Según el Instituto de Investigaciones del Sueño de España, alrededor del 30% de la población infantil sufre de algún trastorno del sueño. En muchos casos, estos se originan por malos hábitos que los padres pueden corregir, pero, en otros, por patologías que requieren de tratamiento y acompañamiento médico.
Dormir bien, tanto en lo que respecta a la cantidad como a la calidad, es fundamental para llevar una vida sana y equilibrada, dado que el sueño tiene funciones reparadoras, de conservación y recuperación de energía y de consolidación de los procesos de memoria, entre otras. Para los niños, quienes requieren de muchas horas de descanso, dormir bien es aún más necesario, ya que afecta directamente su desarrollo cognitivo, físico y emocional.
El Instituto de Investigaciones del Sueño (IIS), cuya sede se encuentra en Madrid (España), sostiene que, en el mundo, al menos el 30% de las consultas pediátricas están relacionadas con trastornos del sueño, que surgen por motivos muy diversos. De acuerdo con el IIS: “Las parasomnias, la ansiedad provocada por la separación y el insomnio causado por malos hábitos, el estrés, las enfermedades, algunos medicamentos o la sobreexcitación son causas suficientes para alterar el sueño, que pueden darse en cualquier familia en cualquier momento”.
Somnolencia diurna o hiperactividad, problemas de concentración y memoria e irritabilidad, se encuentran entre los efectos negativos que pueden padecer los niños diagnosticados con algún trastorno del sueño, y que llegan a afectar su vida diaria y la de su familia. De ahí que resulte clave prevenir y tratar, de manera oportuna, cualquier alteración. Sobre todo, atendiendo a que muchas voces autorizadas en este campo, como la Sociedad Española del Sueño, advierten que algunos de estos pequeños son más propensos a sufrir problemas cardiovasculares, obesidad, diabetes y bajo rendimiento cognitivo.
En buena parte de los casos de quienes consultan a los médicos, la superación de los trastornos que se diagnostican (como trastorno del establecimiento de límites y trastorno de las asociaciones al inicio del sueño) no entraña mayores dificultades, pues basta con que los padres corrijan los malos hábitos de sus pequeños (y los suyos, igualmente) y con que tomen medidas para propiciar su buen descanso. Frente a otros trastornos, sin embargo (como narcolepsia y síndrome de apnea obstructiva del sueño), el camino no está exento de retos, dado que su tratamiento requiere de mayores cuidados y de seguimiento médico.
La higiene del sueño: una tarea para los padres
La Organización Mundial de la Salud ha establecido que existen más de 80 trastornos del sueño. Aunque cada uno de ellos demanda un tratamiento diferente, algunos se pueden superar y —todavía más importante— prevenir, si los padres adoptan una serie de rutinas y hábitos saludables para propiciar el buen descanso de sus hijos. Darío Botero Cadavid, Médico Pediatra Puericultor, de Colsanitas, recomienda:
• Procurar que, durante los primeros 5 o 6 años de edad, el niño haga siesta todos los días y a la misma hora.
• Mantener un horario fijo diario para ir a dormir (y que sea a una hora temprana, además) y para despertarse.
• Construir una rutina para ir a la cama: una hora antes, los niños deben comer (de preferencia, algo liviano), lavarse los dientes, ponerse la pijama y disminuir las actividades físicas, al tiempo que los padres apagan televisores y computadores (y en general, todo lo que produzca reactivación de la actividad).
• Promover que los niños se habitúen a dormirse sin la presencia de los padres.
• Establecer hábitos de vida saludables: alimentación sana y equilibrada, actividad física diaria y uso restringido de pantallas (no más de tres horas al día), como lo recomienda la Academia Americana de Pediatría.
En cuanto al cuarto en el que duermen los niños, la Sociedad Española de Pediatría aconseja tener:
• Una cama confortable.
• Un ambiente de baja intensidad lumínica. Una temperatura adecuada.
• Un entorno físico desprovisto de elementos o ruidos que puedan sobreestimularlos.
Señales de alerta
Para algunos niños, observar una rutina como la ya descrita o contar con un espacio confortable y regulado, resulta insuficiente. De presentarse esta situación, lo más aconsejable es que los padres lleven a sus pequeños al médico, con el fin de que este pueda determinar, de acuerdo a la edad del paciente y su desarrollo —entre otras variables—, si se encuentra frente a una patología que requiera otro tipo de tratamiento; la consulta pediátrica deberá buscarse con mayor celeridad si se manifiestan síntomas como los que describe el doctor Botero a continuación:
• Ronquidos, especialmente si el niño deja de respirar por un corto periodo de tiempo y si estos son seguidos de jadeo, o si se despierta varias veces durante la noche.
• Sueño no reparador que redunde en cansancio pronunciado, irritabilidad o agresividad al otro día.
• Enuresis nocturna (emisión de orina involuntaria), si se trata de un niño de más de 5 años.
• Rechinar de dientes severo (bruxismo). Sonambulismo o terrores nocturnos.
• Dolor de cabeza que despierte al niño o le produzca vómito. Problemas escolares o de comportamiento.
Horas de sueño
Tras varios estudios, la National Sleep Foundation, un instituto de investigación radicado en Estados Unidos, estableció un número mínimo y máximo de horas que debe dormir un niño a diario, según su edad:
• Recién nacidos (0 a 3 meses): 14-17 horas.
• Bebés (4 a 11 meses): 12-15 horas.
• Niños pequeños (1 a 2 años): 11-14 horas.
• Niños en edad preescolar (3 a 5 años): 10-13 horas.
• Niños en edad escolar (6 a 13 años): 9-11 horas.
• Adolescentes (14-17 años): 10 horas.
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