¿Considera que pierde el tiempo al descansar? ¿Se ha sentido mal cuando no hace nada? Si es así quizás esté experimentando el “stresslaxing”, un concepto atado al frenesí de la sociedad moderna por producir. ¿De qué se trata?
La escena resulta paradójica: agobiada por el estrés, una joven aparta veinte minutos al día para meditar. Pero cuando está sentada con la espalda recta, tratando de centrarse en su respiración, no puede evitar angustiarse por el trabajo que tiene pendiente. Más tarde, cuando se sienta frente al televisor, le cuesta dejar de sentir que debería estar haciendo algo productivo. Y así, el supuesto descanso que debería ayudarla a combatir el estrés, acaba generándole más ansiedad.
Las anteriores son un par de imágenes que ilustran el stresslaxing, término que se refiere al estrés que nos produce intentar relajarnos. Según Jolanta Burke, profesora del Centro de Psicología y Salud Positivas, en Irlanda, el stresslaxing describe la “ansiedad inducida por la relajación”. Se refiere a la incapacidad de relajarnos por estar pensando en las tareas pendientes, o creer que no estamos usando el tiempo de manera adecuada.
De acuerdo con la Asociación Estadounidense de Psicología, entre el 30 y el 50 % de las personas acaban por experimentarlo en algún momento de su vida, sobre todo en una sociedad que nos exige productividad y hace todo lo posible para que siempre estemos conectados o produciendo.
La negación del ocio
En La sociedad del cansancio, el filósofo coreano Byung-Chul Han habla sobre la locura moderna por producir: ese “imperativo del rendimiento como nuevo mandato de la sociedad del trabajo”. Para Han, “ahora no solo el cuerpo, sino el ser humano en su conjunto se convierte en una máquina de rendimiento, cuyo objetivo consiste en el funcionamiento sin alteraciones y en la maximización del rendimiento”.
Estar ocupados es hoy un símbolo de estatus. Y el ocio, el tiempo libre para descansar y mirarnos a nosotros mismos, está mal visto. Lo preocupante es que detrás de esa obsesión viene el agotamiento excesivo. “Estados psíquicos característicos de un mundo pobre en negatividad y que, en su lugar, está dominado por un exceso de positividad”, dice Han.
Las consecuencias físicas de este agotamiento están demostradas: en 2021, la revista científica Environment International estableció el trabajo excesivo como el mayor factor de enfermedad ocupacional. Y una investigación más de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que cada año, 750.000 personas mueren de enfermedad coronaria isquémica y apoplejía debido a largas horas de trabajo.
“Hay dos maneras principales en las que el trabajo excesivo puede reducir la salud y la longevidad —dice un artículo de la BBC sobre el tema—: una es el impacto biológico del estrés crónico, con un repunte en las hormonas del estrés que genera hipertensión y eleva el colesterol. Otra, los cambios de comportamiento: esas largas jornadas podrían significar dormir poco, hacer escaso ejercicio, comer comida poco sana y fumar y beber para soportarlas”.
Así las cosas, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo descansar sin sentirnos culpables? La psicóloga Tatiana Mosquera, experta en educación, explica que “no hay nada más difícil que no hacer nada, plantea la autora Jenny Odell. En el mundo actual nuestro valor es medido por la productividad, y esta se mide por la cantidad de actividades que realizamos o la cantidad de veces que posteamos algo en redes, convirtiendo el descanso en una supuesta pérdida de tiempo. Además, se han generado fenómenos como el FOMO (Fear of Missing Out), un miedo de que otros podrían estar teniendo experiencias gratificantes de las cuales uno está ausente, y que obliga a las personas a desarrollar actividades para no perderse nada”.
Carolina Arenas, psicóloga clínica especialista en atención de desastres y manejo del duelo, asegura que “uno de los problemas importantes de la humanidad tiene que ver con la dependencia psicológica de los factores externos; es decir, de cosas que no se pueden controlar. Allí las personas quedan atrapadas en la necesidad de gratificar a otros, de ser reconocidos y validados. Ese pensamiento da lugar a la sensación de tener que ser productivos para que nos valoren. Mientras más tareas, mayor sensación de importancia, lo que aumenta la creencia errónea de ser indispensable. Y eso termina compensando otro problema: la sensación de no ser suficiente. Descansar, según estas creencias, deberá ser solo el resultado de la misión cumplida, pero realmente es una sensación inexistente en un sistema productivo que no para, que siempre exige más”.
¿Qué hacer?
Es urgente reivindicar el valor del ocio y el descanso en nuestra vida. Esa “utilidad de lo inútil”, como diría el filósofo italiano Nuccio Ordine: “La auténtica esencia de la vida coincide con lo bueno (con aquello que las democracias comerciales han considerado siempre inútil) y no con lo útil”, escribe. En resumen: la prevalencia del ser sobre el tener.
“Es clave reconocer la relevancia del autocuidado a través de varias prácticas sencillas —concluye Tatiana Mosquera—: descansar de las pantallas y las redes, meditar, aprender a gestionar las emociones, reconocer la importancia del descanso y retomar actividades que generen un sentido de comunidad”.
Para Marisol Gómez, psicóloga clínica máster en familia, adolescencia e infancia, también es importante, entre otras estrategias, “trabajar o desarrollar el autoconocimiento, para que esto redunde en autoestima, enraizamiento y calma; reconocer las particularidades y necesidades del cuerpo, como ciclos y tiempos de sueño, contacto con la naturaleza, silencio o sonidos y nivel de interacción social; y hacer terapia, un camino de autoconocimiento amable”.
En últimas, dejar de sentir el stresslaxing requiere ser conscientes de que el descanso no significa perder el tiempo. De que no es necesario pasarnos la vida produciendo. Y, sobre todo, de que el tiempo que nos damos a nosotros mismos resulta esencial para nuestra salud mental.
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