Internados en los lugares más hermosos del país y a la vez los más inhóspitos y apartados, los guardaparques vigilan con dedicación los recursos naturales de los colombianos.
a camioneta frena en seco. Manuela Cano se baja rapidísimo y trepa la montaña a grandes zancadas, esquivando los frailejones que se asoman por entre la vegetación. Estamos en el Parque Nacional Natural Chingaza, a 45 minutos de Bogotá: la reserva de agua que aprovisiona al 70% de los capitalinos y que además es hogar de muchas especies de plantas y animales. Entre ellas el venado de cola blanca, la presa favorita de los perros ferales, es decir, caninos que se pierden en el páramo y se vuelven feroces, lo que los convierte en especies que generan presión al ecosistema. Manuela acaba de ver uno de estos perros y quiere espantarlo.
Escuchamos luego un gran estruendo: son los pies de Manuela rebotando con fuerza en la lata del platón de la camioneta. Tuvo que subir ágilmente para huir del perro, que no había alcanzado a atacar al venado pero que se apresuraba sobre ella. Manuela nos mira inquieta, sobresaltada y ansiosa. Quiere sacar al perro del parque, pues de eso depende la vida de muchos venados.
Saca de su maleta la mitad de una torta grande, uno de esos platillos que se atesoran porque vienen de manos de una abuela o de una mamá experta culinaria y conservan todo el sabor del hogar. Esos platos que saben aún mejor cuando se está solo en el páramo... Pero Manuela sacrifica su precioso manjar, y con pequeños trozos del pastel trata de invitar al perro a sus brazos durante aproximadamente media hora. Al final no consigue su objetivo y nos dice que sigamos nuestro camino.
Manuela era la primera funcionaria de Parques Nacionales Naturales que conocía después de haber visitado varios parques del país. Su vida me causó intriga. Tiene 28 años, vive internada en lo profundo de un páramo con un grupo de hombres y mujeres. Trabaja dos semanas seguidas y descansa una. Su familia vive en Chiquinquirá. Cuando tiene tiempo libre o vacaciones, Manuela se dedica a conocer otros parques.
Ella y sus compañeros guardaparques son seres especiales. Convierten su pasión por la naturaleza en una misión de vida, y por eso no temen internarse en la selva, en los páramos o en el bosque durante largas temporadas para trabajar no solo cuidando el área que se les ha asignado, sino actuando también como mediadores entre las políticas del Estado sobre el territorio específico y las comunidades. Muchos de ellos son la representación del Estado en las zonas aledañas a un parque natural nacional.
Sus días, a menudo, empiezan en la madrugada. En ocasiones, cuando el sol aún no ha despertado, los funcionarios de Parques Nacionales realizan actividades de vigilancia en los parques. Cocinan, limpian la casa, alistan su ropa. Viven en comunidad. El orden del día comienza según la necesidad de cada parque. Por lo general realizan monitoreo, recogen datos, miden el nivel de los ríos. En sus recorridos muchas veces se encuentran con animales salvajes, muchos en peligro de extinción.
—Los guardaparques tenemos la posibilidad de ver frente a frente estas especies —cuenta Manuela—. La adrenalina que se siente, la fuerza de tenerlos cerca y reconocer que comparten con nosotros el mismo territorio es un momento muy poderoso.
Otra de las funciones que realizan tiene que ver con el acompañamiento a los grupos que visitan los parques, recorridos de educación ambiental con niños, entidades educativas, etc.
El contacto con las comunidades aledañas a los parques también es parte esencial de su trabajo. Son ellos quienes se encargan de mediar entre los intereses de las comunidades y los del Estado. Largas reuniones donde no se acuerda nada en medio de un calor sofocante puede ser el plan de varios días, así como encuentros donde después de 15 minutos ya se ha logrado un consenso entre los actores involucrados en determinado tema. Un guardaparque debe tener aptitudes de abogado, de ecólogo, de periodista, de psicólogo. Debe ser tan paciente y conciliador como un maestro de escuela. Y debe sentir tanta pasión por su oficio que no se aflija cuando ha pasado un buen tiempo sin ver a su familia.
Porque las familias de los guardaparques están lejos. En ocasiones a una distancia que implica movilizaciones en lancha, carro y avión, todo en un mismo trayecto. Los colegas se convierten en la familia de muchos, con los que se juntan en la noche alrededor de una partida de dominó o un televisor en sus horas de descanso, al tiempo que ubican el celular en el rincón estratégico de la casa para captar la señal que les permita conectarse con esa otra realidad que es la casa donde está su otra familia.
Han aprendido a soportar la inclemencia del sol, la rigidez de la nieve, la crueldad del frío que se cuela por entre la ropa y llega hasta los huesos. Los guardaparques van de un lado a otro según la necesidad de la entidad para la que trabajan. Esto les da la oportunidad de conocer distintos parajes naturales y de acumular conocimientos que les permiten desenvolverse en diversos escenarios.
Entre ellos hay profesionales de todas las áreas: ecólogos, expertos en turismo, administradores, biólogos, licenciados, comunicadores, geólogos, antropólogos, ingenieros ambientales… por lo general todos relacionados de una u otra manera con la naturaleza o el medio ambiente.
El equipo de un parque está conformado generalmente por el jefe, el profesional especializado (mano derecha del jefe), el equipo administrativo, los coordinadores de línea (hay varias líneas: vida silvestre, restauración, comunicación y educación), y además están los sabedores locales: personas de las comunidades que aportan su conocimiento del territorio, pues son quienes mejor conocen la región.
Conocer a un guardaparque es una oportunidad para descubrir esos oficios donde prima la vocación, la convicción genuina de proteger los recursos naturales. Al alejarnos de la casa de los guardaparques del Parque Natural Chingaza, Manuela y sus compañeros se despiden de nosotros con cariño, con sonrisas. Ellos siguen felices en sus faenas, sin importarles que faltan largos días para ver a sus familias.
Voluntarios
Parques Nacionales Naturales abre al público varias convocatorias al año, dirigidas a todas las personas interesadas en aportar sus conocimientos, habilidades y cualidades en las Áreas Protegidas de Colombia. Este es un servicio voluntario que no implica ninguna relación laboral con la entidad, y que puede realizarse mínimo por un mes y máximo por seis meses. Luego de aprobar un proceso de selección, el voluntario recibe capacitación. Además de cumplir el reglamento del Programa, el voluntario seleccionado debe tener en cuenta que asumirá los gastos de transporte desde su sitio de origen hacia el Área Protegida, así como los gastos de alimentación.
Los interesados deben ingresar a la página web www.parquesnacionales.gov.co
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