Para estas dos mujeres, la decisión de usar brasier o no usarlo ha atravesado parte de su identidad.
"La bandera de mi primera independencia"
Mi madre dice que me empezaron a crecer los senos a los 12 años. Realmente no recuerdo mucho de aquella época. Lo que sí recuerdo es que nunca quise usar blusas “de chicas”. Me gustaba la ropa amplia y —contrario a lo habitual en tierra caliente—, no usé ropa con hombros descubiertos en mi primera adolescencia. Así que mi relación con los senos —yo las llamo “mis tetas”— no fue nunca nada público.
Los tops nunca me incomodaron. Para hacer deporte e ir a la escuela los consideré necesarios y obligatorios, no había excepción a la regla. Pero todo eso cambió cuando conocí los brasieres de alambres, espumas y encajes. Hacían que me sintiera ridícula y disfrazada. Los usé, pero cuando salí de casa y dejé de sentirme observada por la gente que me rodeaba, decidí dejarlos y sentí que habían sido siempre una imposición en mi vida.
No uso brasier hace más de diez años, y solo he usado algo similar en la playa porque toca. Me gusta que mis tetas estén simplemente cubiertas por la ropa que llevo puesta. Me gusta sentirlas libres y por ellas también me he enfrentado a momentos y situaciones incómodas. Mis tetas y mis pezones han sido motivo de conversaciones en oficinas de hombres, para los que no es habitual que una mujer vaya por ahí sin sentirse oprimida. He sido víctima de violencia cuando un día cualquiera un hombre que pasó por mi lado se sintió con la libertad de pellizcarme un pezón —y no faltarán quienes digan que eso me pasa por no usar sostén.
Mis tetas sueltas fueron la bandera de mi primera independencia y luego los trofeos de la mujer joven que fui, en el país de machos dentro y fuera de las oficinas que seguimos habitando. Mis tetas fueron el primer objeto de estudio con relación a mis preguntas por la identidad y la libertad. Mis tetas siguen siendo el lugar al que siempre vuelvo, y quiero seguir defendiendo en algunos espacios su exposición natural. Mis tetas libres son y serán una postura política en un mundo de imposiciones y de restricciones.
- Mariel Bejarano.
"Para las mujeres bustonas, ponerse o no brasier no es una elección"
Nací prematura y eso me supuso recibir tratamientos hormonales, lo que en mi adolescencia desencadenó el crecimiento de un busto demasiado grande para mi contextura y edad. Salí de octavo grado con un cuerpo y entré a noveno con otro completamente diferente.
Desde entonces siempre he usado brasier, incluso en los espacios más privados. De niña era una imposición. Mi mamá me decía: “Vamos a comprarte un brasier y te lo tienes que poner”. Luego yo no quería quitármelo, porque sentía la necesidad de ocultar mi busto y el brasier ayuda a apretar, a esconder. Pero también lo usaba buscando comodidad, porque me ayudaba a evitar los problemas de espalda causados por el peso.
Además, siento que el vestuario es un performance externo y me cuesta pensar en presentarme sin brasier, porque mientras para las mujeres con busto mediano o pequeño no usar brasier puede ser sexy, para las mujeres bustonas sigue siendo considerado como algo obsceno o propio de quien no cuida su apariencia personal. Para nosotras las mujeres bustonas, muchas veces, ponerse o no brasier no es una elección que podamos hacer en libertad.
Aún hoy sigue siendo complejo para mí comprar brasier o vestido de baño porque debo someterme a las opiniones de los demás, a que me miren de arriba a abajo y digan atrevidamente: “ay, pero qué pesar. Debería operarse”. Además, por lo general los sostenes para busto grande son más caros, hay menos oferta y solo vienen en tres opciones: fajas, lisos o de encaje. En colores blanco, beige o negro, porque están pensados para ocultar el busto grande. Distinto, por ejemplo, a lo que viven mis hermanas. Ellas sí pueden tener sostenes de todos los colores y diseños,
pero para nosotras los brasieres no se diseñan como un accesorio sexy, porque para la sociedad el ideal de busto sexy es “ni tan grande ni tan pequeño”.
"Generalmente los brasieres para busto grande son más caros, hay menos oferta y solo vienen en tres opciones: fajas, lisos o de encaje"
En algún momento otra persona muy respetada en el feminismo me dijo: “tu estética no es feminista y no responde al movimiento” por la forma en que estaba vestida, y eso incluía el uso del brasier. Pero yo no creo en tal cosa como la estética feminista. Soy una mujer profundamente feminista que elige usar brasier. Y lo voy a usar porque me resulta cómodo y me da seguridad para poder hablar en público. Para mí lo más importante es sentirme bien mientras hago mi trabajo. Usar brasier no es un sacrificio para mí.
-Alejandra Coll
Este artículo hace parte de la edición 184 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa en este enlace: https://www.bienestarcolsanitas.com/images/PDF%20ED/Bienestar184-1.pdf
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