Al menos la mitad de las personas mayores que acuden a consulta geriátrica refieren alteraciones en el sueño, una situación que desmejora la calidad de vida del adulto mayor.
l buen dormir permite que el organismo se restaure. Durante el sueño profundo se consolida la información en el cerebro, se pasan los recuerdos de la memoria de corto plazo al almacenamiento de largo plazo. La relajación incentiva la producción de hormonas, como la serotonina y la melatonina, que contrarrestan el estrés. Y, también, es una etapa en la que el sistema inmunitario trabaja en la protección contra toxinas y gérmenes que atacan el cuerpo. Por eso, la calidad del sueño en el adulto mayor es un asunto que incide directamente en su bienestar.
Las alteraciones en el ciclo natural del sueño, en cambio, producen un déficit en la función diaria, deterioro de las capacidades de concentración, atención y memoria, irritabilidad en el estado de ánimo, somnolencia diurna, tensión, dolor de cabeza, molestias gastrointestinales y falta de energía.
Robinson Cuadros, médico geriatra y representante de Colombia ante la Asociación Internacional de Gerontología y Geriatría, explica que las personas mayores de 60 años son más propensas a presentar trastornos en el sueño que otras más jóvenes, y esto puede ocurrir de manera ocasional, transitoria o permanente. En el primer caso, se trata de condiciones circunstanciales que perturban el descanso, pero no debe ser motivo de preocupación; en el segundo caso se refiere a estados emocionales, como el duelo o estrés postraumático, que afectan la calidad del sueño hasta tanto se recupera el equilibrio; y, finalmente, están las alteraciones permanentes del sueño que requieren de una evaluación integral por parte de médicos especialistas para hallar las causas y proponer soluciones.
“Es muy frecuente que en la consulta geriátrica tanto pacientes como cuidadores se quejen por la irregularidad y disminución de las horas de sueño. Pero hay que tener en cuenta que con la edad varían las necesidades del organismo, y es posible que en la etapa de la vejez algunas personas sólo requieran dormir entre cuatro y cinco horas por día. No es un problema, siempre y cuando al día siguiente el paciente se sienta activo y alerta”, precisa el geriatra.
Malos hábitos, modificaciones en el ciclo circadiano (reloj biológico), condiciones exógenas inapropiadas, disminución de las capacidades físicas, enfermedades y el consumo de medicamentos asociados a ellas, son algunas de las razones por las cuales el adulto mayor presenta dificultades para conciliar el sueño, dormir profundamente o durante la cantidad de horas que él y sus cuidadores piensan que necesita. Incluso, muchas veces no se trata de una sola causa, sino de la combinación de varias.
Al respecto, el internista y geriatra de Colsanitas Mauricio Cárdenas advierte que la herramienta que tienen los médicos para descubrir las causas de la alteración del sueño en el adulto mayor es la valoración geriátrica integral. Para ello, los especialistas escudriñan en la condición psicológica del paciente para determinar si hay indicios de ansiedad o depresión. También se revisan las condiciones funcionales, referidas a las capacidades físicas del adulto en cuanto a movilidad, equilibrio, visión, audición y alteraciones en la marcha. Además, hay que hurgar en la condición social o de contexto para determinar la comodidad y las características del lugar donde el adulto duerme (luz, ruidos, tempera
tura, seguridad, compañía, etc). Y, por supuesto, otro aspecto importante a considerar es la condición biomédica, que consiste en conocer la historia clínica del paciente, saber si hay enfermedades o alteraciones neurológicas, hipertensión, tiroides, obesidad, diabetes y otras patologías cuya medicación pueda generar dificultades a la hora del descanso.
Diana Carolina Rodríguez, neuropsicóloga de Lazos Humanos de Keralty, insiste en que el insomnio no es una condición propia de la edad, aunque se presente con bastante frecuencia en el adulto mayor. Por lo tanto, no hay que acostumbrarse a las consecuencias negativas de un descanso limitado y no reponedor.
“Las enfermedades mentales como depresión, trastorno de ansiedad, alcoholismo, drogadicción; o las alteraciones neurológicas, como demencia, alzhéimer, párkinson, cefaleas, neuropatías periféricas o la epilepsia, pueden producir alteraciones en el sueño. Y en todos estos casos es fundamental contar con un diagnóstico certero para que el tratamiento farmacológico y terapéutico permita recuperar el buen dormir”, agrega la especialista.
En la etapa de la vejez, algunas personas sólo requieren dormir entre cuatro y cinco horas por día.
Higiene del sueño
La literatura especializada y los expertos consultados hacen énfasis en la importancia de mantener una adecuada higiene del sueño, para facilitar un descanso reponedor e ininterrumpido. En tal sentido, recomiendan tener en cuenta tanto los hábitos y las predisposiciones individuales, como las condiciones del entorno.
La neuropsicóloga Rodríguez destaca la necesidad de establecer rutinas previas a dormir, para que el cuerpo se prepare para el descanso: “Acostarse siempre a la misma hora condiciona la memoria implícita y el organismo responde al estímulo con actitud de relajación. También es importante cumplir constantemente con una rutina antes de acostarse, en la que se incluye, por ejemplo, cepillarse los dientes, untarse crema, ponerse la pijama y orar. Y si en el momento de la conciliación del sueño el cuerpo ofrece cierta resistencia, quedarse quieto en la cama puede generar ansiedad, entonces es muy pertinente escuchar un poco de música relajante, meditar o leer un libro. En todo caso, recurrir a la televisión o la pantalla del celular altera la producción de melatonina y esto espanta el sueño”.
El geriatra Robinson Cuadros hace énfasis en la importancia de revisar cuáles son los hábitos diarios y en qué condiciones duerme el adulto mayor: “Hay que evitar levantarse de madrugada, entonces lo mejor es que no consuma líquidos después de las 5:00 de la tarde, cene alimentos fáciles de digerir, evite la cafeína en la noche, restrinja el consumo de bebidas alcohólicas y no fume. Y, por otra parte, cerciorarse de que la habitación tenga una iluminación y una temperatura agradable para la persona, no haya demasiado ruido, disponga de un colchón y almohadas que generen confort, goce de la sensación de seguridad personal necesaria y buena ventilación”.
Mauricio Cárdenas, el internista geriatra de Colsanitas, dice que uno de los elementos que hay que considerar como parte de la higiene del sueño es cómo es el día a día del adulto mayor: “La actividad física y mental es indispensable para establecer una diferencia entre lo que se hace de día y lo que se hace de noche. Ejercitarse deja grandes réditos en el organismo de cualquier persona, pero especialmente en el adulto mayor. Tomar sol también es una terapia efectiva para mejorar la calidad del sueño”.
Los riesgos de los sedantes
Los especialistas coinciden en que recurrir a los hipnóticos o sedantes para que el adulto mayor recupere el buen dormir, tiene que ser una decisión del médico. La automedicación es peligrosa y la prolongación en el uso de este tipo de drogas puede tener efectos negativos que afectan la calidad de vida, tales como la pérdida progresiva de la memoria, el equilibrio, las capacidades cognitivas, además de tener una incidencia negativa en el metabolismo, la producción de hormonas y dependencia. “Incluso los productos naturales que prometen combatir el insomnio pueden causar efectos nocivos en la persona mayor. No son inocuos, así que hasta para tomar infusiones y hierbas hay que buscar asesoría médica”, añade Cárdenas.
* Periodista, investigadora y profesora universitaria.
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