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Cenizas funerarias

Cenizas funerarias: elemento clave en la elaboración del duelo

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La cremación es un método milenario utilizado para reducir a pequeñas partículas o polvo los restos mortales de una persona, por medio del calor. La disposición final de las cenizas, luego, tiene mucho que ver con la religión, las creencias y las tradiciones del fallecido y de su familia. Aquí exploramos ese terreno.

La forma como se asume el fallecimiento de un ser querido está íntimamente ligada a las circunstancias en las ocurre, la relación que se tenía con la persona en vida y el concepto que cada quien ha logrado acuñar sobre la muerte, a partir de su cultura y sus creencias. Por eso, los rituales de despedida tienen una incidencia determinante en el proceso de adaptación emocional que sigue a la pérdida, y entre ellos se incluye la decisión de qué hacer con las cenizas funerarias, en caso de que se haya recurrido a la cremación.  

“En los servicios funerarios que ofrecemos a familias que han perdido un ser querido, somos testigos del profundo impacto psicológico que experimentan cuando reciben las cenizas, ya sea en una urna de madera o biodegradable. Este momento representa un duro golpe de realidad, porque para la velación nos entregan el cuerpo completo de su ser querido, el cual simboliza el vínculo y el mundo emocional, que se ve afectado en todas sus dimensiones tras el fallecimiento. Al verlo reducido a cenizas se generan sentimientos de decepción y profunda tristeza por el contraste visual con el estado anterior del cuerpo, pues les hace reflexionar sobre la transformación que ha ocurrido. Es un difícil momento que se suma a la ausencia física y a la dolorosa certeza de que no volverán a escuchar, ni abrazar a su ser querido. Y por eso es un momento de alta sensibilidad que requiere un manejo delicado y respetuoso”, advierte Gloria Soto, directora de la Red de Vida del Grupo Gaviria.

Una forma de transitar el duelo es considerar las cenizas exequiales como el símbolo de la existencia de una persona, y en ello va intrínseca su historia, su legado, su personalidad y su huella. Entonces, custodiarlas en casa, esparcirlas en ambientes abiertos, usarlas como abono para una planta o como compostaje para sembrar un árbol, depositarlas en lugares considerados como sagrados o mezclarlas con pintura o arcilla para crear obras de arte, es una decisión que impacta directamente en la manera como ese símbolo trasciende en las personas cercanas. Es una despedida, el cierre de una primera etapa del proceso de duelo.

“Lo ideal sería que cada uno de nosotros manifestara de manera anticipada su voluntad con respecto a sus restos funerarios, pero estamos poco acostumbrados a eso. Aprovechar alguna oportunidad para decirle a nuestro núcleo más cercano cómo quisiéramos que sea esa disposición final de nuestro cuerpo. Le ahorramos así a los nuestros el dilema de decidir entre una inhumación o una cremación, si ubican las cenizas en un cenizario o si quisiéramos que se esparzan en el jardín de la casa. Todo es válido en la medida en que ayude a cerrar ese ciclo de dolor tan profundo que se inicia con la muerte del ser querido”, apunta Beatriz Álvarez, gerente general del Grupo Gaviria, una empresa con 130 años de experiencia en el negocio funerario en Bogotá.

Álvarez cuenta que en estos tiempos la empresa que representa contabiliza anualmente un 55 % de servicios de cremación y un 45 % de inhumación (entierros), lo que ratifica que hay una tendencia creciente por la opción de la incineración. Pero, aclara que esos porcentajes están muy ligados al aspecto cultural, el estrato social y a la disposición de hornos crematorios en otras partes del país. En la ciudad capital los hay en los cuatro costados, pero en otras ciudades más pequeñas hay que adaptarse a la oferta de servicio que tienen las funerarias o asumir los costos económicos y logísticos que implican trasladar el cadáver a grandes distancias. Por otra parte, los estratos altos también suelen preferir la cremación y, en regiones como la Costa Caribe, hay apego al ritual más convencional, el entierro. 

Además, está la alternativa híbrida, en la que el cadáver es enterrado durante cuatro años, en predios arrendados en cementerios durante ese lapso, y luego se exhuma y se crema. El resultado es también una ceniza uniforme que puede ser colocada en un cenizario del mismo cementerio o en otros espacios que decida la familia. 

“Y con respecto a qué se puede o no hacer legalmente con las cenizas, tiene mucho que ver con el sentido común porque en Colombia la reglamentación es muy escasa. Las empresas funerarias ofrecemos acompañamiento a los dolientes para que el proceso sea lo más digno y respetuoso posible, además de tener en cuenta los aspectos medioambientales. Nos esforzamos por facilitar una experiencia que contribuya en la elaboración del duelo. Pero todo depende de cómo quieran hacer el ritual de despedida. A fin de cuentas, esto es lo que nos hace humanos, lo que nos acerca a los otros, la posibilidad de mostrar fragilidad o afectación, el hecho de encontrar maneras para demostrar el afecto y el dolor y también ser receptores de esas muestras de solidaridad y cariño en momentos difíciles”, destaca Beatriz Álvarez.

En todo caso, lo más importante es que las decisiones que se tomen puedan contribuir en la gestión adecuada de las emociones, tan necesaria en momentos de conmoción y tristeza.

Destino final 

- Esparcirlas en el mar. Las cenizas funerarias son elementos inocuos, que no generan contaminación de agua o suelos, pues están constituidas en su mayoría de elementos como calcio, magnesio y hierro, pero lo que sí contamina son las urnas cenizarias cuando son de metal, plástico u otro material no biodegradable. Por eso, las funerarias ofrecen urnas ecológicas, de sal marina o arcilla, que pueden integrarse fácilmente al mar o a la tierra.  

- Entierro o nicho: Las urnas cinerarias pueden colocarse bajo tierra en cementerios o parques naturales que tienen espacios destinados a este fin. Y cada vez hay más alternativas para que los restos funerarios puedan reposar en nichos ubicados en ambientes naturales, en camposantos o iglesias.

- Esparcirlas desde lo alto de un cerro: No está explícitamente prohibido, pero hay que considerar que puede generar contaminación del aire, especialmente si las partículas van a parar a zonas habitadas o si se vuelve una práctica muy común en zonas urbanas. 

- Plantar un árbol: Puede ser parte de un ritual en el que se hace una caminata con algunas paradas para reflexionar sobre la existencia de la persona fallecida. Las cenizas mortuorias funcionan como un compostaje natural que conecta con lo natural y la generación de vida.

- Guardarlas en sitios sagrados: Para quienes profesan la religión católica, el Vaticano ha aceptado la incineración de cadáveres “por razones higiénicas, económicas o sociales”, pero ha recomendado que las cenizas no se deben esparcir, ni dividir ni tampoco mantener en casa. La iglesia insiste en que deben conservarse en cementerios o lugares sagrados, para que haya un lugar donde rendirles homenaje. 

- Elaborar obras de arte y joyas: Los relicarios, anillos o relojes con pequeños contenedores son algunas alternativas que hay en el mercado para colocar cenizas funerarias. En España también elaboran diamantes con las cenizas, para lo cual se necesitan al menos 500 grs, y luego la piedra preciosa se puede colocar en anillos o pulseras. Mezclar las cenizas con arcilla, barro o pintura para hacer esculturas o pinturas es también una práctica recurrente. 

- Custodia familiar: Destinarles un lugar en casa es también una alternativa legal y práctica, aunque los expertos en elaboración de duelo no lo recomiendan, puesto que algunos de los miembros del grupo familiar pueden llegar a sentir malestar emocional. En este caso es clave el consenso. 

- Viajar al extranjero: Se puede transportar cenizas funerarias en avión, tanto en cabina como en bodega, con un peso máximo de 10 kilos, la urna cineraria debe estar protegida por un embalaje exterior resistente (de cartón o madera) y estar acolchada para evitar daños. Además, debe portar el documento que certifique la cremación de los restos y tener en cuenta la reglamentación del país de destino. 

El trámite legal de la incineración

 Para gestionar la autorización de cremación ante las autoridades locales en Colombia es necesario presentar copia de la cédula del fallecido y del certificado de defunción, la autorización de un familiar en primer grado de consanguinidad, la cédula de quien autoriza y, si el fallecimiento fue por causa violenta, también se requiere autorización del fiscal que lleva el caso, pero no es imposible como suele suponerse.

Karem Racines Arévalo

Es una periodista colombo-venezolana egresada de la Universidad Central de Venezuela. Llegó a Bogotá en 2011 para escapar de la confrontación política de su país. Después de vivir en la capital colombiana cinco años, decidió mudarse cerca del mar, que tanta falta le hacía, y desde hace dos años vive en Santa Marta. Es docente de periodismo en la Universidad del Magdalena y en la Sergio Arboleda. Es colaboradora frecuente de la revista Bienestar.