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vaginismo

Descubrí que mi dolor tenía nombre: vaginismo

El vaginismo es una condición que dificulta o impide la penetración debido a una contracción involuntaria de los músculos vaginales. Muchas mujeres lo padecen sin saber qué es ni que tiene tratamiento. Aquí le contamos qué lo causa, cómo afecta la vida sexual y qué opciones existen para superarlo.

No conocía la palabra “vaginismo” cuando, en mi primer intento por tener relaciones sexuales, la persona con la que estaba me dijo que sentía algo así “como golpear una pared”. Que no podía continuar porque le daba miedo lastimarme. No. La palabra llegó a mí mucho más adelante, con la primera temporada de la serie Sex Education.

Lily, el personaje en cuestión, se enfrenta a este transtorno por primera vez cuando intenta tener relaciones sexuales sin éxito debido al dolor que le causa. Otis, su amigo que también hace el papel de terapeuta sexual no autorizado, le dice que podría tratarse de un caso de vaginismo. Qué extraña fue la sensación de encontrar en una serie para adolescentes —una comedia, además— la palabra que describía algo que yo llevaba tiempo experimentando.

En palabras de Maria Alejandra Cifuentes, ginecóloga y endocrinóloga, el vaginismo es una “contracción muscular involuntaria de la vagina que impide que haya una penetración de cualquier tipo”. En otras palabras, para quien lo siente: golpear una pared; para quien lo sufre, un fuerte dolor punzante acompañado de un ardor intenso y la sensación de estar presionando hacia un muro impenetrable que tensiona los músculos del cuerpo hasta que incluso las manos se cierran. Esta condición afecta a alrededor del 7 % de la población femenina del mundo, según The Journal of Sexual Medicine. Sin embargo, especialistas como Maria Alejandra advierten que la cifra real podría ser mucho mayor, pues muchas personas, por vergüenza o temor, no acuden a un especialista.

¿Por qué ocurre el vaginismo?

El origen de este trastorno es un poco más complejo. Según Helena Salgado, psicóloga experta en temas de sexualidad, puede ser “el resultado de una condición emocional, médica o una combinación de ambos”.  En el caso de María*, una mujer con vaginismo a la que consultamos, su experiencia estaba marcada por pensamientos intrusivos que tenía durante sus relaciones sexuales. “Me daba pena estar desnuda, sentía que le estaba fallando a mis papás y tenía un miedo profundo a quedar embarazada. Nada de eso me permitía relajarme y, por eso, mi cuerpo no estaba en sintonía con lo que pasaba”, recuerda. 

En otros casos, el vaginismo puede estar relacionado con abusos sexuales o malas experiencias en la intimidad, la consecuencia de una persona que no sabe respetar un no, como muchas —lastimosa y furiosamente— lo hemos vivido. También influyen los tabúes sobre la educación sexual, problemas de autoestima o trastornos de salud mental. 

Pero mi mayor miedo era que se tratara de una condición física. Me atormentaba imaginarme que se necesitara de una intervención quirúrgica para curarme. “Son muy pocos los casos que requieren este tipo de tratamiento”, me explicó Cifuentes. Sin embargo, podría considerarse en situaciones como un himen imperforado —que cubre por completo la abertura de la vagina— o microperforado —con un pequeño orificio—. También pueden influir factores físicos como infecciones vaginales, complicaciones de la endometriosis o  cambios asociados a la menopausia.

La única manera de saber con certeza —y dejar de pensar que hay algo mal en una, como me pasó a mí— es yendo a un control ginecológico. “En el examen físico hay puntos específicos que permiten ver la contracción muscular que está teniendo esta persona, así que sí puedo dar un diagnóstico de si tiene vaginismo o si hay alguna afección física. Ir a la consulta es necesario para que sepan que esto tiene un nombre, que hay un diagnóstico y que no tienen nada de malo”, explica Cifuentes.

Vaginismo y autoestima: el peso de la vergüenza

Si hay algo con lo que me identifico es el feminismo, y aunque a simple vista no parezca relacionado con el vaginismo, para mí sí lo está. En medio de tanto apostar por la liberación femenina —incluida la libertad de vivir una sexualidad activa sin prejuicios—, me descubrí juzgándome por no poder disfrutar plenamente de la mía. En aquel momento, confundía la idea de libertad con la obligación de cumplir ciertos estándares. Esa mezcla de culpa y presión es un sentimiento que acompaña con frecuencia a quienes padecemos este trastorno.

“Muchas mujeres con vaginismo experimentan culpa o vergüenza por no poder tener relaciones sexuales consideradas ‘normales’, lo que puede impactar profundamente su autoestima”, señala Salgado. Este trastorno implica una lucha constante contra las expectativas propias, las de la sociedad y, en ocasiones, las de la pareja. “Para mí, eso causó muchos problemas con mi novio, porque no había placer ni para él ni para mí”, recuerda María. La falta de comunicación y la carga de vergüenza crean un círculo vicioso que agrava los problemas en la intimidad y dificulta romper con ese patrón. Lo sé bien: durante años no hablé de mi situación, ni siquiera con mis amigas más cercanas.

La penetración no es la única manera de disfrutar la sexualidad. Explorar otros tipo de estimulación en pareja también puede ser una experiencia enriquecedora.

En mi caso, fueron las conversaciones respetuosas y tranquilas con mi actual pareja las que me ayudaron a entender que no había culpa en un trastorno y que, independiente de si había tratamiento o no, nuestra relación era un lugar seguro. Aunque las palabras por sí solas no resolvieron el problema, sí crearon un espacio tranquilo para intentar que el sexo dejara de ser una fuente de angustia. Sin embargo, es importante recordar que la penetración no es la única manera de disfrutar la sexualidad. Explorar otros tipo de estimulación en pareja también puede ser una experiencia enriquecedora. 

Hoy, desde un lugar más amable conmigo misma,  tengo muy claro que las palabras pueden aliviar el peso. En el caso del vaginismo, tener conversaciones abiertas en pareja es fundamental. “Una relación donde se prioricen la paciencia, la comprensión y la empatía puede ser clave para que el tratamiento funcione. Además, un diálogo honesto sobre los sentimientos, expectativas y preocupaciones contribuye a reducir la ansiedad y el miedo al rechazo”, explica Salgado.

Tratamientos para el vaginismo

El vaginismo va más allá del temor de nunca tener una relación plena con la sexualidad. Aunque esa ha sido mi experiencia, la ginecóloga Cifuentes ha recibido pacientes que también temen por su maternidad, preocupadas por cómo podrían concebir o dar a luz, teniendo en cuenta el dolor físico al que ya se enfrentan con el vaginismo. La clave, precisamente, está en dejar atrás la vergüenza y hablar con un especialista. Como me dijo a mí: aunque exista un trastorno, también existe un tratamiento efectivo para superarlo.

Para obtener resultados, el tratamiento ideal combina diferentes enfoques desde la ginecología y psiquiatría. Por un lado, existen técnicas como la terapia física y de relajación muscular, los ejercicios de kegel, las dilataciones vaginales graduadas o los masajes perineales. El uso de lubricantes externos también puede ayudar a disminuir —o incluso eliminar— el dolor durante la penetración.

“Si sienten que algo no está normal y no está bien, es porque no lo está. Las entiendo y hay que revisarlo”, explica la ginecóloga Cifuentes

Por otro lado, la terapia cognitiva-conductual es una herramienta clave, e incluso necesaria en algunos casos. “Esta puede ayudar a identificar y modificar las creencias y pensamientos negativos relacionados con el sexo”, explica Salgado. Yo, que hace años comencé a tratar este proceso con mi psicóloga, todavía recuerdo sus palabras cuando el miedo y el dolor regresan, aunque cada vez sucede con menos frecuencia.

No están solas: el mensaje para quienes sufren vaginismo

Aún recuerdo todos los momentos en que sentí pena. Por mí, al borde del llanto, y por la persona que estaba conmigo, intentando pasar un buen momento. Ahora los miro con compasión, entendiendo todo lo que no sabía entonces. Los recuerdo con la calma que solo llegó después de hablar con expertas que me guiaron en un camino en el que parecía ser la única afectada. Los recuerdo con agradecimiento por la persona que hoy me acompaña y me ama. Los recuerdo, aún esforzándome por soltar la vergüenza que a veces se asoma, porque el camino es largo y aún lo estoy recorriendo. Los recuerdo ahora, mientras escribo este texto, intentando dejar ir esos sentimientos. 

Este artículo es para aquellas personas que jamás han sido capaces de ponerse un tampón, para quienes no disfrutan de un juguete sexual, para quienes la idea de la penetración les impide asistir a los exámenes médicos necesarios. No están solas. Hay soluciones, hay especialistas que no las juzgarán y les ayudarán. “Si sienten que algo no está normal y no está bien, es porque no lo está. Las entiendo y hay que revisarlo”, añade la ginecóloga Maria Alejandra Cifuentes.

*Este nombre fue cambiado a petición de la fuente.