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Bienestar Colsanitas

Gatos y muebles, una relación salvaje

¿Por qué nuestros felinos rasguñan el sofá? ¿Hay algo que podamos hacer para evitarlo o solo nos queda transitar el camino de la resignación? Una breve y útil guía al respecto

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A

hora que trabajo desde casa hay una escena que presencio con frecuencia: me levanto de mi escritorio, salgo de la habitación, voy hacia la sala, cuando escucho un ruido. Conozco ese ruido. Es como un jalón, un crujir de tela, un crag, crag, ¡crag! Son las uñas de mi gato rasguñando el sofá. Otra vez.

Los gatos fueron domesticados hace relativamente poco, algo así como 4.000 años, mientras que los perros llevan con los humanos más de 10.000. Es por eso que los gatos conservan características de comportamiento que pueden calificarse de “salvajes”: son cazadores, voluntariosos y por momentos desafiantes. Esto en opinión de Lina Cáceres, cofundadora de El Orfagato y PhD en psicología, especializada en promoción del bienestar animal y antrozoología.

Estas características hacen que nuestros deberes como cuidadores de gatos sean distintos de lo que tenemos hacia los perros (un dato obvio pero necesario). A los gatos, de acuerdo con Cáceres, “les gusta que el espacio esté pensado de forma en que ellos puedan esconderse o mirar desde arriba, o que tengan las facilidades para lanzarse y atrapar las cosas”. Disfrutan mucho de saltar, trepar, rasguñar superficies y jugar con objetos que emulen las presas que cazarían en el mundo silvestre.

Para asegurar que los gatos puedan llevar a cabo todos sus comportamientos “salvajes” y garantizar su bienestar, los guardianes tenemos que enriquecer su territorio. Precisamente puede ser que como no cuentan con los objetos o espacios necesarios para su desarrollo como gatos, sus conductas pueden ser problemáticas para nosotros. Como rasguñar los muebles, por ejemplo.

Lo primero que hay que tener en cuenta para evitarlo es contar con un buen rascador o gimnasio para gatos. En el mercado hay muchos, de diversos tamaños, materiales y precios. Si ya cuenta con uno, ¿tiene la seguridad de que ese es el mejor rascador para su gato? Cáceres dice que hay algunos que son muy pequeños para ellos y por eso no les llaman para nada la atención en relación con lo que puede ser, para el tamaño de un gato, una silla o un sofá.

Así que la idea es tener al menos un rascador grande, lo suficientemente alto para trepar, que tenga cuerda o material para rasgar y que sea firme. Imaginen lo incómodo que es tratar de sentarse en una silla con una pata más pequeña que las demás. Para ellos es algo similar.

Lo ideal, además, sería tener más de un rascador, en distintas direcciones (vertical y horizontal) y de diferente material (cartón, cuerda y cabuya).

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Los gatos conservan características de comportamiento que pueden calificarse de “salvajes”.

Fernando Charry, médico veterinario de EtcoVet, magíster en etología de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro de la Asociación Internacional de Consultores de Conducta Animal, señala que un error muy frecuente que ha visto en guardianes de gatos es que ubican todos los objetos del felino en un solo lugar, y esto va en contra, incluso, de uno de los cinco pilares del bienestar felino: “Recursos ambientales separados: agua, alimento, areneros, rascadores, áreas de juego y de descanso”.

“Todo lo queremos dejar lo más oculto, donde la gente no lo vea”, dice Charry, y específicamente hablando de los rascadores, aclara que es necesario que estén en un lugar visible; en un área común de la casa. “El gato necesita mostrar que es su casa, que por ahí pasó; y dar un mensaje tanto visual como olfativo”, pues en sus patas hay unas glándulas que secretan feromonas, según explica Charry. Precisamente por eso es que muchos rasguñan los muebles de la sala, “porque es un lugar de tránsito donde la gente pasa y el gato tiene que mostrarse”. Ya saben lo que dicen, los gatos no viven con nosotros, sino que nos permiten vivir con ellos.

Ahora bien, si cree que tiene ubicado el rascador en un buen espacio, y aun así el gato sigue rasguñando los muebles, Cáceres sugiere ensayar a ubicarlo en otro espacio y probar si les llama más la atención. El mejor lugar suele ser junto a la ventana, cerca de donde se ubican sus humanos. A los gatos les encanta sentir que están al tanto de todo y en una reunión con visitas seguramente querrán ver, desde su altar, qué es lo que pasa en su reino.

Pero una vez esté definido el lugar del rascador, y se vea que lo usan con frecuencia, este no debe modificarse. Los gatos son animales muy territoriales y rutinarios, por lo que el cambio los estresa y puede potenciar, precisamente, que rasquen más los muebles.

Charry agrega un consejo interesante, y es que como los gatos necesitan dejar marcas visuales y la cabuya no hace que éstas sean evidentes, puede funcionar hacer con un marcador una o dos líneas verticales para que los gatos sepan dónde rascar.

Por otro lado, es posible que los gatos no rasguñen intencionalmente los muebles sino que se enreden cuando saltan o corren y caen en el mueble. “Lo natural en los gatos es usar como tracción sus uñas y ahí ocurren los accidentes”, dice Cáceres.

En general, cortarles las uñas es una práctica común y que, si uno lo hace bien, resulta positiva. “Ellos no se sienten mal. Y esto no interfiere con su ser gato porque igual siguen afilándolas y siguen usándolas como tracción”, aclara Cáceres. Lo que definitivamente no es recomendable es llevarles a la veterinaria para que allí les corten las uñas, ponerles tapones de colores y muchísimo menos, cortarles la última falange del dedo. Las dos últimas son prácticas invasivas que inhiben conductas naturales del animal.

Si no hay nada más que hacer con el gato, podría buscar materiales para retapizar el sofá con telas especiales que no les llamen tanto la atención. En el mercado se venden como “tela antirasguños” o “tela antigatos”. Otra opción es comprar elementos para cubrir los muebles, como rascadores que se ponen en las esquinas, que es donde más rasguñan, para que lo hagan ahí.

Una medida que parece funcionar es el uso de hojas adhesivas transparentes que se pegan en las esquinas (o en las zonas que más les gusta) de los muebles de tela. Estos protectores vienen de varios tamaños y son efectivos para entrenar a los gatos ya que su apariencia pegajosa los repele. No es tóxico y no daña los muebles.

Y si ya se han cumplido al pie de la letra todas estas recomendaciones y el gato sigue rascando los muebles es posible que no quede otro camino que aprender a desprenderse de los bienes materiales. Al haber escogido compartir nuestro hogar con un felino tenemos la responsabilidad de entenderles como especie. “Ellos rascan básicamente porque su instinto les pide afilarse las uñas, o hace que ellos quieran trepar y muchas veces las sillas son la mejor herramienta para lograrlo”, dice Cáceres.

Al final, un buen cuidador provee los espacios que sus gatos necesitan, pero también los entiende y comprende su manera de relacionarse con el espacio. Es cuestión de empatía.

Cuidado con las soluciones milagrosas

Sobre las “curas milagrosas” que se encuentran en redes sociales como feromonas, eliminadores de feromonas o esencias y aromas que puede poner para evitar que los gatos rasguñen donde no deben, los especialistas sugieren tomarlas con cuidado. Es cierto que hay aromas que los gatos no toleran y que las feromonas son buenas herramientas para modificar conductas negativas.

Pero antes de usarlas se deben revisar todos los elementos que hemos contado aquí, pues si no hay una buena distribución espacial o el gato no tiene un espacio lo suficientemente enriquecido, no existe aroma o feromona que valga. Lo mejor es consultar a un especialista y que sea este quien determine qué estrategias pueden funcionar. Es decir, llame a su veterinaria.

 

*Periodista amante de los gatos. Trabaja con la plataforma Colombia Check.

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