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¿Quién debe dar el primer paso en una relación?

El día que le pedí matrimonio a mi novio

Ilustración
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¿Quién debe dar el primer paso en una relación? María Camila Pacheco nunca creyó en las normas que dictan que las mujeres deben esperar. Por eso, cuando supo que quería casarse, no dudó en ser ella quien hiciera la propuesta. Esta es la historia de cómo desafió las convenciones sociales y construyó su propio camino en el amor.

Mientras nos organizamos para nuestro encuentro en el sofá azul de la sala de su casa, Camila saca su celular y lee un texto de una red social en donde una mujer dice: “Me enteré de un caso en donde una chica le pidió matrimonio al novio, pero yo prefiero sacar agua del mar con un colador antes de hacer eso”. Mi entrevistada (y hermana) se ríe, mientras acaricia a su gato Joe y me mira con complicidad, pues lo que me acaba de compartir es un abrebocas para la conversación que tendremos hoy, en la que su opinión está bastante lejos de lo que le muestran las redes sociales.

Desde que era pequeña, Camila se preguntaba por qué existían reglas tan específicas para las mujeres y los hombres, en las relaciones heterosexuales. Mira hacia la ventana –recordando- y relata una de las escenas de su adolescencia, en Cali, a comienzos de los años 2000: una sala de una casa, los niños en un rincón, y las niñas en el otro; estas últimas sacudiendo los hombros al compás de Rikarena, mirando a través del salón, a ver si, de casualidad, alguno de los chicos sacaba a una de las chicas a la pista. “Diosito, ampárame, ojalá me saquen a bailar”, dice Camila entre risas, recordando lo que pensaba en ese momento. 

Así, ya entrando a la adolescencia, Camila se empezó a preguntar: ¿Por qué los hombres tienen que sacar a bailar a las mujeres? ¿Por qué debo esperar a que un hombre me invite a salir? Esperar a que nos pidan ser sus novias, luego a que nos pidan ser sus esposas. Aunque siente que se lo intentaron vender como algo positivo, porque en teoría tenía “ofertas” para escoger, ella lo veía como una limitación. ¿Por qué las mujeres no podemos desear algo e ir tras ese deseo? Se cuestionaba.

“¿De verdad hay que quedarse sentada en una esquina esperando? Me parece muy cruel que las mujeres estemos supeditadas a los deseos y tiempos de los hombres”, afirma Camila con vehemencia. No sorprende, quizás, que cuando creció, estudió economía y desarrollo, y se volvió experta en género y políticas públicas para la inclusión social. Hoy en día trabaja aportando al diseño de políticas y programas para las mujeres, logrando así que no sólo se genere una conversación, sino que nos movilicemos como sociedad.

Actuar a partir de un deseo

Camila nunca compartió el hecho de que las mujeres no pudiéramos ir por todo lo que deseábamos. Así, cuando vio que ella y su pareja estaban bastante estables y habían hablado ya de matrimonio y de un proyecto de vida juntos, no lo pensó mucho y decidió prepararle una sorpresa para sellar ese pacto de seguir caminando juntos.

Lo sorprendió una mañana soleada, en una finca en Tabio (cerca a Bogotá), con una carta, un letrero y varios papelitos en donde contaba las razones por las cuales quería seguir construyendo una vida a su lado, y, además, le proponía formalmente que se casaran.

Desde la mirada de Camila, eso es hacerse cargo de un deseo. Relata, con ojos de compasión, cómo ha escuchado a otras mujeres quejarse con frecuencia con frases como: “no sé cómo preguntarle qué somos”, “no sé cómo decirle que sea mi novio”, entre otras cosas. 

Recuerda, además, a uno de sus personajes favoritos de ficción, Miranda Hobbes, la abogada pelirroja de la serie estadounidense Sex and The City, que le dice a su amiga Carrie Bradshaw: “En vez de obsesionarte tanto con qué estará pensando él, porque no te preguntas, ¿qué es lo que quieres tú?”. En la misma serie, ocurre algo más que se quedó grabado en la memoria de Camila: la misma Miranda, le pide matrimonio a su novio Steve, mientras toman cerveza un día cualquiera, con un discurso novedoso para la época de la serie. En la escena, Miranda le propone que se casen diciéndole, entre otras cosas, cómo NO quiere que sean como pareja, basándose en las lecciones aprendidas de la primera parte de su relación, evidenciando así que es una construcción igualitaria entre dos personas que se aman y que quieren compartir la vida.

Camila cuenta que la decisión de pedirle matrimonio a su novio no vino sólo de hacerse cargo de lo que quería, sino que reflexionó si era un deseo profundo de su corazón, o si aún seguía muy permeada por las reglas sociales. Aunque es consciente de que tiene una influencia de estas normas, concluyó que genuinamente quería hacerlo, para celebrar estar juntos de una manera que los honre y los represente a los dos.

Con esa claridad pudo disfrutar la planeación de la sorpresa y el resultado final. Su novio se conmovió, se emocionó y aceptó la propuesta. Todo fue original, auténtico y acorde a la vida que ya comparten hace unos años.

Una sociedad que se aferra al ‘deber ser’

¿Y cómo lo ven los demás? La mayor parte de su familia y amigos se alegraron y aplaudieron la forma en la que lo hizo. Sin embargo, a partir de su experiencia, Camila percibe que aún parece haber un grupo grande de mujeres y hombres que todavía se sorprende con acciones así, como la mujer de la red social que se expone en el primer párrafo. Sin ir muy lejos, la primera pregunta de una amiga cercana fue: “¿en dónde está el anillo?”, aferrándose a lo tradicional.

“Pareciera que, en nuestra sociedad, la mujer puede desear, pero no demasiado”, explica Camila, “dejando muchas veces la acción al otro, o en este caso, al hombre; invalidándose de alguna manera”, concluye. Como dice Bell Hooks, la reconocida activista, feminista y escritora estadounidense: “La sociedad nos ha enseñado a las mujeres a ser pasivas y a esperar que los hombres tomen el control de las relaciones. Sin embargo, el amor verdadero sólo puede prosperar en un espacio donde ambas partes se relacionan como iguales”. Aquí, Hooks enfatiza la importancia de que las mujeres, al igual que los hombres, se despojen de los roles tradicionales y puedan participar de manera activa y equitativa en las relaciones de pareja.

—Si hemos avanzado, por ejemplo, en derechos, ¿por qué parece que en ciertas normas seguimos igual?— le pregunto con curiosidad. “Los roles tradicionales de género son muy poderosos, están demasiado enraizados en nuestra sociedad y cultura. El sistema patriarcal está muy bien hecho”, dice con algo de risa nerviosa, “porque los imaginarios son tan fuertes que nos hacen creer que es algo natural, por ejemplo, que el hombre pida matrimonio y no la mujer”, explica.
Así, la mayoría de personas está repitiendo patrones y cree que debe seguir ese camino. “Mucha gente está cómoda con el status quo; hay otras personas que quizás quisieran abrir su mente, pero tienen miedo a hacerlo diferente”, expone Camila, haciendo énfasis en que cuando cumplimos ‘la norma’ el mundo aplaude, y todos queremos encajar y ser aceptados. No pertenecer es un miedo que tenemos como seres humanos, así que lo obvio tiende a ser la reproducción de esa norma.

Con los roles de género nadie gana

“Los roles de género dicen: las mujeres deben ser de esta manera, todas y cada una, y lo mismo con los hombres. Es muy doloroso porque este preconcepto no respeta que tenemos diferentes gustos, habilidades y afinidades como seres humanos”, afirma Camila. Aquí, resalta también que una pareja está conformada ante todo por personas, que tienen deseos y personalidades definidas; tal vez una se sienta más cómoda que la otra haciendo una sorpresa, o siendo más o menos romántico. Como afirma la escritora y feminista nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, en su libro Todos deberíamos ser feministas: “el problema del género es que prescribe cómo tenemos que ser, en vez de reconocer cómo somos realmente. Imagínense lo felices que seríamos, lo libres que seríamos siendo quienes somos en realidad, sin sufrir la carga de las expectativas de género”.

Camila agrega, además, que ella ve los roles como pequeñas cárceles que nos hacen mucho daño como sociedad. “El tema de quién toma las decisiones en la pareja es sólo una arista de todo el asunto, pero todo está relacionado. El rol pasivo que se ha esperado de las mujeres, ha generado relaciones de poder, dominación y dependencia”, explica. La lógica de que el hombre propone y la mujer dispone, viene de la creencia de que las mujeres no somos seres humanos completos que tomamos decisiones acordes a lo que deseamos, y eso repercute en temas más complejos, como lo son el consentimiento, el abuso y la violencia sexual y económica, explica. Este rol activo también le ha hecho daño a los hombres, creando expectativas sociales que generan mucha presión; otro tema muy interesante para analizar.

Un mundo más auténtico

Camila se considera muy afortunada de estar en una relación en la que ha podido ser ella misma, pues sintió la suficiente confianza para poder atreverse a proponerle matrimonio a su pareja. Es una relación en donde han construido ese lugar seguro y libre.

Hoy en día, es consciente de que aún puede tener algunas creencias que nos impone la sociedad, pero le gusta dar pequeños pasos, como por ejemplo motivar una conversación, generar preguntas que pongan a pensar a los demás y hasta que incomoden un poco. Esa es justo la invitación a hombres y mujeres: poder reflexionar un poco más allá y plantearnos si podemos cambiar algo, así sea muy pequeño, en nuestro día a día.

Agrega, además, que le encantaría que como sociedad nos diéramos la oportunidad de vivir una vida más genuina, aunque entiende que perder el miedo a hacerlo diferente, es un reto. “Si queremos cambiar el mundo y crear uno en donde podamos ser más auténticas, pues empecemos por lo cotidiano”, concluye.

María Juliana Pacheco Blel

Escritora y comunicadora, apasionada por los temas de desarrollo personal. Autora del libro Un Lugar en el Mundo.