Hablamos con Luis Carlos Sabbagh, jefe de Gastroenterología, sobre algunos síntomas para identificar el reflujo y esto nos contó.
El reflujo es el regreso del contenido del estómago al esófago. Ese contenido varía entre pequeñas cantidades de ácido, fragmentos de comida y, en ocasiones, bilis proveniente del duodeno. Además del malestar continuo, el problema del reflujo es que el contenido gástrico que se devuelve va quemando el esófago. Los daños en la pared del esófago pueden ser leves, moderados o severos, dependiendo del tamaño y forma de las lesiones y del grado de cicatrización.
Al comer, el alimento baja hacia el estómago por gravedad y con ayuda de las contracciones del esófago. Al llegar al estómago, este va produciendo el ácido necesario para destruir y procesar la comida. Entre el esófago y el estómago tenemos un esfínter que se abre para que pase la comida y se cierra para que no se devuelva. Cuando esta válvula se daña y el cierre no es hermético, puede haber una hernia hiatal o un esfínter bajo en tonicidad.
Los síntomas más fáciles de identificar son agrieras, sabor ácido en boca y garganta y regurgitación de comida. Mucha gente siente ardor en el esófago, como si se estuvieran quemando, y otros sienten presión en el tórax que puede ser leve, como de algo atascado debajo de la garganta, o muy fuerte, con un dolor severo que se puede confundir con dolores cardíacos. Cuando el reflujo no es tratado a tiempo, los efectos se pueden extender a la laringe y producir afonía, sibilancias, ronquera, cambios en la voz y sinusitis. El reflujo también puede causar insomnio ya que, al estar acostado, los síntomas se hacen más intensos.
Los daños en la pared del esófago pueden ser leves, cuando son aislados y de poco tamaño; moderados, cuando son de mayor tamaño pero sin úlceras; y severos, cuando las heridas tienen úlceras o las cicatrizaciones de las quemaduras llegan a ser tan grandes que impiden comer.
Cuando el reflujo es severo y no se trata debidamente, el esófago se defiende cambiando la mucosa que lo recubre por una similar a la del intestino, que aguanta mejor el ácido gástrico. Este fenómeno se conoce como esófago de Barrett. La mucosa del esófago con el cambio resiste el reflujo y sus quemaduras y los síntomas pueden aliviarse y casi desaparecer, pero esta condición favorece la aparición de cáncer de esófago.
Las otras causas del reflujo, además de la hernia hiatal, son la obesidad, que aumenta la presión en el estómago, el consumo excesivo de harinas y grasas y de alimentos que reducen la firmeza del esfínter como té, chocolate y café. Por último, ciertas enfermedades que reducen la velocidad con la que se vacía el estómago también pueden causar reflujo.
Hay tratamientos que reducen los síntomas, y que generalmente mezclan alginatos, que son jarabes que protegen al esófago, y los medicamentos conocidos como inhibidores de bomba de protones (omeprazol, esomeprazol, rabeprazol, pantoprazol, etc.). La cirugía es una opción para los pacientes que responden bien a dietas y medicamentos y no quieren depender de las drogas para sentirse bien. Funciona en el 85% de los pacientes, pero sólo está indicada en un porcentaje bajo de personas afectadas.
Para la mayoría de las personas lo mejor es combinar medicamentos y buenos hábitos alimenticios. Es fundamental bajar de peso y seguir una dieta con pocas harinas y grasas. También es recomendable comer temprano y dejar pasar unas dos horas antes de acostarse. Lo bueno es que la dieta que sirve para el reflujo mejora el estado físico, ayuda a adelgazar y a estar sano, de modo que el que se cuida del reflujo cuida toda su salud. Aunque los síntomas son comunes y pueden ser leves, no se medique, consulte con su médico para que oriente adecuadamente el diagnóstico y tratamiento.
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