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Laura Mora: “Mi cine es hijo de la terapia”

Fotografía
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Con cada película, la directora antioqueña va construyendo una filmografía consistente y poderosa, inspirada por su visión única sobre la amistad, el perdón, la esperanza y el conflicto colombiano.

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La segunda película que dirigió Laura Mora, Los reyes del mundo (2022), ganó el más grande reconocimiento en uno de los eventos con mayor tradición en Europa, el Festival de Cine de San Se - bastián. Reviso la lista de ganadores de la Concha de Oro a Mejor Película, y alcanzo a leer allí los nombres de Elia Kazan, Francis Ford Coppola, Arturo Rips - tein, Claude Chabrol. Y ahí, en la versión de 2022, el nombre de Laura Mora.

El largometraje de esta directora nacida en Medellín, Colombia, es de una belleza sobrecogedora, con la justa y delicada medida de crudeza y poesía; una película de carretera dolorosa, delirante y hermosa, que señala a Laura Mora como una gran directora de cine.

Laura tiene una sonrisa indescifrable que me recuerda a la Mona Lisa. Casi nunca aparece sonriendo en las fotos, pero tampoco es adusta o áspera. Llega a nuestra cita con Pambelé, un perro criollo muy negro que adoptó y que, asegura, tiene un gran sentido del humor.

¿Cómo recuerda su infancia?

Yo tuve una infancia feliz, pero muy particular. Estuve más cerca del lado paterno. Mi abuelo Fernando Mora Mora fue el que me acercó a las artes. Era gor - do, usaba corbatín y cargaderas, era un gran amante de la ópera y de las artes, incluso fue uno de los fundadores del Teatro Metropolitano de Medellín. Además era un gran cocinero, de él heredé la pasión por cocinar y comer. Tengo una imagen increíble de mi abuelo Tito cocinando, cantando ópera y llorando, todo al mismo tiempo. Una locura. La abuela era “proustiana” consumada, su sueño era ser invitada a una cena que ocurriera en alguna novela de Proust. Mi abuelo y mi abuela fueron una presencia muy fuerte en mi vida. Y bueno, mis padres también son personas a quienes les gusta el arte, la lectura. La mía fue una casa más de libros y de música que de televi - sor. Entonces sí crecí en un ambiente sensible y donde se debatía todo el tiempo, todo se discutía, todo el mundo se agarraba, pero todo el mundo se amaba.

Entonces tuvo relación con el cine y la imagen desde pequeña…

No, nada de eso. Me encantaría tener una anécdota linda como tienen muchos directores, que cuentan “Mi papá me regaló una cámara Super 8 cuando yo tenía diez años y eso me cambió la vida”. Pero no, creo que el de mi infancia fue más un mundo alrededor de la imaginación, mi padre tenía una imaginación exuberante y nos contaba unos cuentos maravillosos. Mi hermano Pablo, cuando vio la película por primera vez, me dijo: “Eso parece un cuento del papá”. Y es que él inventaba unos cuentos increíbles con unos personajes que se llamaban Azucena Verde, Sin Nombre, Clavo…

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¿Y entonces cómo fue el acercamiento al cine?

La que me acerca al cine es mi mamá, ella siempre ha sido muy cinéfila y conocía todo lo que estaba por fuera del circuito comercial. Ella me llevó a un curso del cura y crítico de cine Luis Alberto Álvarez en el Centro Colombo Americano. Luego, cuando tenía 13 años, vi Rodrigo D. No futuro de Víctor Gaviria en una copia de VHS y dije: “¡Yo quiero hacer esto!”. A partir de ahí comencé a buscar todo el neorrealismo italiano y las películas que me interesaran donde las estuvieran dando, pues mi mamá me había enseñado algo muy importante y es que uno puede ir al cine sola. No hay que ir acompañado. Entonces me metía mucho en el extinto teatro Libia de Medellín y allí, en el año 98, vi la película francesa El odio de Mathieu Kassovitz y supe que quería estudiar cine.

Me faltaba poco para graduarme del colegio y ya sabía que yo no quería hacer otra cosa que no fuera cine, así no hubiese te nido en mis manos una cámara en la vida. En el colegió había dirigido las obras de teatro y claramente sabía que era directora, era muy mandona. Siempre tenía muy claro qué quería decir, desde chiquita he tenido una postura muy clara.

¿Cuando termina el colegio se va a Australia a estudiar cine?

Me fui a Australia pero en un comienzo el objetivo no era estudiar cine. A ver. A mi papá lo matan y yo quedo completamente descompensada en la vida, además con una situación económica horrorosa. Por ese entonces tenía un novio que se había ido a estudiar a Australia y me animaba. Me dijo que allá podría en - contrar todo lo que estaba buscando. Pero yo no tenía ni un peso. Entonces vendí el “Torito”, mi Volkswa - gen, y con esa plata me fui. Pablo, mi hermano, me decía que yo me estaba montando en ese avión sin nada, pero sin nada. Y era verdad. Pero a Australia llegué, allá conseguí trabajo y trabajando me metí a la universidad y me la pagué con mi trabajo de mesera.

Y según su experiencia, ¿le recomendaría a una persona joven que quiera estudiar cine que busque una escuela? ¿Que estudie en Australia?

Tal vez no… Australia no es un país que yo hubiese elegido para estudiar cine, fue una casualidad. Es que el cine tiene esa complejidad de ser al mismo tiempo industria, técnica y arte. A mí me interesa el cine como arte y creo que me hubiera ido mejor estudiando filosofía. Además, me he nutrido más de la filosofía y el ensayo para mis películas que de lo técnico, lo técnico se aprende, creo que lo importante es el lenguaje, y eso se aprende de otros lados.

¿Y qué pasó cuando regresó a Colombia?

Al llegar me di cuenta de que yo tenía que reconciliarme con Medellín y aceptar que esta ciudad iba a ser parte mía por más que me doliera. Durante los cinco años que pasé en Australia no vine a la ciudad ni una sola vez.

Ya en Medellín me ofrecieron trabajo como continuista y así conocí a Carlos Moreno, que me llamó a trabajar en una película. Él es muy inteligente, muy divertido, y coincidimos en muchas cosas. Creamos una amistad que atesoro; al terminar el rodaje me dijo: “Usted no puede ser más continuista, usted es directora”. Me concentré en hacer un cortometraje que se llama Salomé (2012). Poco después Carlos me llamó y me invitó a dirigir con él la serie Pablo Escobar: el patrón del mal (2012). Fue una muestra enorme de confianza y gran - de el reto, porque yo no sabía hacer televisión, no sabía usar dos cámaras. Ahí me di cuenta de que no podía con el sistema con que se hace la televisión, no es lo mío. Por otra parte, sentí que todavía les daba duro a algunos que los dirigiera una mujer, y encima de eso una mujer joven, porque en ese entonces yo tenía 30 años. Pero igual aprendí mucho, para mí fue como prestar servicio militar.

Laura, hablemos ahora de su primer largometraje, Matar a Jesús (2017). ¿Cómo es la historia de esa película?

Creo que la película existió gracias a la terapia. Soy la paciente más antigua de mi psicoanalista, llevo haciendo terapia 22 años. Y no cualquiera: psicoanálisis freudiano-lacaniano, que es durísimo, y empecé muy chiquita. Mi madre es súper freudiana pero ella nunca nos impuso la terapia, hasta que un día dije que quería ir a una sesión, me llevaron y ahí sigo. Siento que mi cine es un hijo de la terapia. Luego me he dado cuenta de que Matar a Jesús se ha vuelto materia de estudio en varios grupos de psicoanálisis, como un ejercicio de sublimación del dolor. Entonces siento que no hice terapia con la película, sino que la película existe gracias a la terapia.

Y fue un proceso muy largo y muy duro, los primeros apuntes los comencé a escribir en 2004, y el rodaje fue en 2016. Esa película era una necesidad, yo no iba a poder hacer nada en la vida sino hacía esa película.

¿Cómo vio la recepción que tuvo entre el público?

Cuando vi el primer corte dije: “Hice la peor película de la historia”. Ese primer corte duraba como cuatro horas. Me di mucho látigo: “¿No pues que lo tenías todo tan claro? ¿Qué sabías todo? ¡No sabés nada!”. Y es que como fue un proceso tan largo, yo sentía que tenía todas las respuestas, sabía cómo quería cada escena, en qué calle la quería, por dónde pasaban los personajes, cómo se iban a vestir, todo. Pero poco a poco fui encontrando la película, y pasado el tiempo la veo y abrazo esa producción con mucho afecto, pues ahí comenzó a salir mi voz de verdad. Aunque todavía sufro un poquito cuando la veo, jajaja. Ahora bien, Matar a Jesús tuvo un diálogo muy bonito con la gente, tuvo buena acogida en otros países. Y estaba contando una historia que era también mi historia, entonces terminarla fue una liberación total.

¿Pasó algo similar con su segunda película, Los reyes del mundo?

En absoluto. Aunque Los reyes del mundo está muy lejos de la perfección, siento que ahí sí hice la película que quería hacer. Es una película que habla más del cine que a mí me gusta, de la relación con las imágenes, de cierta desobediencia narrativa. Asumí muchos riesgos y estaba asustada, pero esa película también habla de mí, esa desobediencia se parece más a la mujer que soy hoy, más libre.

LAURA MORA2 CUERPOTEXTO

¿Y de dónde apareció la película? ¿Cuál es la historia?

Un día tomamos un carro sin rumbo fijo, adonde nos llevara la carretera, y terminamos hacia la costa Atlántica desde Medellín. En esa carretera hay una zona en la que siempre había querido hacer algo, se llama el Alto de Ventanas. El lugar siempre está cubierto de neblina, y abajo suena el río Cauca. Ese paisaje siempre me ha impresionado: ¿a quién se le ocurrió meterse por acá? Esa zona me parece destinada a ser salvaje, eso no estaba destinado a que el hombre pasara. Y allí, llegando al Bajo Cauca, me comenzaron a llegar unas imágenes de unos chicos haciendo daños. Fue tan fuerte que en Puerto Valdivia tuve que parar, saqué el cuaderno con el que siempre ando y anoté: “Chicos haciendo daños, reclamando un mundo. Chicos vengándose del mundo, somos los reyes del mundo”

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"Creamos un ambiente de trabajo amoroso y seguro para ellos, que pudieran confiar, pues ellos desconfían de todo y es comprensible, pues toda la sociedad les ha fallado"  

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¿Y de esa frase nació el guión?

La escribí antes de estrenar Matar a Jesús y me concentré en terminar la película y mostrarla. Ya en 2017 retomé la idea y comencé a escribir un tratamiento. Llamé a un amigo documentalista que se llama Manuel Villa, que es de Santa Rosa de Osos, y comenzamos a hablar de ese norte de Antioquia, de su historia de violencia. Después conversé con los chicos que viajaban por carretera entre Medellín y la Costa; me contaban cómo en todas partes los recibían con tanto amor y cómo siempre encontraban quien les diera un pan, un poco de agua, un refugio.

Ahí comencé a construir esas especies de islas donde ellos van llegando, esos oasis del afecto en donde les enseñan algo de la vida.

Hay una gran frescura en la película, así como un profundo conocimiento de las situaciones que enfrentan sus personajes…

En el entorno en que nací siempre fui disidente, no siempre me sentí cómoda en el lugar social donde naturalmente debería desenvolverme. Nunca pensaba igual a mis cercanos, no me conectaba con las cosas que las mujeres de esa edad y ese círculo social debían hacer. Me marginé y comencé a encontrar lugares lejanos, diferentes a lo que me correspondía socialmente. Y en esos lugares me sentí mucho más cómoda. Por otro lado, me causan una profunda curiosidad los seres humanos, me gusta hablar con la gente, escuchar, imaginar, observar; esos son mis procesos desde la curiosidad y con lo que voy nutriendo mi espíritu.

Laura, usted ha sido víctima de la violencia de este país. ¿Cómo percibe el perdón?

Tengo muy clara mi relación con el perdón, es una palabra que no me gusta por su carga católica. Yo creo que por ser un país tan católico se le ha pedido a la sociedad que perdone, y quizá sea exigir demasiado en una sociedad tan adolorida. Creo que debemos permitirnos poder decir “yo no te perdono, pero te permito vivir con tu diferencia”. El problema es que no hemos hecho sino matarnos. Para mí es imposible perdonar a quienes mandaron a asesinar a mi papá, y no por eso estoy estancada o amargada, es más una postura política: yo no tengo por qué perdonar a aquel que tuvo la vileza de mandar a matar a alguien y, además, pagarle a un muchacho mal nutrido, mal educado y con necesidades para que disparara la bala. No los perdono ni por ese sicario, ni por mi papá.

Al final de Los reyes del mundo hay una imagen muy poderosa de una casa en ruinas, y la sentí como una metáfora del país.

La tierra herida, el desangre de la tierra. La ruina está presente en toda la película y habla de un Estado ausente. Hay un gesto muy pequeño cuando ellos van por el río y ven un puente sin terminar, un puente que pudo unir a una comunidad y ahí lo dejaron abandonado. Lo ruin y la ruina van de la mano, la obra de mi hermano Pablo, que ha trabajado estos temas, me lo ha dejado claro.

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"El cine tiene esa complejidad de ser al mismo tiempo industria, técnica y arte. A mí me interesa el cine como arte" 

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Sí, todo parece en ruinas, pero la ternura y la amistad de estos chicos desborda todo el tiempo la película.

Con estos chicos he encontrado mucha fragilidad y mucha ternura. Siempre se nos ha impedido ver a los hombres en ese registro. Nunca me imaginé cuán tiernos y afectuosos iban a ser por ejemplo en los ensayos, que eran juegos e improvisaciones. Había demasiado afecto: eso no estaba escrito así, ellos trajeron eso. Creamos un ambiente de trabajo amoroso y seguro para ellos, que pudieran confiar, pues ellos desconfían de todo y tienen todo el derecho, pues toda la sociedad les ha fallado.

Luego de tanto esfuerzo, la película comienza a ser aplaudida en todo el mundo, y ganó un premio de los grandes, de los de verdad. Parece que valió la pena, ¿no?

Es muy duro hacer cine, es quijotesco como dicen. Yo tengo una relación existencial con el cine, para mí el cine no es un trabajo, es la vida. Y cuando me meto a hacer una película, todo se vuelca hacia allá. Por tanto, eso me cobra una cuota emocional muy alta, pero también para toda la gente que me rodea porque termino embebida por la película y no pienso en nada más, es una obsesión ese rigor por el detalle. Entonces me deja mamada, me siento una sobreviviente del cine, pues el cine intenta matarme cada vez que quiero hacer una película. Pero creo que ese es otro tema. 

Este artículo hace parte de la edición 185 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa en este enlace.

*Periodista y director de cine y televisión.SEPARADOR

 

Javier Mejía

Director de cine y televisión, periodista.