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bienestar emocional

La trampa de sanar

Ilustración
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La información para el bienestar emocional ha cobrado una amplia relevancia en el mercado y los medios. ¿Qué sucede cuando esto se vuelve tan abrumador que pasa a ser un producto más para nuestro consumo? Aquí algunas reflexiones.

Hay quienes dicen que la búsqueda del bienestar se parece a subir una montaña: horas y horas de esfuerzo físico y mental con los ojos puestos en ese pedazo de tierra que a veces parece más lejano. Nos embarramos los pies y las manos, nos detenemos por momentos a tomar agua. Hay quienes dicen que la vista desde arriba de esa montaña es majestuosa y que por eso vale la pena subir, pero cada vez hay más expertos y expertas detractores de esa idea: ¿subir a dónde?, ¿llegar a qué lugar? Pareciera que la idea del bienestar emocional, puesta en esos términos, nos lleva a pensar que se trata de eso: un camino, incluso una carrera. Pero entonces, ¿no es así?

Otras formas del hiperconsumo

¿Qué pasa cuando no tienes un diagnóstico enmarcado en salud mental pero hay un malestar que quieres sacudirte con urgencia? O ¿qué pasa cuando estás bien pero todo a tu alrededor te hace pensar que debes identificar tu tipo de apego o tu trauma? Podríamos enumerar la cantidad de líneas temáticas y prácticas que se ofrecen para el bienestar espiritual y emocional en todos lados, y en verdad es maravilloso ver cómo lo que hace años era reducido hoy tiene líneas y líneas de las que salen brazos y más brazos y mezclas y más mezclas que pueden resonar de forma más precisa con lo que cada quien prefiera. Por suerte, este asunto hacia el cual años atrás había escepticismo ha cobrado relevancia y ha tenido una mejor recepción.

Cuando empiezas a trabajar para ti, te das cuenta de que hacemos lo que podemos con lo que tenemos. Esa visión te permite ver al otro desde la humildad.

El interés por el bienestar se nota incluso en las ciudades: se les da más importancia a los peatones que a los carros, hay proyectos de yoga en los parques, en los colegios se trabaja con metodologías que abarcan de forma más holística las búsquedas humanas. Para Constanza González, psicóloga clínica con enfoque en mindfulness y cultivo de la compasión de grupo Keralty, es muy beneficioso que ahora tengamos tanto acceso a estas formas del bienestar; en una realidad que nos obliga a estar alertas, con ruido en la cabeza y agotados, estas ramas se abren como caminos para sentirnos mejor. Pero, ¿qué pasa cuando no es así?, ¿qué sucede cuando aquello que nos invita a estar bien se convierte en una sobrecarga de información y nos aparece en scroll como una publicidad más? “Es delicado cuando empezamos a empaquetar cosas. Te venden en internet un paquete para descifrar tu tipo de apego, con la promesa de que si haces el programa que te proponen vas a tener un apego seguro en diez días. Es grave porque convertimos el bienestar en un producto más, en consumo. Nos buscamos consumiendo; reemplazamos una cosa por otra que pareciera que es diferente pero es más de lo mismo”, dice Constanza. Además, señala que en gran medida el éxito de estas formas rápidas de información que cae sobre nosotros se debe al modo de consumo actual: voraz, inmediato, de escasa asimilación. “Quiero sentirme mejor y quiero sentirme mejor ya mismo”. ¿Qué hacemos entonces después con toda esa información que adquirimos?, ¿a dónde va si no le damos un lugar de reposo y reflexión? 

Hay un video clásico en redes sociales en el que aparece una mujer en postura de meditación, con los dedos de una mano unidos a la altura de la cabeza y los ojos cerrados, mientras con el otro brazo sostiene el teléfono para grabarse y suena de fondo Hallelujah. Los comentarios, como es de esperar, son cientos y mordaces. Algunos dicen que en eso nos convertimos: endiosamos cosas que al final solo usamos como pose.

Según Constanza, vale la pena cuestionarnos con honestidad cómo se ve el bienestar y la forma en la que esta sobresaturación ha inundado tanto lo que consumimos que este empieza a ser más un checklist visual que una curiosidad atenta. No, el bienestar no es pararse todos los días a las cinco de la mañana; tampoco es la foto de un té matcha en leche de almendras. “Bienestar es estar presentes. Ahí es donde está toda la diferencia. Cuando te comprometes a estar presente, entiendes que los desafíos que te muestra la vida son parte de, y hay que seguir caminando”, dice Constanza.

¿Cómo protegernos entonces de esa sobresaturación? ¿Cómo poner límites y ser mejores eligiendo lo que consumimos? Constanza menciona que no hay que perder de vista a los profesionales de la salud, ya que en medio de tantas opciones y líneas también aparecen reinterpretaciones que pueden ser perjudiciales. Para quienes estamos interesados en formas más holísticas del bienestar también hay muchos profesionales con enfoques diversos.

Entonces lo que sigue es elegir y depurar el contenido, informarnos sobre quién es esa persona a la que estamos escuchando, hacer un alto en el camino para cuestionar nuestra forma de consumo y darle lugar a toda esa nueva información. Silencio.

Seguimos caminando hacia la cima de esa montaña, a su codiciada cima, desde donde dicen que se ve todo con claridad, ese lugar adonde hay que llegar y que se viste de tantos nombres como es posible imaginar pero que, en los últimos años, abarca una palabra tan general como filosa: sanar. Vamos andando y entendemos cómo ponerle límites al hiperconsumo, pero ahora llegan nuevas y más amplias preguntas:

¿Cuánto más debo buscar adentro mío?

Cuando se compara la sanación o el bienestar emocional con la subida a una montaña se pone especial atención en embarrarse los pies y las manos. Exponernos y buscar activamente adentro nuestro no siempre es agradable: hay choques de creencias y emociones que muchas veces son necesarios para entender y hacer clic con lo que sentimos. ¿Cómo saber cuándo es el momento de parar?, ¿en qué punto comenzamos a saltar de curso en curso, buscando más y más?

“El tema está cuando te encuentras llenándote de información y de narrativas sobre ti: el curso de esto y el curso de aquello, y como que nunca pasa de ahí. ¿Entonces en qué momento decides salir a vivir?” Según Constanza, es común encontrarnos con una pulsión de tener todo en orden para poder empezar a vivir, como si existiera tal cosa: “Lo que hacemos en el fondo es aplazar y aplazar los vínculos para cuando todo esté higiénico, limpio, cuando es en lo sucio, en lo confrontador, en donde está la vida también”.

Con el hiperconsumo ha crecido una suerte de obsesión por sanar, una carrera de alta velocidad que también siembra una necesidad de sobreelaborar las narrativas internas.

Con el hiperconsumo ha crecido una suerte de obsesión por sanar, una carrera de alta velocidad que también siembra una necesidad de sobreelaborar las narrativas internas: “Es problemático cuando uno empieza a rascar y a rascar, a seguir buscando y buscando. Si buscas, por supuesto que algo encuentras. Hay una frase clásica en psicología: ‘Lo que no está roto, no lo rompas’”. 

Constanza ha venido trabajando en una línea que habla de la “frescura del momento presente”. Cada momento es nuevo y la responsabilidad está en cómo lo configuramos, sin tener que sobreanalizar. Poner límites a la pulsión de hurgar y hurgar, y ver con atención y curiosidad las emociones y lo que vienen a decirnos.

No somos un producto terminado

Al hablar de curiosidad, aparece otro fenómeno que también ha empezado a multiplicarse: la superioridad moral. 

—Sentí esto. 

—¡Ah!, es que no has sanado. 

Sobre este asunto, Constanza dice que es vital entender que cada persona resuena con formas distintas: “Cuando empiezas a trabajar para ti te das cuenta de que hacemos lo que podemos con lo que tenemos, y esa visión te permite ver al otro desde la humildad. Tú tienes tus herramientas, lo que has construido y que también ha ido cambiando, y el otro está en las mismas con lo que tiene. Ese es el camino de la vida. No tengo que solucionarlo todo y entonces ahora sí estar lista para vivir. No, esa es la vida”.

Nos acercamos a la cima de esa montaña que antes se veía inmensa, plantamos los pies sobre ella casi como clavando una bandera. ¿Lo conseguimos entonces? La vista es asombrosa pero lo que antes parecía una cima puntiaguda se abre como un inmenso valle, amplio y vacío: no llegamos a ninguna parte. No había que llegar a ninguna parte. ¿Qué es entonces sanar?

“Tenemos la idea errada de que somos un producto terminado: cuando sane esto o lo otro, ya estoy. Y no, el tema con todo esto, con esa obsesión por sanar y con sobreinformarnos y buscar y buscar está en que nos hace falta aprender a vivir con los dolores, nos hace mucha falta relacionarnos con las emociones desde la curiosidad, desde el acercamiento sin juicios”. Estar en paz con nuestras emociones no significa no volver a sentir dolor, enojo, miedo. Constanza escucha las meditaciones guiadas de un maestro llamado Mooji. Él dice: “No hay un tú después de esto, no hay un tú al cual llegar. Ya eres, ya estás”. 

Constanza concluye que queremos sacudirnos el malestar con urgencia, pero así no funciona. En esto tan simple está todo, en cómo asumimos lo que sucede y lo relacionamos desde la honestidad. En palabras de Mooji: “No hay nada que arreglar, hay que caminar”.

Sara Juliana Zuluaga García

Periodista, narradora documental y editora, nacida en Armenia, Quindío. Su trabajo se ha enfocado en las dinámicas culturales y medioambientales de la región desde la narración escrita y la fotografía. Actualmente es editora en la revista Dos Aires, que funciona entre Colombia, México y Francia. Colabora con crónicas, análisis y ensayos escritos y visuales para diferentes medios de comunicación. En su tiempo libre disfruta cocinar, nadar y leer.