Los medicamentos que tiramos a la caneca de basura no solo contaminan el medio ambiente sino que pueden terminar en el mercado negro. ¿Qué hacer con ellos?
ogotá produce más de 2.200.000 toneladas de basura al año. Con eso se podrían llenar unos 115.000 camiones de desechos, que en su mayoría son descargados en el relleno sanitario Doña Juana.
Según su licencia ambiental, Doña Juana llegará al límite de su capacidad en el año 2022. Mientras tanto, recibe todo tipo de residuos, pues ni en Bogotá ni en el resto del país existe la cultura de separar en la fuente, es decir, de separar el material reciclable del no reciclable en las casas, oficinas y comercios. Mucho menos existe la costumbre de separar los residuos peligrosos, entre ellos los medicamentos.
En el destino final tampoco hay un manejo adecuado de los residuos, por lo que el material aprovechable se entierra mezclado con los desechos orgánicos. En Colombia, la tasa de aprovechamiento de residuos para reciclaje y otros usos es muy baja. Según Planeación Nacional, mientras en el país solo se aprovecha el 17 % de los residuos, en España se aprovecha el 37 %; en Holanda, el 99 % y en los 27 países de la Unión Europea, el promedio es 67 %.
Como las basuras no se separan, no tenemos en el país cifras de cuánto de lo que desechamos está constituido por residuos orgánicos o cuánto es material reciclable como papel, cartón o plástico. Tampoco sabemos la proporción de residuos peligrosos que terminan contaminando la tierra y las fuentes de agua.
El agua, además de contaminarse por las corrientes subterráneas que pasan debajo de los rellenos sanitarios y desembocan en los ríos, también se contamina por los millones de descargas de los sanitarios y cocinas, que además de residuos fisiológicos llevan jabón, químicos y medicamentos que, si no son tratados adecuadamente, también terminan en los ríos.
En Bogotá el asunto es dramático, porque solo hay una planta de tratamiento de aguas residuales que no tiene capacidad suficiente para tratar todo el volumen de descargas que tiene la ciudad. Y aunque existen planes para ampliarla e incluso construir otra en Soacha, lo cierto es que hoy la capital colombiana solo cuenta con la planta El Salitre, que recibe las aguas residuales del norte de la ciudad, mientras que las del centro y sur, así como las de Soacha, van directo a los ríos Fucha, Tintal y Tunjuelo, que desembocan sin ningún tratamiento en el río Bogotá.
Los medicamentos vencidos o que sobraron de un tratamiento
La necesidad de plantear una solución al problema de los medicamentos que se botan en la basura fue lo que impulsó la creación, hace 10 años, de la Corporación Punto Azul, una organización sin ánimo de lucro que decidió empezar a recoger los medicamentos vencidos para darles una disposición final segura.
Hoy Punto Azul tiene 1.710 contenedores ubicados en droguerías y almacenes de cadena en 29 departamentos del país. En la página web de la corporación, www.puntoazul.com.co, es muy fácil ubicar el contenedor más cercano.
En lo que lleva de operación, la corporación ha recaudado alrededor de 700 toneladas de medicamentos. Solo en 2018 fueron 200 toneladas de sustancias que, por ser potencialmente corrosivas, reactivas, tóxicas, inflamables, infecciosas o radiactivas, son consideradas peligrosas.
Además de prevenir la contaminación, Punto Azul evita la adulteración y falsificación de medicamentos, otra de las consecuencias de botarlos a la caneca o por el desagüe. Desde agosto del año pasado, las autoridades han decomisado 992.887 unidades de medicamentos, cuyo valor supera los 1.680 millones de pesos.
El año pasado, 16 recién nacidos prematuros murieron en una clínica de Valledupar porque les suministraron un medicamento falsificado para tratar problemas respiratorios”.
Las mafias que se dedican a vender medicamentos adulterados aprovechan las cajas originales que la gente tira a la basura: borran las fechas de vencimiento y los números de lote, cambian los sellos de seguridad y vuelven a utilizar la caja. Si venía con las pastillas o el líquido, mejor; si no, empacan en ella otros medicamentos vencidos o adulterados.
Esta es una de las razones por las que las cajas y envases (blisters, frascos, ampollas) son considerados parte integral del medicamento, pues además de protegerlo de la temperatura, la luz y los gases atmosféricos, también cumplen la función de informar al consumidor y darle seguridad. Allí están consignados datos importantes como el laboratorio que lo ha fabricado, la fecha de vencimiento, el lote, la composición, las contraindicaciones, los efectos secundarios, etc.
Por obvias razones, los medicamentos más apetecidos por las mafias son los más costosos, como los que se usan para tratar el cáncer y otras enfermedades que son llamadas de alto costo. Sin embargo, también se han decomisado medicamentos de relativo bajo precio como analgésicos y tratamientos para problemas digestivos, por lo que cualquier medicamento es susceptible de ser falsificado cuando llega a manos de los delincuentes.
Un ejemplo demuestra la dimensión del problema y sus gravísimas consecuencias. El año pasado, 16 recién nacidos prematuros murieron en una clínica de Valledupar porque les suministraron un medicamento falsificado para tratar problemas respiratorios. En el país solo había un laboratorio autorizado para distribuir ese medicamento, pero aun así la clínica lo compró a otro distribuidor. Por esa razón, varias personas están siendo investigadas, y la clínica fue sancionada.
Ese es solo un terrible ejemplo de lo que puede suceder cuando botamos a la caneca los medicamentos vencidos o parcialmente consumidos. Por el contrario, iniciativas como los contenedores de Punto Azul pueden evitar que casos como el de Valledupar se repitan, pues se trata de un proceso muy seguro.
¿Qué pasa con los medicamentos que desechamos de manera adecuada?
El contenido de los Puntos Azules es recogido por personal autorizado, que lo pesa en el lugar de recolección, deja registro de ello y lo cierra con un dispositivo plástico que lleva un número de seguridad. Al llegar al centro de clasificación y transferencia en Cota, el único de su tipo en América Latina, cada bolsa vuelve a ser pesada, para asegurar que no se perdió nada en el camino.
En lugares alejados como San Andrés y Providencia, Punto Azul cuenta con el apoyo de la Fuerza Aérea Colombiana, para que las bolsas viajen en avión o en lanchas y luego sean transportadas por tierra hasta Cota, según explica Juan Camilo Pinzón, jefe administrativo y de operaciones.
En el centro de clasificación y transferencia de Cota las bolsas se abren y se ponen en una banda eléctrica, en la que trabajan varias personas debidamente protegidas, que se encargan de separar los medicamentos para tres fines:
El primero es el llamado coprocesamiento, que consiste en convertir los residuos en materia prima para un proceso industrial, como puede ser la fabricación de cemento. Los hornos alcanzan temperaturas tan altas que se asegura la destrucción de casi el 100 % de las sustancias. Del total de medicamentos que llegan a Punto Azul, cerca del 70 % se destinan a este fin.
El segundo es la incineración. Existen compañías autorizadas para incinerar residuos, por lo que Punto Azul les envía cerca del 25 % del material que clasifica.
El 5 % restante se destina al reciclaje. El porcentaje es bajo porque los envases pueden haber estado en contacto con el medicamento, por lo que de no manejarse con cuidado pueden poner en riesgo al personal de la empresa recicladora y contaminar su producto final.
Con su trabajo, Punto Azul hace una gran contribución, pero la responsabilidad es de todos. Es tan sencillo como empacar en la casa los medicamentos vencidos o que ya no usamos y llevar las bolsas a uno de sus puntos. Con eso no solo estaremos aportando un poco a la salud del planeta, sino que también podemos estar salvando vidas.
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