María Isabel Murillo será recordada por su fructífera carrera: más de 37 musicales montados, una compañía de 600 integrantes y una academia que ha formado más de 25.000 niños y jóvenes. Ella le puso magia a la Navidad colombiana.
isi fue el significado mismo de la Navidad para varias generaciones de bogotanos. Todos los años desde enero, su vida giraba en torno a la temporada de Navidad: componía canciones, imaginaba escenografías magníficas y buscaba arreglos musicales novedosos.
Siempre tuvo clara su misión, incluso cuando empezó la carrera de Psicología o la de Pedagogía Infantil. Al final, ambas le dieron herramientas para formar y cuidar a esa inmensa familia que formó Misi con los años: más de 25.000 niños y jóvenes que pasaron por la academia que creó. Incluso, tenía claro el camino cuando tomó la firme decisión de no tener hijos: “Empecé muy joven con todo esto y me di cuenta de que para poder ser mamá de todos estos niños, no podía tener hijos propios. Si los hubiera tenido, nada de este gran sueño hubiera podido existir”.
El 16 de noviembre, apenas ocho días antes de su partida definitiva, tuve la fortuna de visitarla en su oficina. Encontré a una mujer joven, elegante, alegre en extremo, sencilla y vital. Me hizo sentir como si hablara con mi maestra de música de toda la vida y no con la productora de musicales más prolífica de Colombia.
Esa mañana de la entrevista fui con la responsabilidad de preguntarle, en una extraña paradoja del destino, cuáles eran las cosas que quería hacer antes de morir y cómo quería ser recordada, para la sección de esta revista que se titula “Antes de morir quisiera...”. Me dijo que su mayor legado podría ser haber encontrado el verdadero sentido de la Navidad y, así mismo, haberlo transmitido. ¡Es difícil pensar en alguien que hubiese seguido con tanto empeño su misión!
Su amor infinito por las novenas y los villancicos fue heredado de sus padres: “Ellos siempre le imprimieron magia. Mi papá era un músico fantástico y mi mamá era muy creativa con las manualidades. Hacíamos un árbol enorme y un pesebre aún más grande. Recuerdo un 25 de diciembre especial: nos levantamos y había amarradas a nuestras camas, a la de mi hermana y a la mía, unas cuerditas. Las seguimos emocionadas por toda la casa y a través del jardín, hasta que encontramos una casita de muñecas. ¡Fue el regalo más maravilloso que nos trajo el Niño Dios en nuestras vidas!”.
En nuestro encuentro también habló de los diciembres agridulces que pasó en Nueva York: “Mi hermana tenía polio y necesitaba una cirugía cada año. La operaban en Boston, así que en familia aprovechábamos para ir a Nueva York y ver el Central Park cubierto de nieve, las tiendas con canciones de la época de la Navidad, un Papá Noel en cada esquina, las ardillas, los musicales, los shows del Radio City. En medio del dolor, fue una experiencia tan dura como retadora”. Esos viajes, ha contado muchas veces, sembraron en ella el gusto por los musicales.
Y, claro, también lo hicieron las “Murilladas”, esas grandes reuniones en su casa, porque la música y el arte en Colombia de alguna forma siempre pasaron por la sala de su casa. “Bogotá entonces era muy chiquita, así que alrededor del piano de cola de mi sala cantaron Julio Iglesias, el cuarteto Rufino, Olga Guillot y hasta Piero, que estrenó ahí su Sinfonía inconclusa en la mar, antes de convertirla en long play”.
“La Navidad ha sido mi vida, mi fascinación desde que era una niña. Aunque todo este alboroto cobra sentido cada 24 de diciembre en la mañana, cuando vamos a cantar al Hospital de la Misericordia. Lo hacemos desde hace 31 años”.
Misi cumplió su sueño y su misión. Con cada una de sus obras abrió las puertas a ese reino fantástico al que ella pertenecía. Y nos permitió ver un mundo más allá, donde la bondad y el amor convivían entre unicornios, duendes y magos.
El 23 de noviembre de 2018, con 61 años, María Isabel Murillo partió. Como siempre, eligió el momento perfecto: justo después de haber estrenado su obra más ambiciosa, 30 años de Navidad, la cual recopila toda la historia de la compañía y rinde homenaje a su mamá y a quienes la acompañaron en el diseño del vestuario y la actuación, a los grandes directores de orquesta que compusieron y tocaron sobre su escenario, a los personajes que han crea do. “Esta obra tiene toda la magia que puedas imaginar. Nada me faltó. ¡Todo, absolutamente todo, está ahí!”, me dijo.
Cerca de las 10 de la noche de ese 23 de noviembre, la gran directora dio las gracias a su audiencia y a su incondicional compañía y, al igual que esos personajes míticos de la literatura infantil, se esfumó. Pero su espíritu, tal como le anticipó a Bienestar Colsanitas en una entrevista realizada en 2013, seguirá bailando y cantando tras bambalinas.
Perder el miedo a...
Fluir con la vida, absolutamente en paz con lo que ella me muestre.
Tener el superpoder de...
Estar en muchos lugares al mismo tiempo con toda la gente que quiero. El don de la ubicuidad.
Ser una persona mayor llena de...
Paz.
Sentirme satisfecha por...
La misión cumplida.
Despedirme de este mundo...
Absolutamente feliz.
Haber cultivado compasión hacia...
Todos los seres vivientes.
Que mi última cena sea...
Con todo lo que adoro de comer, sin privarme de nada.
Que mi epitafio diga...
“Aquí yace una persona que pudo dibujar sonrisas”.
Dejar en mi comunidad...
Una huella por encontrar y haber vivido el verdadero espíritu de la Navidad. Lo más importante y lo más lindo para mí es el 24 de diciembre en la mañana. Desde hace 31 años, vamos a cantar al Cancerológico. En ese momento todo cobra sentido.
Quedar en el corazón de mi familia y amigos como...
Una buena amiga y un gran miembro de familia.
Esta sección invita a reconocer la muerte como parte de la existencia, porque así nuestra vida se llena de sentido y nos conecta con lo más valioso. El programa Ciudades Compasivas, promovido por la Fundación Keralty y New Health Foundation, busca la creación de comunidades compasivas que brinden bienestar a aquellos que padecen una enfermedad avanzada o están en el final de la vida.
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