La menarquia o primer periodo menstrual es una oportunidad para acompañar a las niñas y conversar con ellas sobre salud sexual y reproductiva.
as anécdotas en torno a la menarquia o primera menstruación son tan numerosas y distintas como mujeres existen. Esperar encontrar una mancha azul como la de los comerciales de toallas higiénicas o pensar que hay una herida sangrante en la “zona íntima” puede ser común en niñas que no han sido preparadas para recibir su primer periodo.
Algunas mantuvimos el secreto durante meses y robamos toallas higiénicas sin saber siquiera cómo se ponían. Pero siempre llega el terrible momento en el que finalmente le contamos a nuestra mamá, o ella se da cuenta de que el momento ha llegado, y le da la noticia a toda la familia.
La de la profesora Ángela Marín fue una experiencia feliz. Ella contó con la suerte de tener una tía partera, deportista y muy adelantada a su tiempo, nacida a finales de 1950. Un día, de niña, Ángela encontró por accidente la libreta donde su tía llevaba el registro de su ciclo menstrual, los días del periodo, la cantidad de flujo, los estados anímicos y otros detalles. Fue así como salió el tema entre las dos, y ella pudo saber desde muy pequeña qué era la menstruación, cómo no limitar sus actividades durante el periodo y asumirlo sanamente, no como una enfermedad.
Gracias a su experiencia, ha hecho un esfuerzo consciente por mostrarles a sus hijos que la regla es una parte natural en la vida de una mujer. Ángela está preparada para acompañar a su hija de nueve años en su menarquia. Pero incluso ahora, ese y otros temas de sexualidad son parte de la conversación dentro de la familia.
Ángela es la muestra de que recurrir a la propia vivencia sirve para empatizar y guiar a una nueva menstruante, quitándole el velo de la incomodidad y el tabú que se ha impuesto culturalmente alrededor del periodo menstrual. Una buena comunicación establecida desde el comienzo evita ansiedades innecesarias y da la oportunidad a la preadolescente de aprender del proceso que vive.
Pero ¿qué está sucediendo en el cuerpo realmente?
La doctora Adriana Ramírez, especialista en ginecología y obstetricia adscrita a Colsanitas, aclara que el factor que desencadena la primera menstruación es la maduración del sistema neuroendocrino. Esta maduración es un proceso de varias etapas y empieza a manifestarse con la aparición de los botones mamarios y del vello púbico.
Dos o tres años después de estas señales aparecerá la menarquia: “Cuando el cuerpo ya está preparado, el hipotálamo secreta una serie de hormonas que estimulan los folículos ováricos que se encuentran en reposo. De esta forma, se selecciona un folículo dominante que, a medida que crece, produce el nivel de estrógenos suficiente para la ovulación. El estrógeno hace que la capa interna del útero, el endometrio, crezca y se prepare para una potencial implantación del óvulo, si éste es fertilizado. Si no existe implantación del óvulo, la producción hormonal baja, el endometrio pierde el tejido que ha formado y se presenta la menstruación. Si alguna de estas fases se altera, habrá ausencia de menarquia o se presentarán ciclos irregulares”.
Muchas mujeres tienen un manchado café en vísperas de la primera menstruación. Este flujo se debe al proceso de maduración por el que se está atravesando, pero no debe confundirse con la menarquia. Para reconocer que la niña está menstruando, se deberá observar que el sangrado ocurre mensualmente y que su duración es de tres a siete días.
Distorsiones y tabúes
La menstruación empezó a ser asociada con la capacidad de procrear a partir de la Edad Media. Más adelante se creyó que la ovulación y la menstruación sucedían simultáneamente y que, por lo tanto, ese era el momento más fértil del ciclo. Pero los trabajos fisiológicos del austriaco Hermann Knaus (1892-1970) y del japonés Kyusaku Ogino (1882-1975) establecieron de forma definitiva que la menstruación era consecuencia de la ovulación, y no sinónimo de esta.
Como tabú en muchas culturas, la menstruación tiene una historia mucho más larga, aunque es un evento biológico tan relevante que ha sido imposible ocultarlo del todo. Esta información está presente de manera simbólica en clásicos cuentos infantiles como Caperucita roja, o en el pinchazo que desmaya a la Bella durmiente. En estos casos, el color rojo o la sangre significan el despertar sexual y los “peligros” o “depredadores” que esta nueva etapa trae consigo.
En muchas culturas se sigue usando el aislamiento de la mujer menstruante. El chaupadi es una costumbre en Nepal que obliga a las mujeres a abandonar el hogar durante el periodo. Tampoco pueden tocar a los hombres ni compartir su espacio. En la comunidad wayúu, del norte de Colombia y Venezuela, aún existen casos de aislamiento: cuando aparece la menarquia se encierra a la niña durante un año, como parte de su preparación para la vida y las responsabilidades que tendrá como adulta. Al salir, es muy probable que deba asumir un matrimonio arreglado.
En regiones muy pobres de India y de otros países de Asia, África y Latinoamérica, la desinformación con respecto a la menstruación es un problema de salud delicado. Por ejemplo, en Tanzania existe la creencia de que las compresas y tampones pueden afectar la fertilidad e, incluso, provocar cáncer. Mujeres y niñas hacen compresas caseras con trapos, hojas, relleno de colchones, barro y excrementos de vaca como medicinas para “prevenir” esta “enfermedad”.
Para muchas niñas, los tampones y toallas tienen precios inasequibles; además, en las escuelas no hay agua o las condiciones sanitarias son precarias, lo cual aleja a estas niñas vulnerables de la escuela mientras tienen el periodo. Esto agrega una dificultad al acceso a la educación, que ya es bastante limitado para las niñas en muchas zonas pobres del mundo.
Incluso en la actualidad persisten muchos mitos acerca de cómo la menstruación supuestamente afecta diversas actividades cotidianas: batir ponqués, merengues o mayonesa durante la regla hace que no “levanten” o que se corten; lavarse o cortarse el pelo durante el periodo lo pondrá más graso y no crecerá bien; cargar bebés producirá cólicos en ellos; pintarse, cortarse o limarse las uñas las debilitará; las posturas invertidas de yoga llevarán la sangre a la cabeza; regar las plantas puede marchitarlas; consumir bebidas frías producirá espasmos y calambres en el vientre. Y, por último, la creencia de que es inconveniente tener relaciones sexuales. Todas son falsas creencias alrededor de la menstruación, propagadas popularmente y que afectan o limitan la cotidianidad de las mujeres.
¿Cómo acompañar a nuestras hijas?
Hay distintas formas en las que podemos acompañar a nuestras hijas. La primera es reconocer un ciclo menstrual sano. La doctora Ramírez señala que la mayoría de los ciclos oscilan entre 21 y 45 días. Un sangrado normal dura de dos a siete días. La cantidad de sangre que se pierde en un ciclo menstrual es de aproximadamente 30 a 40 mililitros diarios. Esto equivale a un promedio de tres a cinco compresas o tampones por día (muy importante no sobrepasar las ocho horas para cambiar el tampón). Actualmente el 10 % de las mujeres comienzan a menstruar a los 11 años, y el 90 %, a los 13 años y 9 meses.
Factores como la obesidad generan una producción de estrógenos temprana, y pueden causar menstruaciones a los nueve años o antes (pubertad precoz). Sangrados a partir de 80 ml, por más de siete días o que comiencen antes de los 11 años son motivos para consultar con un ginecólogo.
Otras formas de acompañar
• Enseñar a llevar el registro de los periodos menstruales en un cuaderno o calendario en el que se escriban las fechas del ciclo y sus características. También existen varias aplicaciones que ofrecen esta función. Clue es una opción que monitorea varios aspectos del ciclo menstrual, como la duración promedio o cuándo viene cada etapa del ciclo. Mientras más información se incluya, más acertados serán los cálculos. También está Period Tracker, que señala los días fértiles o ayuda a recordar la toma de pastillas anticonceptivas, o PinkPad, que funciona también como una red social donde es posible compartir consejos y experiencias con mujeres de todo el mundo.
• Transmitir los hábitos higiénicos básicos. La doctora Ramírez recomienda el baño diario con jabón suave, pero no las duchas vaginales y otros productos que alteran el pH. Las toallas higiénicas deben ser de algodón para que no produzcan alergias. Tanto los tampones como las toallas deben cambiarse cada tres a cuatro horas. En la noche es preferible no usar tampón.
• Manejar el dolor y las actividades físicas. Es completamente natural sentir molestias y dolores durante la menstruación. Pero si se presentan cólicos agudos (dismenorrea), hay que considerar la posibilidad de una endometriosis, una enfermedad pélvica inflamatoria o una infección pélvica. Ante estos síntomas es necesario consultar con un ginecólogo.
Ciertos deportes y ejercicios alivian la dismenorrea. Además, las adolescentes que tienen sangrado abundante deben consumir una dieta rica en fibra, verduras con alto contenido en hierro y otros alimentos ricos en este mineral, como las lentejas, los fríjoles y las carnes rojas, que ayudan a prevenir la anemia ferropénica, es decir, la causada por déficit de hierro.
• Dejar a un lado el asco. Hay un gran miedo con la sangre de la menstruación: miedo a mancharnos, a ensuciarnos. Muchas mujeres se niegan a usar la copa menstrual porque les da asco manipularla y untarse de su propia sangre. Algunas justifican esta aversión al olor que produce el flujo. La doctora Adriana Ramírez explica que un sutil cambio de olor puede originarse por el aumento normal de la flora vaginal. Es totalmente normal, mientras no vaya acompañado de dolor. Si existe inquietud por un olor muy intenso, además acompañado de dolor, se puede realizar un frotis del flujo vaginal después de la menstruación para ser analizado por el especialista.
Mejorar la experiencia de las nuevas generaciones
Una niña con una educación sexual adecuada, consciente de su naturaleza femenina, se conoce y conoce sus propios procesos fisiológicos. Es preciso también alentar una comunicación abierta y sin tabúes de los hijos y las hijas con sus padres.
Ángela Marín cree que es la mamá quien debe explicar a su hija sobre sexualidad en general, animarla a descubrir, en sus propios tiempos, las maneras en que ella misma puede encontrar placer en su cuerpo y cómo quiere que sea tratado su cuerpo por otro: “Estoy segura de que esto evitaría muchos abusos, maltratos y malas experiencias sexuales en las mujeres”, dice. La primera menstruación es uno de esos momentos propicios para generar vínculos y espacios de conversación.
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