Aunque no fue fácil, pandemia incluida, logré cumplir, después de los 30 años, el sueño laboral que llevaba anhelando desde chiquita. Acá mi historia de migración bonaerense.
“Mónica, te escribimos porque nos gustaría que trabajes con nosotros. Queremos que estés el 15 de enero en Buenos Aires.” Mi sueño siempre fue ser periodista deportiva. Mi sueño en detalle siempre fue ser periodista deportiva en Argentina. Ese WhatsApp, con el sueño deletreado, llegó de la nada cuando iba en medio de una carretera colombiana rumbo a mis vacaciones. Sin dudarlo, dije que sí. No era mi primer trabajo – ya llevaba 10 años en la profesión – , pero sí era mi empleo soñado.
A los pocos días, cuando aterricé la idea y a mí misma en el aeropuerto de Ezeiza, entendí que empezaba de cero. Llegué con mis dos maletas grandes, un morral y un buzo blanco con la caricatura de JuanFer Quintero (y su gol histórico con River ante Boca en Madrid en 2018). Al igual que él, yo venía a Buenos Aires para hacer historia. Sobre las 8:00 a.m. y en pleno verano – la temperatura marcaba unos 30 grados centígrados – , llegó el remis que me llevó, en casi una hora, hasta llegar a Martínez. Allí, a tan sólo diez minutos de San Isidro, donde queda ESPN, me hospedaría hasta encontrar mi primera casa.
Cuando llegué al departamento, donde sólo tuve tiempo de ducharme y salir para mi primera reunión en el canal, me enfrenté por unos minutos a lo que sería este comienzo. No era la primera vez que estaba en Argentina, pero sí la primera vez que estaba acá para vivir un sueño sin fecha de caducidad, sin tiquete aéreo de regreso. La bienvenida no fue fácil: conocí casi 100 personas en un día, tuve que aprender sus nombres y cargos. Intenté no perderme en un canal que produce al menos 30 horas de programas y transmisiones deportivas al día. Fue como mi primer día de colegio, pero sin la ayuda de mis papás.
En menos de una semana ya estaba produciendo mi primer noticiero, el de Colombia que se emite los domingos a las 11 de la noche. Sentía muchos nervios, pero al ser algo que ya conocía y con un equipo de trabajo que me apoyó, todo fue más llevadero.
Mientras producía noticieros, seguía con la desgastante búsqueda de apartamento. A mediados de febrero conseguí uno temporal, amoblado, dos ambientes y con balcón. Quedaba en la esquina de Miñones y Juramento, en el barrio de Belgrano a 10 calles del estadio Monumental y a 40 minutos, en tren y colectivo, de mi trabajo. El lugar perfecto mientras encontraba el departamento para firmar el contrato definitivo.
Y aunque todo parecía marchar, llegó la sorpresiva pandemia. El 20 de marzo el presidente Alberto Fernández decretó el encierro y contacto cero con el exterior. Tuve la posibilidad de volver a Colombia y seguir trabajando de manera remota, pero mi decisión fue quedarme en Buenos Aires y afrontarlo con todo lo que venía: hacer un noticiero en casa, tener un departamento temporal, no ver a nadie y transitar el final del verano bajo el aire acondicionado. La situación – inesperada para todos – tuvo muchos cambios. Los primeros días me adapté al uso del tapabocas, recibí el computador y mudé lo necesario para producir un noticiero en casa. Inicialmente iba bien, pero al quinto fin de semana tuve una crisis de ansiedad que me nubló todo. No podía parar de llorar, quería mi casa, a mis papás, a Mati (mi perro). Veía la rutina del programa que estábamos armando y sentía que era un libro de álgebra, todo era confuso. ¿A qué vine? ¿Es esto lo que quiero? ¿Por qué vivir esto sola? Muchas preguntas sin respuesta. Una videollamada me acercaba a mi familia y era un mimo al corazón, pero también era la nada misma.
La crisis me duró casi una semana. Yo seguía con mi día a día de trabajo y la cabeza enquilombada, como le dicen los argentinos. En medio del caos, me recomendaron ir a terapia y ahí apareció Flavia, mi psicóloga, quien me ayudó a llevar el desarraigo durante la pandemia y con la que aprendí a darle la vuelta a esta historia.
Mi trabajo es buscar la noticia del día y entender qué quiere el televidente. Es armar una rutina que puede cambiar en segundos si hay un última hora. Es hablar con los reporteros para dar un orden a sus salidas y ver con qué contenidos podemos complementar el tiempo que dura cada noticiero. Hacemos shows que van de 20 minutos hasta 10 horas continuas y nos rotamos entre productores según las franjas que tengamos asignadas. Incluso en un mismo día podemos producir programas exclusivos para Colombia, Chile, Argentina, Perú, entre otros, o uno completo para toda la región.
En junio de 2020 me dieron la aprobación para volver a la oficina con tapabocas. De a poco fuimos retomando la vida normal. Incluso, gracias a eso, yo que soy enemiga de los abrazos, aprendí a apreciar la cercanía de un saludo físico.
A los ocho meses de estar en Argentina, todo se encaminó. Para diciembre del 2020 alquilaba un apartamento en Núñez, en el barrio de River Plate, el equipo que amo desde el 2006 y del que ahora soy socia, porque vivir acá y no ir al estadio es como no estar. Cuando amas el fútbol eso también es terapia. Gritar un gol y descargar la euforia en un abrazo con cualquier desconocido, es quitarte un peso de encima.
Cuando la casa estaba armada, vino mi familia a pasar el primer fin de año fuera de Colombia. Fue una sensación única. El tiempo que dejamos de vernos y que estuvimos en un encierro que parecía interminable, quedó envuelto en un abrazo eterno y un par de lágrimas que sellaron el reencuentro.
Mi caminito bonaerense ha sido una montaña rusa. Además de convivir conmigo misma, aprendí a viajar sola, a elegir un destino y recorrerlo a mi ritmo. Ahora también sé tomar y tomarme muchas fotos – de chiquita era enemiga de ellas, incluso lloraba con verlas –. Gracias a mi vida en Argentina conocí otras culturas, caminé sin parar, disfruté un vino con helado, me congelé en Calafate y me morí de calor en las cataratas, para luego reírme sin parar bajo el agua. He hecho amigos fanáticos de recitales y de sus clubes de fútbol. He vivido con intensidad y he creado mi propia soledad.
Elegí una carrera donde predominan los hombres. La elegí por convicción. Y la amo porque es disfrutar de la tercera como si fuera una argentina más, es amar a Messi, y a la vez, es emocionarse por un gol de Linda Caicedo o una victoria de Nairo Quintana, pero también es sufrir y tener fuertes caídas como las de Egan Bernal.
Hoy soy una colombiana con mucho de la locura argentina. Soy una productora que ama ir sola a la tribuna San Martín Alta del estadio Monumental para cantar y animar al equipo. Ahora me encanta bailar sola en casa y que en mi playlist pase de escuchar “Inocente” de La Delio Valdez a “Spaghetti del Rock” de Divididos de fondo para arrancar el día. Hoy soy Mónica, la que arma una maleta que, aunque parezca difícil de cargar, ya se hizo liviana porque el miedo de arriesgar y emigrar sola ya no está.
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