido, como si la tristeza fuera contagiosa. “Entonces los dolientes no quieren contar su historia, cuando lo que necesitan es contarla una y otra vez hasta el hartazgo, y esto psicológicamente hace que al escuchar su propia voz, se puedan llegar a creer que lo que sucedió realmente sucedió”, comenta.
Ahora bien, las complicaciones del duelo se dan cuando la tristeza se convierte en depresión. Cuando una persona no logra hacer los cambios necesarios para transitar el duelo y no se adapta a su nueva realidad, los neurotransmisores del cerebro pierden sus niveles normales y es probable que se desarrolle una enfermedad mental, o varias enfermedades mentales, pues la química cerebral deja de funcionar correctamente. “Lo que pasa con estas enfermedades mentales es que, como cambia la química del cerebro, también va a cambiar la percepción del mundo que tiene la persona, entonces lo ve de forma desproporcionada según cada situación”, explica la neuropsicóloga Rodríguez.
Un duelo sano
Un duelo sano es aquel que podemos transitar sin reprimirnos. No hay manera incorrecta, porque cada persona hace lo que puede con las estrategias que tiene. “Debemos ser más conscientes de que vivimos nuestra experiencia de duelo de la forma en que podemos y que lo más importante es que cuando necesitemos ayuda o guía, estemos abiertos a recibirla”, comenta Lina Gómez.
Al contrario, es más importante detectar cuando el duelo se está volviendo patológico, pues está interrumpiendo nuestro estilo de vida. Es decir, cuando alguien se ve obligado a dejar su trabajo, pierde sus vínculos afectivos más importantes, se aísla o, en casos más graves, tiene pensamientos suicidas. Cuando observamos estos síntomas asociados a la pérdida es importante consultar con profesionales en salud mental.
Los rituales
Durante un duelo, los rituales representan un momento importante pues refuerzan la necesidad de avanzar; por eso se conocen como rituales de paso. “Lo que hacen es ayudar a la persona a gestionar el duelo y evitar las complicaciones”, explica la neuropsicóloga Rodríguez. Esto no garantiza que las personas que hagan rituales no vayan a tener complicaciones con el duelo; sin embargo, son una herramienta útil, pues generalmente los seres humanos y algunos animales buscamos darle dignidad a la persona, al dolor y la transformación para seguir adelante con nuestras vidas.
Este artículo hace parte de la edición 185 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa en este enlace: https://www.bienestarcolsanitas.com/images/PDF%20ED/Bienestar185.pdf
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