El miedo es un mecanismo de defensa que nos permite evaluar situaciones; sin embargo, puede no ser la mejor estrategia a la hora de buscar el cuidado colectivo.
inco meses después de declararse la cuarentena, y con más de 15.000 muertes en el país, los ciudadanos están volviendo a las calles por múltiples razones: necesidades económicas, por lo difícil que es mantener el confinamiento o porque muchos le han perdido el miedo al virus y sus efectos.
Muy diferente al panorama de los primeros días, cuando precisamente el miedo mantuvo las calles solas y nos ayudó a evitar un desastre como el que ocurría por esos días en Italia o España. Lo que demuestra algo que ya saben los expertos: el miedo es una estrategia efectiva a corto plazo.
Un buen ejemplo de cómo opera el miedo en las personas son los efectos que tienen las fotos que aparecen en las cajetillas de cigarrillo y muestran de una forma explícita las consecuencias del cáncer. Pueden modificar el comportamiento de una persona de manera momentánea, pero con el tiempo perderá su efecto en quien tiene el hábito de fumar, porque el fumador sabe que el efecto negativo no es un peligro inminente. “Estamos enfocados en las cosas que amenazan con matarnos inmediatamente”, explica Melissa Finucane, experta en ciencias sociales y de la conducta del centro de investigación Rand Corporation, en una entrevista con la BBC.
"Como el virus es invisible, lo único que puede generar temor son los síntomas".
Sergio Daniel Ramos, psicólogo y docente de la Universidad Nacional de Colombia, explica que el miedo, como todas las emociones, dura poco: “La emoción empuja nuestra conducta y por eso sirve para evaluar una situación, aumentar la alerta y evitar daños potenciales, pero no permanece largos periodos”.
Ramos comenta que este proceso de adaptación sucede porque el virus no es un objeto de miedo que se pueda ver como sí sucede con otras amenazas. “Como el virus es invisible, lo único que puede generar temor son los síntomas”, dice. Por eso, cuando una persona experimenta cualquier sensación o molestia respiratoria, inmediatamente se alarma y sigue todas las recomendaciones de cuidado, de lo contrario, puede no hacerlo.
Según José David Téllez, coordinador de salud mental de la Clínica Universitaria Colombia, aunque las cifras son reales, no plantean un escenario dramático “Por eso las personas suelen decir que no se justifica el encierro de 50.000.000 de colombianos por 13.000 muertos”. Lo que no está teniendo en cuenta quien hace esa afirmación, es que no es lo mismo tener 13.000 muertes en un mes, que en cinco; justamente para eso ha servido el aislamiento. Paradójicamente, las medidas de contingencia que han logrado evitar el colapso total del sistema de salud, hacen pensar que la situación no es tan grave.
Para Téllez, las personas tienden a negar, normalizar o minimizar los riesgos que representa la pandemia y aunque son reacciones normales, muchas veces pueden generar indiferencia frente al autocuidado:
Negación: “Me niego a creer que el planeta esté así”. El número de contagios y muertes es tan grande que se hace difícil asimilarlo. Esto sucede con otras cifras como las muertes por guerras, hambre o epidemias como el zika.
Normalización: “De algo nos tenemos que morir”. De esta manera se busca justificar una conducta irresponsable que no responde a las estrategias y políticas puestas en marcha para evitar los contagios.
Minimización: “Pero no es tan grave, se muere más gente por infarto, desnutrición, diabetes”. La respuesta emocional ante un hecho catastrófico suele disminuir cuando las estadísticas crecen y por eso tendemos a minimizarlo. Como el número se hace incomprensible, los seres humanos solemos pensar que no hay nada que podamos hacer para frenar el hecho y perdemos empatía con lo que pasa.
Además de estas posturas frente a la pandemia, hay algunos sesgos que tienden a repetirse en la población y que la psicología ha estudiado ampliamente. Estos sesgos también contribuyen a que disminuya el miedo frente al posible contagio. Son los siguientes:
Sesgo de disponibilidad: cuando una persona piensa en la probabilidad de un resultado basado en si puede o no imaginarlo; si no tiene ejemplos en su mente, entonces la probabilidad le parece baja. Un buen ejemplo es que muchas personas consideren más peligroso viajar en avión que en carro. Esto sucede porque aunque los accidentes aéreos son menos frecuentes, suelen tener una mayor cobertura mediática, con imágenes que se mantienen disponibles en nuestra mente.
Error de muestreo: algunos consideran poco probable contagiarse de covid-19 o incluso ponen en entredicho su existencia porque no conocen a nadie afectado. Es una manera de justificar las bajas probabilidades de riesgo, aunque las estadísticas demuestren lo contrario.
Correlación ilusoria: sucede cuando una persona sobrevalora el nivel en el que podrían estar relacionados dos hechos o singularidades. Un ejemplo claro es cuando se vincula a Bill Gates con la pandemia y su plan para enriquecerse después de vender la vacuna. De esta manera, justifican su falta de consciencia y cuidado, porque consideran que es importante “no caer en el juego que se nos está imponiendo para provecho de un poderoso”.
Discurso de violencia
Otro de los factores que influyen específicamente en el comportamiento de los colombianos, según Téllez, es que estamos acostumbrados a una realidad que es muy dura: desplazamientos, masacres y muertes que, por lo general, nos son ajenos y nos han generado cierta resistencia a esos temas. Esta justificación, tan relacionada con nuestra historia, puede ser excepcional en Colombia, pero no es aislada, en cada país se justifica desde su propia perspectiva. “Aquí se complica por el tema de la violencia”, explica. La muerte se nos ha vuelto parte del paisaje.
Estrategias
Si evaluamos la situación desde un punto de vista moral y ético, claro que vale la pena cerrar un país para salvar vidas, aunque en las estadísticas parezca pequeño, explica José David Téllez.
Por su parte, Sergio Daniel Ramos, comenta que es urgente mejorar la infraestructura para educar mejor a la ciudadanía en temas de salud y bienestar. Además, agrega que los mensajes de cuidado y autocuidado en este punto de la pandemia ya no apelan únicamente al miedo, sino que recurren a los estímulos positivos, lo que puede hacerlos más efectivos.
- Hacer sentir al ciudadano que el cuidado es sencillo y que cualquiera es capaz de hacerlo.
- Centrar el mensaje en la importancia del autocuidado y el cuidado de los demás a través de pasos simples.
- Recordar que al cuidarnos también estamos protegiendo a quienes más queremos.
- Comunicar apelando a la vergüenza: ¿cómo se sentiría al ser el responsable del contagio de su familia?
Ramos añade que es importante pensar en el cuidado y el autocuidado en todos los ámbitos de la vida: “La salud no es únicamente la ausencia de enfermedad, ahora se tienen en cuenta todas las situaciones de bienestar”.
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