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Las batallas de María Cecilia Botero

Fotografía
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Una de las actrices más queridas de la televisión colombiana repasa sus momentos de gloria y sus luchas. También habla de su último reto profesional: encarnar a la abuela Alma de la película Encanto, el más reciente éxito de Disney.

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A María Cecilia Botero desde muy joven la vida le enseñó varias lecciones. Por ejemplo, que los planes pueden cambiar en cualquier momento. Y ante eso, lo que queda es tomar lo que venga con la cabeza en alto y buena cara.

Esta es la mejor forma de entender a María Cecilia. De entender cómo logra pasearse por el mundo con esa dulzura y esa sonrisa indeleble que utiliza como armadura, mientras las cosas más difíciles le caen como golpes para hacerla trastabillar. Pero ¡qué va! María Cecilia parece de hierro. Jamás pierde el paso resuelto y firme de su figura alta y esbelta, ni la seguridad que le confiere su experiencia de más de cincuenta años de profesión y siempre lejos de las poses de vedette, de diva.

Llegó a la actuación por casualidad. Su padre, Jaime Botero Gómez, era ejecutivo de una multinacional y un entusiasta del teatro, y María Cecilia lo acompañaba muchas veces a las funciones e incluso a ver algunos ensayos. Fue justamente durante un ensayo en el Teatro Colón cuando un director se le acercó para pedirle que fuera la actriz de María en una adaptación que estaban montando. Ella tenía 14 años y jamás había pensado en subirse a un escenario. Pero el director la convenció, mientras marcaba su destino con un augurio: “créame, usted va a ser actriz y le va a ir muy bien”.

Su primer papel en una producción televisiva fue en El fantasma de Canterville junto a Carlos Benjumea. Por ese entonces la televisión era en blanco y negro y en vivo, no existían las cintas para grabar. Se hacían adaptaciones de grandes obras literarias y también se escribían obras profundas para actores de casta.

Desde entonces, María Cecilia ha representado infinidad de personajes en producciones nacionales: fue María en una adaptación de la novela de Jorge Isaacs; Manuelita Sáenz en Bolívar; Yadira La Ardiente en Caballo viejo y Sándalo Daza en Música, maestro. También fue Peter Pan y otros tantos personajes en obras de teatro musical que dirigía su esposo, David Stivel. Fue presentadora de noticias en CM& y el Noticiero de las Siete, y lo hizo de manera impecable durante siete años, aun cuando el gremio de los periodistas le lanzó dardos agudos por venir de la actuación, y no del periodismo. Presentó el único talk show memorable que se hizo en el país: María C contigo. También ha actuado en cine y teatro, y ha hecho comerciales y programas de variedades.

Pero no todo ha sido color de rosa. A sus 66 años ha conocido varias quiebras económicas, ha superado enfermedades, perdió a su marido cuando Mateo, su único hijo, era un niño. Ha visto la muerte muy cerca en dos ocasiones. Y cuando el tedio de una industria cada vez menos interesante la desanimaba, le llegó el único rol que no había desempeñado en la industria del entretenimiento: ponerle la voz a un dibujo animado. María Cecilia se convirtió en la abuela Alma de Encanto, la más reciente película de Disney. Y ha estado otra vez en boca de muchas personas.

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“Nunca soñé con Hollywood, pero pasa todo este rollo de Disney y resulta que me pongo de moda otra vez y me da mucha risa”.

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Hoy de nuevo usted es la mujer del momento, otra vez en la portada de las revistas, la más buscada por los medios. Está en el más reciente éxito de Disney, Encanto

Es muy chistoso todo esto, porque las cosas llegan sin ser buscadas. Nunca soñé con Hollywood, pero pasa todo este rollo de Disney y resulta que me pongo de moda otra vez y me da mucha risa. Si esto me hubiera pasado hace veinte años hubiera sido otra cosa muy distinta, incluso para la carrera misma. Quizás hubiera pensado en tocar puertas allá. Pero a estas alturas de la vida, cuando estoy más de salida, me produce un gran placer que me haya tocado algo tan bonito, así sea al final, y me pone en paz con mi profesión. Más allá de participar en un proyecto de Disney, fue una película linda, un papel hermoso y un equipo increíble. Tal vez me retire o tal vez no, aún no lo sé, pero si esto es lo último que me tocó hacer, me deja absolutamente satisfecha.

¿Retirarse?

Antes de Encanto estaba a punto de retirarme, de dejar de lado este mundillo, porque andaba aburrida. Encontraba pocos papeles para mujeres de mi edad, y mucho menos papeles retadores: siempre la misma señora, la misma abuelita, el personaje satélite. Los canales nacionales, en su afán de hacer dinero, se olvidaron de una generación de grandes actores.

Pareciera que el papel en Encanto lo hubiera elegido el destino para usted…

La primera vez que me llegó, me dijeron que era para hacer un casting de voz para un canal en Estados Unidos. No me dijeron que era para Disney, quizás de haber sabido hubiese dicho que sí en el primer momento. Pero me dio pereza hacer las escenas porque eran en inglés y hacía mucho tiempo que no hablaba el idioma. Así que dije no en esa ocasión. Pasaron los meses y en febrero del año pasado me contactó una niña con la que había trabajado en Discovery Channel hace 20 años y me dijo que los directores estaban desesperados porque no habían encontrado a la persona ideal para ese papel, y muchas actrices ya habían hecho casting.

Cuando me llegaron las escenas y vi que eran las mismas, pensé que había que pararle bolas. Como no tenía nada que perder, me metí dentro de un clóset para que no hubiera mucho ruido y grabé los diálogos sin ninguna expectativa. A los tres días me pidieron que hiciera una audición en el estudio de Fox en Bogotá, con los directores desde Los Ángeles. Ahí me asusté, vi que la cosa iba como en serio. Me dijeron: “Listo, el papel es tuyo, esto es para Disney y tienes que guardar absoluto secreto”. Para mí fue una emoción muy grande, porque ser parte de Disney es quedar inmortalizada. Nada se repite más que una película de Disney, por generaciones y generaciones.

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¿Cómo fue ese trabajo?

Fue muy raro. Lo único que me faltaba hacer era la voz para un dibujo animado, y jamás se me había pasado por la mente. Me tocó aprender desde cero, porque al principio ni siquiera tenía la imagen de la abuela. Estuve sola todo el tiempo, con los directores desde Los Ángeles. Ellos me iban llevando y me iban explicando cuál debía ser el sentimiento.

Una de las cosas que más me gustó de Encanto fue la visión tan real de las mujeres colombianas y latinoamericanas en general. Hay pocas opciones: son lindas y el mundo se rinde a sus pies, o son fuertes y no lloran, aguantan y se echan al hombro el mundo

Es tan colombiano eso. Ellos se gastaron casi cinco años haciendo la preproducción. Vinieron varias veces al país, hablaron con personas de todos los estilos y regiones y sacaron esa conclusión. La película es de mujeres, los hombres están en un segundo plano. La protagonista no es una princesa ni hay un villano. Pero sí tiene mujeres para todo: la más fuerte, la más linda, la que cura con la comida. ¿Qué más nuestro que la mamá que nos cura con una sopita? Siento que es una película femenina y hace énfasis en eso, en que a las mujeres nos ha tocado echarnos a la espalda a los grupos familiares. En Colombia, a los hombres nos los quitan, nos los matan o nos dejan, y nos las mujeres quedamos solas al frente de la familia.

Y hablando de la otra realidad: el otro camino para las mujeres es ser bonitas, perfectas…

Claro, eso es un tema general, pero en Colombia es aún más complejo. En televisión dicen que todo es visual y que la gente necesita ver belleza y perfección. Si solo eres buena actriz, anda a hacer teatro que allá no importa. Pero además en Colombia tenemos ese asqueroso lastre que popularizó la narcocultura, donde se arma a la mujer perfecta. “Si no lo es, tranquila mijita, que le pago las cirugías”. Y empieza esta cultura a meterse en la cabeza de las niñas.

Esto se ha vuelto una enfermedad patética, esa búsqueda de una perfección inalcanzable, incluso en mujeres lindas. Ya nunca lo que tienen les alcanza: no hay satisfacción con el cuerpo de la mujer. La mujer se vuelve solo un instrumento, un objeto del deseo para satisfacer a otra persona.

Pareciera que usted ha sido muchas de esas mujeres que aparecen en la película: fue la actriz deseada y protagonista de todas las novelas, la mujer cabeza de familia que se echó todo al hombro, la mujer fuerte que ha peleado tantas batallas…

No lo había pensado, pero quizás sí. Me quedé sola con mi hijo cuando era muy chiquito y me tuve que hacer cargo sola y echar para adelante. Y lo otro, en realidad nunca fui muy consciente de ser la niña bonita. Para mí fue muy natural, porque llegué al medio cuando no había tanta competencia, así que era normal que fuera yo quien hiciera tanta cosa. Lo mío no era una intención de ser una diva, sino más el entusiasmo que generaban nuevos retos.

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Lo único que le faltaba hacer era la voz para un dibujo animado. Le tocó aprender desde cero porque al principio ni siquiera tenía la imagen de la abuela Alma.

¿Y cómo llegó a la presentación de noticias?

 Ese fue un reto tremendo, sobre todo para una actriz. Le tenía mucho miedo a la credibilidad y yo se lo decía mucho al director, Yamid Amat, cuando me lo propuso. Me daba miedo que la gente creyera que yo estaba haciendo un personaje. Además, se me vino encima todo el gremio periodístico, entre ellos varias presentadoras que querían ese trabajo. Pero no vamos a decir mentiras: le hicieron casting a todas y los directivos resolvieron que lo hiciera yo. Y, bueno, presenté el Noticiero CM& durante cinco años. Después de eso, durante dos años más presenté El Noticiero de las Siete. Me tocó pelearlo, pero no creo que haya sido suerte.

A pesar de tener una de las carreras más exitosas de la televisión, usted ha dicho en algunas entrevistas que ha pasado por momentos económicos muy difíciles. ¿Por qué?

Por atrevida. Cuando me quedé sola quería sacar adelante las comedias musicales, que estaban en auge en Colombia, pero no fui capaz. Yo no sé manejar la plata, se aprovecharon de mí, de mi inexperiencia y perdí mucho dinero. Luego traté de hacer una producción de televisión con lo poco que me quedaba y ahí vino otra quiebra. Esta fue una de las peores experiencias que he tenido en mi vida.

La enfermedad y la muerte la han rondado. ¿Tiene alguna idea de por qué ha tenido esa conexión sobrenatural?

Todo arranca con la enfermedad de David Stivel, mi esposo. Cuando estás tan cercano a la muerte es cuando empiezas a entender y valorar la vida y a darte cuenta por qué nos toca pasar por ciertas cosas. Cuando mi marido enfermó y teniendo un niño tan chiquito al que había que explicarle que su papá iba a morir, empecé a leer mucho sobre la muerte. Quería buscar la manera de hacerle entender a mi hijo lo que significaba. Pero por otro lado también David necesitaba entender cosas, y yo. Él era una persona sin religión, no creía en Dios, y ese proceso nos ayudó muchísimo. Teníamos grandes charlas, y él poco a poco se fue despojando del escepticismo y dándole cabida a la opción de que había algo más allá. Un día me dijo: “gracias, porque me hiciste entender que tengo espíritu”.

Y usted, ¿es religiosa? ¿Qué aprendió de tantas lecturas, de todo ese proceso?

No soy religiosa, pero creo que no solo somos un cuerpo, hay algo más. Creo en la reencarnación, y he hecho cursos de vidas pasadas con Brian Weiss. No creo en una religión en específico porque a todas les encuentro falencias. Siento que el ser humano, tan imperfecto como somos todos, no tiene derecho a decir qué está bien y qué está mal. Creo en un Dios, en una fuerza superior, y a partir de todo esto empecé a meditar, a conectarme con el alma. David lo logró también, así que sus últimos días fueron muy relajados y murió en paz. Le agradezco a la vida el haber vivido con él todo este proceso y que no me lo haya quitado de un infarto, porque quizás me hubiera quedado con todo en el pecho y hubiera sido mucho más difícil de superar. Por el contrario, quedé con la sensación de que nos dijimos todo, de que no nos quedó nada por hacer.

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María Cecilia Botero asegura estar preparada para lo que la vida le quiera poner: “No me pongo metas, y eso se lo debo a haber tenido a la muerte tan de cerca”.

Y hoy, ¿le tiene miedo a la muerte? Por ejemplo, ahora que pasamos por una pandemia, ¿sintió miedo?

No, en realidad estuve bastante relajada. Primero porque el tema del aislamiento no fue grave. Yo vivo en confinamiento, no salgo de mi casa si no es para lo estrictamente necesario, no hago mucha vida social. Nunca he sido muy rumbera, no tomo trago, me aburren los cocteles y esas cosas. Me entretengo con mis matas y con mi gato. Quizás resulto aburrida para algunos.

Lo único que me dio duro fue hacer sola los oficios de la casa y cocinar. Al principio fui de esas optimistas que pensó que esto nos iba a ayudar como seres humanos, que era una oportunidad para hacer las cosas de otra manera como humanidad. Pero qué tristeza y decepción con el género humano. Lo otro negativo fue el no poder trabajar, por eso cuando llegó lo de Disney fue perfecto, porque estaba sola en un estudio, sin exponerme.

Hace un rato me dijo que antes de Encanto estaba pensando en el retiro. ¿Sigue siendo una opción fuerte?

Yo estoy preparada para lo que la vida me quiera poner. No me pongo metas, y eso se lo debo a haber tenido a la muerte tan de cerca. Para qué hacer planes a largo plazo si en cualquier momento me puedo ir. ¿De qué sirve quedarme con tantas expectativas? A partir de lo de David aprendí a vivir el día y lo que la vida me vaya trayendo, paso a paso. Vamos a ver qué se presenta, pero sí, sigo con la misma idea de retirarme lo antes posible. Claro que eso tiene una cantidad de implicaciones, es un proceso. Eso sí, lo que venga lo haré con alegría. El día que uno pierde la alegría se empieza a morir.

 

*Periodista, productora.

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Adriana Restrepo

Periodista y productora. Cofundadora de la plataforma relatto.com.