El libro Un florero que se rompe expone las secuelas emocionales de quienes trabajaron en la Comisión de la Verdad en Colombia. A través de relatos íntimos, revela el impacto de escuchar testimonios del conflicto y la necesidad de apoyo en salud mental para quienes reconstruyen la memoria histórica.
“Casi todas las guerras, sean conflictos internacionales o internos, tienen un hito que marca su comienzo: el disparo contra un archiduque, la invasión de un territorio, un florero que se rompe, una palabra de agravio, y así”. Así inicia la introducción del capítulo No matarás, del Informe Final Comisión de la Verdad.
Quienes trabajaron en la Comisión de la verdad fueron, en su mayoría, rostros con máscaras. Sombras encargadas de buscar, investigar, entrevistar y confrontar. Un florero que se rompe es el rostro creativo de esas personas, un intento por expresar lo que callaron mientras hicieron parte de la búsqueda de la verdad.
Es la respiración ahogada, un llanto silencioso en busca de un espacio tranquilo para hablar sobre sus propias emociones. Es la respuesta de ocho corazones, heridos por cargar con miles de testimonios y momentos clave para conocer el conflicto en Colombia. Una verdad sobre el conflicto, sobre la violencia. La verdad sobre la reconciliación y los reconciliados.
A través de la palabra, algunos exfuncionarios de la comisión cristalizaron sus experiencias trabajando allí. Las extenuantes jornadas de trabajo, la escucha permanente de la violencia. La cercanía con los actores del conflicto. Factores que deben ser tramitados de la mano de expertos en salud mental.
Pero ¿Quién brindó apoyo a quienes dieron apoyo? ¿Cómo lo hicieron? ¿Qué pasó con las más de 800 personas que hicieron parte de la Comisión de la verdad? El libro resuelve algunas de estas preguntas.
Memoria
Este libro nació bajo la sombrilla del colectivo Enramada, un proyecto creado por cuatro personas que hicieron parte de la Comisión de la Verdad: Eliana Hernández, Carolina Gutiérrez Torres y Daniel Marín López. La escritora y poeta Eliana Hernández se encargó de transformar en palabras las emociones que surgieron en este proceso, al que se sumaron ocho personas más.
“En algún momento surgió el miedo de hacerle más daño a quienes participaron en la escritura del libro”, cuenta Carolina Gutiérrez. “Pero siempre hubo una apertura a dialogar todo y ponernos de acuerdo. Eso nos dio la capacidad de contener todo lo iba pasando”, añade.
El punto de partida fueron las artes y la experiencia compartida de los integrantes de Enramada. Todo se expresó a través de la cultura y las artes, igual que en la Comisión de la Verdad, con la idea de que estas expresiones son herramientas que permiten procesar situaciones traumáticas. A esto se sumaron ejercicios de memoria en cada clase, para recordar cómo fue haber trabajado en esa institución. Las primeras sensaciones al recibir la bienvenida dentro de la Comisión. La iluminación del lugar. Los compañeros. Testimonios. Palabras. Olores. Cada ejercicio fue un esfuerzo por entender cómo esa luz se fue apagando. Cómo formar parte de un proyecto histórico para el país dejó de ser motivante para muchos de ellos.
Es evidente que la palabra tiene un papel central en la construcción de reconocimiento y paz. El dolor que quedó en varias personas tras su paso por la Comisión se refleja en los textos que resultaron publicados en el libro.
Para muchos, la experiencia se vivió en soledad, con una única misión: terminar el informe. No hubo espacio para procesar las emociones de quienes lo hicieron posible. Así, después de 30.000 páginas, más de 30.000 testimonios y 800 personas que trabajaron en la Comisión de la verdad, la palabra se convirtió, una vez más, en el medio para comprender lo que significó haber sido parte de la Comisión de la Verdad.
Sanación
Muchos de los integrantes de la Comisión aún hoy reciben acompañamiento psicológico para sanar las heridas. Leer el libro es entender cómo la guerra penetra en el tramado social y hunde su puñal sobre quienes nunca han levantado un arma.
Dentro de los ejercicios, se destaca la capacidad de sanación “Todas fueron muy insistentes en que este sí fue un ejercicio muy sanador para ellas, porque lograron reconocer lo que sentían, además de poder escuchar a sus compañeras y sentirse acompañadas en proceso creativo”, comenta Carolina.
Algunos diagnósticos apuntan al estrés postraumático, depresión o ansiedad. Paso a paso Enramadas planteó ejercicios concertados para construir colectivamente un entorno de sanación. “Varios textos, en un inicio, tenían muchas emociones revueltas. Personas con mucho por decir pero sin herramientas para decirlo. Lo que logramos con cada ejercicio es que los textos se decantaron en las emociones que los componen ahora”, concluye Carolina Gutiérrez.
La palabra escrita le dio la posibilidad a ocho personas para hablar sobre su salud emocional. Un momento para hacer memoria y empezar a cicatrizar heridas.
Vida
El libro toma vida a partir de la construcción de distintos relatos o narraciones en torno a las personas que trabajaron en la Comisión de la Verdad.
“Reunimos a ocho personas que trabajaron en la Comisión de la verdad de Colombia y les propusimos hablar de las emociones que quedaron alojadas en sus cuerpos…”. Así comienza la introducción del libro, hablando de una verdad a voces, reconociendo una verdad que habita en la piel, en los órganos, en el cerebro. Una verdad hecha de cicatrices y heridas que marcaron a quienes participaron en este proceso.
A lo largo de 11 textos se exploran las emociones que dejó el paso por la Comisión: los dolores, el cansancio y el peso abrumador de verse envuelto en el esclarecimiento del conflicto colombiano.
Al final, el colofón es una reivindicación de aquello que hubieran querido quienes trabajaron en la Comisión de la Verdad: aceptar su propia vulnerabilidad, ser escuchados, atender las señales de sus cuerpos, respetar los horarios de trabajo y, sobre todo, poder pedir ayuda.
Reconciliación
Sobre el libro, el padre Francisco de Roux, director de la Comisión de la Verdad, dice: “tener esta realidad de ustedes reflejada en el libro me toca el alma y me sacude. Por supuesto, me siento responsable, con una responsabilidad moral y visceralmente humana”.
Al final, la verdad fue escuchada. Aquello que era un secreto de familia se hizo público. Ello, de alguna u otra forma, reivindica de alguna manera el trabajo de quienes hicieron parte de la Comisión.Puede descargar el libro aquí.
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