Los humedales son oasis de naturaleza entre el caos de la ciudad. Casi todos se pueden visitar para descansar o hacer actividad física. Visitamos tres de ellos.
Los humedales son ecosistemas con gran valor ambiental. Según Jorge Escobar, líder de la Fundación Humedales de Bogotá, “no solo mejoran la calidad del aire, sino que también regulan el ciclo hídrico. Eso significa que en temporada de fuertes lluvias estos ecosistemas retienen el agua y ayudan a prevenir inundaciones”. Adicionalmente, los humedales son el hogar de una gran cantidad de flora y fauna, incluidas aves migratorias.
En Bogotá existen 15 humedales reconocidos por el Distrito, distribuidos por toda el área urbana. Sin embargo, para la Fundación Humedales, que ha documentado la existencia de estos espacios en la ciudad, existen más de 83. Según un informe de la Alcaldía publicado en 2014, “la zona ocupada por lo que hoy es Bogotá a principios del siglo XX contaba con más de 50.000 hectáreas de lagos y zonas inundables, de las cuales solo quedan 80”.
Por esta razón, diferentes actores del Distrito y de la sociedad civil trabajan en la preservación de estos ambientes, con el fin de que no solo sean santuarios naturales ocultos, sino también zonas de recreación pasiva y turismo ecológico, que permitan concientizar a los bogotanos de la importancia de cuidar las riquezas naturales que tiene la ciudad.
Si usted es de los que disfruta de las caminatas ecológicas, la observación de aves o simplemente sentarse en el prado a disfrutar del aire libre, le recomendamos visitar tres de los humedales más grandes y biodiversos del área urbana bogotana.
Humedal la conejera
Como uno de los humedales más emblemáticos de Bogotá, El Parque Ecológico Distrital del Humedal La Conejera posee la mayor certificación ambiental a nivel internacional Ramsar, una convención intergubernamental para la protección de los humedales creada en la ciudad iraní del mismo nombre en 1971. Además, según la Secretaría de la misma entidad, este humedal fue clasificado en 2012 como uno de los 14 mejores destinos mundiales ecoturísticos para hacer avistamiento de aves.
En el humedal La Conejera existen 253 especies de flora y por lomenos 17 especies de macromicetos (setas).
El humedal se encuentra en el límite urbano-rural de la localidad de Suba. Lo alimenta la quebrada La Salitrosa, que desemboca en el río Bogotá. Para entrar hay que cruzar una portería en el barrio Suba Compartir segunda etapa, en la Calle 153 con carrera 136 D. Hay que tener en cuenta que solo está abierto al público entre las 8 am y las 3 pm.
Hoy en día el humedal La Conejera es reconocido por el Distrito como un parque ecológico. Pero a principios de los años noventa el lugar parecía más bien un relleno sanitario, pues recibía más de 100 volquetadas de escombro al día. Fue gracias a la Fundación La Conejera, organización pionera de la protección de los humedales en aquella época, que junto a los vecinos del sector lograron recuperar el ecosistema en su totalidad. “Nosotros empezamos a poner denuncias contra el Estado, y con acciones populares acabamos con las escombreras piratas, luego empezó la recuperación. Limpiar y sembrar árboles fue un proceso largo y de aprendizaje para todos”, dice Byron Calvachi, biólogo y ex miembro de la extinta Fundación La Conejera. “Antes había mucha ignorancia, mucho desinterés y menos voluntad política, pero ahora las cosas están mejorando”, añade.
En la actualidad, La Conejera es el humedal con mayor biodiversidad de la capital colombiana. Cuenta con especies como tinguas, patos canadienses, ranas sabaneras y curíes endémicos del altiplano cundiboyacense. De acuerdo con un informe del Jardín Botánico de Bogotá, existe una gran variedad de plantas entre las que se encuentran el junco bogotano y árboles frutales como la curuba.
Humedal jaboque
En lengua muisca, la palabra jaboque significa “tierra de la abundancia”. El humedal que lleva este nombre está ubicado en la localidad de Engativá, entre el aeropuerto El Dorado y la Calle 80, y cuenta con 148 hectáreas de área protegida.
Según Marcela Peñuela, geógrafa de la Universidad Nacional, “el humedal Jaboque fue construido alrededor del año 800 a.C. por la cultura Herrera, una civilización anterior a los muiscas que modificó las zonas inundadas a través de la creación de canales y camellones, que eran plataformas de tierra hechas para la pesca, la agricultura y la recirculación del agua”. Y añade la especialista: “los muiscas continuaron con estas prácticas y se asentaron en la zona circundante al humedal”.
El humedal Jaboque carece de enrejado, tiene múltiples entradas y es posible acceder a él a cualquier hora.
En la actualidad, los rastros de sus antiguos habitantes aún se evidencian en los monolitos (monumentos de piedra tallada), de los cuales todavía sobreviven 12 a pesar de que el proceso de urbanización del lugar ha derribado y enterrado muchos de los rastros de estas culturas milenarias. Según algunas teorías, estos monolitos, que pesan varias toneladas y que están incrustados en el cauce del humedal, estaban alineados con la constelación de Escorpio, y en conjunto formaban un centro ceremonial de la cultura muisca.
“Otras hipótesis también apuntan a que fueron diseñados para limitar territorios indígenas” señala Peñuela. Como el humedal Jaboque carece de enrejado, tiene múltiples entradas y es posible acceder a él a cualquier hora del día para disfrutar del paisaje. Sin embargo, esta característica también lo convierte en vertedero: en varias zonas del humedal pueden encontrarse cantidades considerables de basura. Allí el plástico y el escombro conviven con especies de aves como fochas americanas y cercetas alas azules, estas últimas son aves migratorias provenientes de Canadá y Estados Unidos.
Los monolitos son monumentos creados a partir de un solo bloque de roca tallada.
Ante la amenaza creciente de la contaminación, vecinos del sector han realizado en varias ocasiones limpiezas generales, con el apoyo de la alcaldía local de Engativá. Durante el año 2020, con la crisis económica de muchas personas producto de la pandemia, se dispuso una de las huertas comunitarias más grandes de la ciudad en el barrio La Riviera, en las orillas del humedal.
Humedal tibabuyes
Con sus más de 220 hectáreas de extensión, el también conocido como Juan Amarillo es el humedal más grande del área metropolitana. En 1994, a través del acuerdo 019 de ese mismo año emitido por el Concejo de Bogotá, se declaró este ecosistema como reserva ambiental natural junto con otros 13 humedales, incluidos Jaboque y La Conejera.
Tibabuyes está ubicado al norte de la localidad de Engativá y al sur de Suba, al noroccidente de Bogotá. Además, está rodeado de varios barrios como Ciudadela Colsubsidio, Lisboa, San Cayetano y Nuevo Tibabuyes. Este humedal se considera de gran importancia ambiental debido a que favorece la conexión con otros humedales del sector a través del río Bogotá.
En el humedal Juan Amarillo se ha registrado la presencia de 42 especies de aves, entre nativas y migratorias.
Aunque su entrada principal es por la Plazoleta del Humedal en la avenida Ciudad de Cali con Carrera 91, también se puede acceder a través del parque Juan Amarillo. Desde allí es posible disfrutar del espejo de agua que se rompe cada vez que un ave rapaz agita sus aguas al cazar. Según la Secretaría de Ambiente de Bogotá, en el humedal habitan más de 42 especies de aves, al menos cinco de ellas cazadoras, entre las que se destacan el gavilán espíritu santo, el gavilán maromero y el búho listado.
Según una investigación realizada por la alcaldía local de Suba en 2004, antes de la Conquista española el cuerpo de agua del humedal era un centro ceremonial donde se realizaban múltiples celebraciones y rituales, como “La fiesta de las flores”, donde se reunían los caciques de Funza, Cota, Engativá, Chía y Suba para ofrecer ofrendas florales y artesanales a Chibchacun, dios de los comerciantes y labradores y protector de la sabana.
Actualmente el humedal ha sido blanco de polémicas entre algunos ambientalistas y las diferentes administraciones distritales, debido a un proyecto de adecuación que inició en 2018 y que consta de varios senderos y miradores dentro del humedal. Aunque en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) está contemplada su protección, algunos detractores dudan sobre la naturaleza de estas construcciones.
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