La enfermedad renal es común en estos animales. Incentivarlos a tomar más agua y proveerles una buena alimentación son claves para prevenirla.
Los gatos y el agua no se llevan bien. Su ascendencia vivía en zonas desérticas, con poca posibilidad de beber lo suficiente. Son cazadores, pero a su vez presas, por lo que acercarse a las fuentes de agua, a la vista de todos, podía ponerlos en riesgo. En general, no aprendieron ni tienen la costumbre de beber agua con frecuencia. En la vida silvestre, entonces, la humedad que necesitan para vivir la obtienen principalmente de lo que comen. Un jugoso ratón, su almuerzo preferido, está compuesto en gran medida de agua. No les hace falta más.
Pero los gatos que viven con nosotros ya no cazan, su dieta ya no es solo carne y es muy poco el tiempo que llevan domesticados —en comparación con los perros— como para haber cambiado sus hábitos. Los gatos de casa comen alimento concentrado que en muchas ocasiones tiene poca carne, aún menos humedad y está mezclado con granos.
Es por eso que la enfermedad renal es tan común en estos animales.
Los riñones son el sistema de eliminación de desechos del cuerpo, encargados de “sacar la basura”. Funcionan como un colador con agujeros muy pequeños que dejan pasar ‘lo malo’ hacia la vejiga, para desecharlo en forma de orina, y retienen ‘lo bueno’, para recircularlo en todo el cuerpo. Explica Sara Rivera Rubio, médica veterinaria que “las proteínas buenas caben por esos huecos y no le hacen daño al riñón, pero todo lo que contienen los concentrados, que muchas veces están hechos con plantas difíciles de procesar y eliminar para ellos, son como piedras muy pesadas que hacen que esos huecos se agranden”.
Cuando esto ocurre, se produce el daño renal, porque dejan de filtrar correctamente y empiezan a enviar desechos a la sangre. Los gatos, entonces, empiezan a perder el apetito, dejan de comer y pierden peso. Beben agua en exceso y orinan más que antes. Vomitan con frecuencia y el pelo se les pone áspero. Cambian sus comportamientos y “cuando van a orinar dan más vueltas en la arenera, maúllan y se notan incómodos cuando están orinando o se orinan en otros lugares de la casa”, añade la médica veterinaria de medicina felina preventiva, Mónica Gracia. Por eso ante el mínimo signo de “rareza” deben ser revisados por el veterinario, pues el riñón es un órgano que no se puede regenerar ni recuperar y una vez ocurre la enfermedad renal puede ser difícil remediarlo.
Es posible, sin embargo, prevenir los problemas renales. Y como la dieta es la principal responsable, la clave está ahí.
En cuanto a la comida, hay que buscar y darles concentrados a base de proteínas de presas que ellos consumirían en la vida salvaje —como pollo, pavo o salmón— y que las contengan en un buen porcentaje. Las marcas de baja gama, por ejemplo, contienen proteínas de baja calidad. Busque, en la medida de lo posible, aquellas que estén en la punta de las pirámides alimenticias para gatos.
Esta dieta debe ir acompañada de comida húmeda —latas, bandejas o sobres— de igual calidad, que estén compuestas mayoritariamente de carne y no incluyan tantas plantas. En el mercado es posible encontrar también opciones de comida cruda tipo BARF o en casa se les puede cocinar costilla, tilapia, salmón, vísceras o pollo, sin aceite, sal, ni condimentos.
El santo grial es el agua, por supuesto, y dice Mónica Gracia que los cuidadores de gatos no suelen están pendientes de cuánta agua consumen sus felinos. Lo primero es eso entonces: cuidar que coman pero también que beban. ¿Y cómo estimularlo? “Lo ideal es poner varias fuentes de agua alrededor de la casa, cosa de que no tengan que ir a buscarla, sino que vayan caminando, se la encuentren y tomen”, explica Mónica Gracia. Comprender cuánto es lo normal y vigilar cuando sea “demasiado”.
También es útil que las fuentes de agua sean diferentes en su presentación: tazas, fuentes, baldes o vasos. Cada gato tiene sus preferencias y si no se conoce lo que prefieren, pues hay que probar con todo. Algunos optan por tomar agua de la ducha o del lavamanos porque en su cabeza, está más fresca que la de la taza. Lo importante es que tomen suficiente agua que esté lo más limpia posible.
Para ello, entonces, todos los recipientes deben lavarse al menos una vez a la semana, así sean fuentes con filtros que circulan el agua y la van limpiando. Las tazas, por ejemplo, suelen ensuciarlas con facilidad o no tomar más agua si sienten que lleva mucho tiempo reposada.
Nunca deben faltar, además, los chequeos médicos anuales, que incluyan exámenes básicos de sangre. Es fácil que los gatos adquieran una enfermedad renal pero también lo es prevenirla. Siendo conscientes de cuáles son sus rutinas, hábitos y preferencias podemos ayudarles a resolver su primitiva y controvertida relación con el agua.
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