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Bienestar Colsanitas

La dicha de envejecer acompañado

Envejecer acompañado es el mejor cuidado familiar. Cerca del 10 % de los colombianos mayores de 65 años viven solos, y múltiples estudios han comprobado que la soledad agrava algunas de sus condiciones médicas.

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ita Soto Frías nació en Fonseca, un pueblo del Magdalena de 33.000 habitantes. Cuando estaba joven, la obligaron a casarse con un hombre que le triplicaba la edad. Al año se separaron y ella conoció al amor de su vida, Juan Daza, con quien vivió 40 años. A sus 92 años, el inventario de su descendencia es de 12 hijos, 31 nietos, 33 bisnietos y una tataranieta. Y contando.

Esta mujer morena de ojos color gris plomo ríe poco, pero no se queja de nada. Vive con dos nietos adultos y una hija de 50 años. Rita hace todos los oficios del hogar, cocina, cría tres gatos y usa el transporte público con frecuencia para visitar a sus parientes. Recuerda las fechas, los lugares y los nombres de los amigos que ya han muerto. Cuenta con orgullo que es líder en la iglesia a la que asiste.

“Para mí la soledad es un castigo que no me ha tocado sufrir. Tengo la felicidad de estar siempre acompañada de Dios, mis hijos me visitan y me ayudan económicamente, mis nietos me consienten y mis bisnietos me divierten. Nada me falta porque tengo a mi familia de sangre y a mis hermanos de culto”, dice Rita mientras una niña de ocho años que está de visita se le sienta en las piernas.

Podría considerarse que Rita forma parte del 8,5 % de colombianos que tiene un envejecimiento exitoso (EE), en el sentido de que está por encima de la expectativa de vida del país, que es de 74 años según el DANE; además, no padece ninguna enfermedad crónica importante ni discapacidad alguna, tiene un funcionamiento físico óptimo, altas capacidades cognitivas, afecto positivo y compromiso social.

El dato porcentual y las condiciones que definen el EE forman parte de un estudio realizado en 2017 y publicado en el último trimestre de ese mismo año en la Revista Médica Sanitas, con el título “Envejecer bien, un estudio sobre el envejecimiento exitoso y sus determinantes”.

Precisamente, frente a las condiciones de vida que enfrentan los adultos mayores, un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud titulado El envejecimiento y la salud indica que “a medida que aumenta la esperanza de vida, también lo hacen las probabilidades de que diferentes generaciones de una familia estén vivas al mismo tiempo. Sin embargo, aunque pueda haber aumentado el número de generaciones sobrevivientes en una familia, en la actualidad estas generaciones tienen más probabilidades que antes de vivir por separado”. De hecho, el estudio hace referencia a que la tendencia mundial es a que cada vez más personas mayores de 65 años vivan solas.

En consonancia, la encuesta de Salud, Bienestar y Envejecimiento (Sabe), del Ministerio de Salud y Colciencias, hecha en 2015, precisa que en Colombia el 9,6 % de los adultos mayores vive sin compañía alguna, y en Bogotá sube a 11 %. Todos los estudios indican que es más frecuente que los ancianos vivan solos en las ciudades grandes e intermedias, contrario a lo que sucede en ciudades pequeñas o en zonas rurales. La cifra nacional no es tan alta si se compara con las de España, donde el 40 % de los ancianos viven solos, o con Inglaterra, donde la incidencia es de 50 %. Aun así, en el ámbito nacional hay que tomar acciones para que no continúe creciendo la tendencia.

En el caso de Rita Soto, ella prefiere estar en su casa y no arrimarse a la familia de alguno de sus hijos, aun cuando esto podría significar mayores comodidades, menos quehaceres y más compañía. La condición de propietaria de su vivienda le da una independencia y una autonomía que no está dispuesta a sacrificar.

“Me gusta que me visiten y visitar a mis hijos y nietos. Paso un rato sabroso cuando me buscan para compartir con todos los muchachos, pero yo en mi casa tengo mis reglas y no quiero ir a cumplir las de otros. Supongo que si me enfermo algún día me llevarán donde una hija, pero mientras tanto aquí me siento feliz”, comenta en la sala de su casa en Santa Marta.

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Sociabilidad y bienestar

La encuesta Sabe señala que el 55 % de los adultos mayores en Colombia participa en alguna actividad social, principalmente actividades religiosas, y eso disminuye los factores de riesgo a los que hay que enfrentarse después de cumplir los 65 años.

Robinson Cuadros, presidente de la Asociación Colombiana de Gerontología y Geriatría, dice: “La soledad es un buen sitio para encontrarse, pero un mal sitio para quedarse”. De hecho, es considerada un factor de riesgo en el adulto mayor porque puede desencadenar depresión o alteraciones cognitivas, y disminuir las condiciones físicas por el sedentarismo y el aislamiento.

“Muchas personas mayores viven con sus hijos, pero se sienten solos. Tiene que ver con el reconocimiento social y propio, el rol que cada uno desempeña en su entorno social. A algunos la ausencia de responsabilidades los hace sentirse inútiles, y el hecho de que no puedan decidir cosas tan sencillas como el menú del día los anula”, apunta el especialista.

Cuadros también indica que la espiritualidad y la fe son condiciones que actúan en favor de los ancianos. Una mujer como Rita Soto, cuando asiste a la iglesia cercana a su casa, se siente reconocida por los demás miembros del culto, pero además se siente útil, animada, conectada con ese grupo de personas que se reúnen alrededor de unas creencias comunes. Eso le da sentido a su vida y la motiva a cuidar su salud, su cuerpo y su mente.

“Se ha encontrado que los adultos mayores con actividades religiosas gozan de mejor salud física y mental y viven más que otras personas que no las tienen”, dice el artículo citado sobre envejecimiento exitoso. Ahí también se lee que las personas mayores con estas vinculaciones espirituales tienen mejores redes de apoyo social, mayor adherencia a los tratamientos médicos y menores tasas de depresión, ansiedad y estrés.

Sociedades más consideradas

Superar las dificultades vinculadas con la soledad no es una responsabilidad exclusiva de los familiares de las personas de edad avanzada, también debe ser un propósito de la sociedad y una tarea del Estado a través de las políticas públicas.

“Tenemos que promover las relaciones intergeneracionales, para que los jóvenes y los niños puedan interactuar más con los adultos mayores en más espacios culturales, educativos y sociales. La meta tiene que ser una sociedad para todas las edades. No segregar a aquellos que han ayudado a forjar lo que somos”, dice el doctor Cuadros.

Enseñar a los mayores a que usen la tecnología como forma de aproximación a sus seres queridos también es una manera de combatir su aislamiento. Una videollamada, el envío de una tarjeta digital en alguna ocasión especial, el intercambio de correos o mensajes de chat con amigos y familiares hacen la diferencia entre sentirse solo y sentirse parte de una comunidad.

Justamente la falta de redes de acompañamiento a los ancianos que están en la etapa final de sus vidas o enfrentando alguna enfermedad crónica fue una de las razones por las que la Fundación Keralty comenzó a implementar el Programa Ciudades Compasivas. Camila Ronderos, directora ejecutiva de la Fundación, cuenta que la idea es establecer una red de apoyo para esos adultos mayores o pacientes con dependencia, que empieza por los familiares y se extiende a su entorno inmediato y a la comunidad donde reside.

El programa trabaja en la sensibilización, la investigación y la formación, para que cada vez más personas se conecten con el compromiso de cuidar al otro. El proyecto de Ciudades Compasivas se adelanta en Cali, Medellín, Fusagasugá y Bogotá.

“Se trata de procurar cuidados y atenciones para que las personas no se sientan solas mientras atraviesan por momentos difíciles de salud, o cuando las circunstancias impiden que los adultos mayores tengan compañía, como es el caso de aquellos que no tienen hijos o cuando la familia más próxima vive lejos”, explica Ronderos.

Está comprobado que las conexiones humanas producen bienestar, y la grata compañía aumenta las defensas para enfrentar enfermedades. Y no es una percepción: hay evidencia científica sobre los efectos positivos que tiene la vinculación de la familia en los procesos de recuperación del paciente o el anciano, y en la disminución de la reincidencia de estos a las salas de urgencias médicas.

La invitación que hacen los expertos es a que nos preocupemos más por nuestros familiares, amigos y vecinos ancianos. Nos invitan a interesarnos por sus sentimientos, visitarlos y consentirlos hasta el último día. La expresión de alegría de Rita Soto, rodeada de los suyos, no deja lugar a dudas sobre los efectos del amor y la compañía en las personas mayores.

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Karem Racines Arévalo

Es una periodista colombo-venezolana egresada de la Universidad Central de Venezuela. Llegó a Bogotá en 2011 para escapar de la confrontación política de su país. Después de vivir en la capital colombiana cinco años, decidió mudarse cerca del mar, que tanta falta le hacía, y desde hace dos años vive en Santa Marta. Es docente de periodismo en la Universidad del Magdalena y en la Sergio Arboleda. Es colaboradora frecuente de la revista Bienestar.