Después de 15 años en el periodismo, me pasó lo que a muchos colegas les ha tocado enfrentar: el fin de un medio impreso. Para pasar el trago amargo, quiero hacerle un tributo a este oficio que me ha hecho tan feliz.
Soy colaboradora de Bienestar Colsanitas desde hace más de cinco años. En este medio he aprendido a poner en palabras simples el lenguaje de la medicina, de la salud. También he tenido la dicha de hablar de teatro y de meterme en los museos para contar todos los tesoros que conservan. Una vez leí en esta web un artículo fabuloso de Manuela Lopera. Me dieron muchas ganas de escribir en primera persona, pero por mucho tiempo no supe qué decir. Hoy escribo estas líneas movida por la nostalgia que alberga mi corazón por la muerte de la revista Habitar.
“Amigos queridos, esta vaina se acabó. La ‘revi’ se cierra”, escribió la directora el 12 de diciembre de 2022, en el grupo que todavía tenemos en WhatsApp. “Con la crisis de los contenedores, Ucrania, el postcovid y demás, la producción de la revista, entre papel y tintas, subió como un 160 %”, agregó.
Lo veíamos venir. Esta publicación mensual, dedicada al diseño y a la arquitectura, se encontraba en cuidados intensivos desde hacía rato. Teníamos poca pauta, incluso hubo varias ediciones sin avisos. Eventualmente nos quitaban páginas, y con dolor fuimos suprimiendo hojas, secciones y colaboradores. Al final solo llegamos a ser la directora, el diseñador gráfico, una colega y yo. Increíble: una revista cuyo eslogan era “Espacios con estilo, pasión por el diseño” sin fotógrafo de planta. Nos tocaba arreglarnos como fuera para conseguir gratis buenas imágenes en alta resolución. Cada número que sacábamos era un milagro. Pero ninguno de nosotros estaba preparado para el final.
“Otro soldado más caído en combate”, me dijo un colega cuando le conté la noticia, refiriéndose a la lucha de los medios impresos por sobrevivir durante la última década.
En 2023 Habitar iba a cumplir 40 años. En diciembre de 2015 ingresé al que era un equipo nuevo. Fue entonces cuando rediseñamos la revista. El equipo estaba conformado por una productora con formación artística, dos grandes fotógrafos, un director y una editora de brillantes ideas, una practicante pilísima, un diseñador amante del color y dos periodistas externas.
Fueron años gloriosos en mi carrera periodística. Si bien me enamoré de la reportería y de hacer entrevistas cuando estaba en tercer semestre de universidad, Habitar me dio la libertad de escribir de todo lo que quise. En nuestras ediciones se desdibujaban los límites entre el diseño y todas las manifestaciones del arte. “Inspiración” era el nombre de una de mis secciones favoritas: un doble página en el que pude escribir sobre el trabajo de David Bowie y de Prince, la estética de Pedro Almodóvar, de Wes Anderson y de Tim Burton, la pintura de Edward Hopper y hasta los espacios ilusorios de Omar Rayo.
Desde que me desempeño como periodista independiente, después de trabajar de planta en el primer diario gratuito del país como editora de la sección de cultura, y pasar una temporada por una revista que ya se acabó también, a partir de 2012 me la he pasado inventando temas para proponer a diferentes medios y aceptando cuanto artículo me ofrecen. Ajustar el ingreso mensual sin prestaciones (vacaciones, prima, cesantías e intereses de cesantías) y pagar salud, pensión y aseguradora de riesgos laborales, es el panorama de todos los trabajadores independientes.
Para nosotros no existe el aumento de sueldo. Es más, hay muchísimos medios que llevan diez años pagando lo mismo por un artículo. Además, no tenemos los recursos que otorga estar en una sala de redacción. Cuando era empleada de un medio me daban las pilas AAA para mi grabadora digital, podía hacer entrevistas por teléfono a larga distancia, tenía todos los vales de taxis que necesitaba para ir hasta donde estaban las fuentes, me daban almuerzo en el restaurante del periódico y cena si el cierre se iba hasta tarde, prima extralegal y un plan de telefonía celular baratísimo por ser de la nómina. Escribir desde casa implica asumir todos los gastos.
Pero lo hacemos porque amamos el oficio. García Márquez dijo, en julio de 1976, en una entrevista concedida a Radio Habana: “Yo nunca empecé siendo periodista por casualidad —como muchas generaciones— o por necesidad, o por azar. Yo empecé siendo periodista, porque lo que quería era ser periodista”. Estoy con Gabo, y conozco a muchos colegas que, al igual que yo, sienten que su misión en la vida es informar.
Por fortuna, tengo trabajo. Llevo un año y cinco meses, de lunes a viernes, y eventualmente los sábados, en una galería de arte escribiendo los textos de sala, los comunicados de prensa para las exposiciones, las biografías de los artistas y hasta los textos que acompañan nuestras publicaciones en la cuenta de Instagram. Obtuve este puesto gracias a los nexos que sembré como periodista en Habitar, y tengo un jefe maravilloso que me da permiso para salir a hacer entrevistas cuando me encargan un artículo en algún medio.
Pero me hace falta la reportería. Así nos paguen tres pesos por un artículo, lo hacemos por la pasión que nos genera el trabajo de campo, la investigación y —aunque detestamos desgrabar las entrevistas y ni la inteligencia artificial ha podido hacerlo bien— no hay nada más gratificante (o quizá sea un tema de ego) que saber que nuestras palabras le aportan algo de conocimiento a los lectores.
“Considero al periodismo como un género literario al mismo nivel que la novela, la poesía, el cuento y el teatro. Y es importante porque es un género literario con los pies puestos sobre la tierra. La literatura permite evadirse, pero con la formación periodística un cable lo retiene a uno en el suelo”, lo dijo —otra vez— García Márquez en 1995 durante una entrevista que le hicieron en la revista chilena Cosas. Y de nuevo, como en tantas otras citas, me identifico con él.
Alguna vez pensé, antes de conocer el periodismo, en ser guionista y escribir historias como las de Guillermo Arriaga, pero en el quehacer me entusiasmó más registrar la realidad y acercarme al fascinante estilo de las crónicas de Germán Castro Caycedo. Hoy, que veo cada vez más reducido un espacio para escribir, sueño con tener un programa de entrevistas en la televisión. Finalmente, es el encuentro, la charla con el otro, lo que más disfruto de este oficio.
Nunca me arrepentiré de haber estudiado periodismo. Es una carrera maravillosa que me ha llevado a conocer el mundo. Habitar marcó un capítulo fundamental en ella. La melancolía de pasar sus páginas me sigue acompañando. Es un duelo que no he cerrado del todo, pero escribir de nuevo en Bienestar, y también en Bacánika, me llena el alma y me muestra que todavía tengo un camino por recorrer.
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