El uso del bótox para corregir arrugas y líneas de expresión ha recorrido más de dos siglos.
La toxina botulínica tipo A fue aislada de forma purificada por el doctor H. Sommer, de la Universidad de California, en 1920. Sin embargo, las investigaciones no avanzaron mucho hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando Inglaterra y Estados Unidos empezaron a indagar en el uso de la toxina como arma biológica.
No fue hasta un año después, en 1973 que se volvió a poner el ojo en esta toxina al aparecer los primeros casos de botulismo en niños lactantes tras el consumo de miel de abejas. Las investigaciones encontraron que las esporas de la bacteria son llevadas por el viento hasta los panales, con lo cual se infecta la miel y seguidamente a las personas que la consumían.
A partir de los resultados positivos que obtuvo Scott en el tratamiento del estrabismo, en 1989 la Food and Drugs Administration (FDA) autorizó el uso y comercialización de la toxina exclusivamente para tratamiento médico. Posteriormente, la empresa farmacéutica Allergan Inc. adquirió los derechos de toxina botulínica de tipo A y cambió su nombre al que conocemos actualmente:
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