Desde hace miles de años el ser humano conoce los beneficios del hielo para aliviar algunas dolencias. Revisamos documentos y consultamos a un especialista para conocer más sobre el tema.
Los registros de la historia conocida cuentan que el hielo natural comenzó a usarse en la vida cotidiana desde los tiempos de los faraones del antiguo Imperio Egipcio. Hace más de cuatro mil años. Lo almacenaban en depósitos llamados “neveros” y lo usaban para enfriar bebidas. Más adelante, esclavos romanos lo iban a buscar a la parte más alta de las montañas nevadas, lo bajaban en bloques que transportaban sobre mulas y lo protegían del sol con telas gruesas y pieles disecadas de animales. Era usado para conservar alimentos y enfriar bebidas. Algunos historiadores detallistas dicen que el emperador Nerón arrojaba manotazos de nieve para refrescar sus zumos de frutas y sus copas de vino. Otro emperador, Heliogábalo, o Marco Aurelio Antonino Augusto, exigía a sus esclavos que en tiempos de verano amontonaran nieve en su jardín, para que la brisa fría refrescara el interior de su palacio.
El primer uso médico o terapéutico se le atribuye al médico griego Hipócrates, considerado el padre o precursor de la medicina occidental, que utilizó el agua fría y la nieve para reducir hemorragias, dolores e inflamaciones.
El arribo de los postres de helados a Europa se le debe al mercader y viajero italiano Marco Polo, que en uno de sus viajes a China en el siglo XIII descubrió recetas para prepararlos. Unos tres siglos más adelante, en pleno Renacimiento, se extendió el uso del hielo, que almacenaban en pozos y habitáculos subterráneos construidos en piedra o ladrillo cerámico. Era hielo natural, agua congelada por la naturaleza en los inviernos boreales o arrancada de altas laderas y cimas nevadas.
En el siglo XIX, el estadounidense Frederic Tudor, en una aventura descabellada, comercializó bloques de hielo extraídos en invierno de lagos congelados cercanos a su casa en Boston, que llevó en barcos a islas del Caribe (Martinica, Cuba y Jamaica) primero, y después a puertos de Estados Unidos, Asia y Suramérica. Así abrió posibilidades de uso desconocidas al agua congelada y las extendió por el mundo, sobre todo para preparar bebidas frías, incluido el whisky.
Guillermo Cullen, en 1748, hizo la primera demostración de refrigeración artificial, el paso inicial de los futuros frigoríficos. No fue hasta 1834 cuando el norteamericano Jacob Perkins patentó una máquina capaz de fabricar hielo. Fue la antecesora de las neveras que inundaron las casas de la clase media de todo el mundo unos años después.
Como a todo gran invento, le aparecieron detractores. El más importante fue el papa de entonces, Gregorio XVI, que al enterarse exclamó: “Ya saben fabricar hielo… eso es meterse en el terreno de Dios. Ahora van a llevar su irreverencia blasfema hasta el extremo de fabricar sangre”.
Hielo terapéutico
En el siglo XX el hielo se usaba de forma muy recurrente en los hogares colombianos. Madres y amas de casa sabían de sus poderes analgésicos, y siempre mantenían en el botiquín o cualquier alacena a la mano una bolsa especial para usarlo y una cubeta lista en el congelador de la nevera. La fisioterapeuta Laura Esteras Martínez, en su artículo en línea “Masaje con hielo o criomasaje. Beneficios y aplicaciones”, considera que hoy el uso del hielo es muy bajo, mucho menor de lo que se debería emplear. “La razón… es la falta de conocimiento de todos los efectos que produce en el organismo y sus beneficios”, afirma.
El hielo es un material barato, de rápido efecto y alta eficacia. Óscar Reyes Pardo, ortopedista vinculado a Colsanitas, afirma que “los efectos del frío en general sobre el organismo van desde el control del dolor, la inflamación, la reposición de los tejidos, la relajación de espasmos musculares de las extremidades y hasta la misma relajación de las vísceras en caso de cólicos o cirugía abdominal. Tiene un efecto inicial de constricción vascular (estrecha el espesor de capilares, venas y arterias) que disminuye el sangrado y la reacción inflamatoria, pero después de aplicarlo hay un efecto de rebote en los vasos sanguíneos que ocasiona vasodilatación y, por lo tanto, ayuda a la cicatrización y a la curación de los tejidos”.
Si se usa por largos periodos y de manera directa sobre la piel causa quemaduras y contrae los músculos. El especialista recomienda envolverlo en un paño o meterlo en una bolsa especial antes de usarlo, y emplearlo máximo 15 minutos cada hora, durante tres horas.
Ante una súbita lesión por un golpe o por la torcedura de un tobillo, por ejemplo, se recomienda aplicarlo de inmediato, por sus propiedades analgésicas, porque mejora la circulación, mitiga el espasmo muscular y evita la aparición de hematomas.
La aplicación de frío en forma de hielo baja la temperatura del sector o miembro sobre el que se usa: al comienzo a nivel superficial de la piel y después desciende a nivel profundo en músculos y órganos. La disminución de la temperatura adormece los receptores del dolor.
Dolencias que alivia
El médico Luis Ferrer, en su artículo en línea “El hielo y sus ocho beneficios para la salud”, revela que se usa para disminuir el dolor causado por la aplicación de una vacuna, reduce la hinchazón de las hemorroides, refresca e hidrata la piel en presencia de quemaduras solares y bronceado, reduce la sensibilidad de nervios y encías ante un dolor de muelas y causa alivio. También es provechoso para la salud de la piel, porque controla y elimina el sebo de los poros obstruidos, reduce los dilatados y calma erupciones y espinillas dolorosas.
En la última década ha surgido una aplicación novedosa del hielo: los baños o tinas de frío. Deportistas de élite y aficionados exponen sus cuerpos a temperaturas heladas luego de los entrenamientos o competencias, porque “ayudan a los músculos, tendones, huesos, nervios y muchas otras partes del cuerpo humano a recuperarse después de una exigente sesión de ejercicios”, afirma el artículo “¿Realmente sirven los baños de hielo para después del ejercicio?”, publicado en BBC Mundo. La inmersión se puede realizar en tinas de agua helada o de agua con cubos de hielo, a temperaturas entre ocho y diez grados centígrados, por lapsos de entre diez y veinte minutos. Alivian el dolor, reducen la inflamación y aceleran el proceso de recuperación en caso de lesión. No se recomiendan a personas que sufran de claustrofobia, sean alérgicas al frío o padezcan cardiopatías, hipotiroidismo o enfermedades vasculares.
Por último, el uso del hielo también beneficia la salud mental de los pacientes, porque baja los niveles de estrés, contribuye a disminuir la fatiga y a dormir bien, y mejora en general el estado de ánimo al estimular el sistema nervioso simpático y la secreción de neurotransmisores u otras sustancias como las endorfinas, que generan sensación de bienestar y pueden disminuir la aparición de síntomas depresivos.
Una excelente manera de descansar después de hacer ejercicio es ducharse con agua fría, pues reduce la inflamación y ayuda a recuperar el músculo más rápidamente.
- Este artículo hace parte de la edición 189 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.
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