La vejez está asociada con el detrimento de la salud física y mental. Pero esa no es la naturaleza de la vejez. Al contrario, a ella podemos llegar gozando de nuestras capacidades con plenitud.
n una escena bellísima de El amor en los tiempos del cólera, casi al final del libro, Fermina Daza y Florentino Ariza, ambos con más de setenta años, están acostados en la cama en la que acaban de sentenciar el amor que los persiguió por más de medio siglo. Entonces dice el narrador: “Conversaron para entretener el tiempo. Hablaron de ellos, de sus vidas distintas, de la casualidad inverosímil de estar desnudos en el camarote oscuro de un buque varado, cuando lo justo era pensar que ya no les quedaba tiempo sino para esperar a la muerte”. Gabriel García Márquez, que siempre entendió la vejez de sus personajes igual que la suya propia —algo ineludible, como el amor mismo—, desbarata con ternura en esta escena la falsa idea de que los viejos solo tienen derecho a morirse.
Fermina Daza y Florentino Ariza entretienen el tiempo con el amor, porque aún conservan intacta la pasión que tenían a los veinte años. Ambos reniegan de ese equívoco tan extendido de que los viejos solo pueden sentarse frente a la ventana a ver pasar los días, porque la edad no les da para más, como si cada cumpleaños significara la pérdida paulatina de la capacidad de hacer y de pensar. La naturaleza del envejecimiento no es la pérdida. Envejecer no implica necesariamente el deterioro de nuestras capacidades físicas o mentales. De hecho, los expertos en el tema advierten que el detrimento de la salud en la vejez no es algo natural, sino un signo de alarma.
"Así como la juventud no es garantía de una salud física y mental plena, la vejez tampoco es garantía de lo contrario".
Rosana Glück, psiquiatra y magíster en psicogerontología adscrita a Colsanitas, dice que “el envejecimiento debe venir con un mecanismo integral de funcionamiento”. Esto significa que en la vejez necesitamos desarrollar y ejercitar las habilidades necesarias para atravesar esa etapa de la vida sin problemas, siendo autónomos, tal como en la niñez, la adolescencia y la adultez.
Podríamos agregar: así como la juventud no es garantía de una salud física y mental plena, la vejez tampoco es garantía de lo contrario. El caso de la salud mental es paradigmático, porque a menudo se la utiliza como excusa para relegar a los adultos mayores a mirar por la ventana de la sociedad.
“Loro viejo no aprende a hablar”, se dice entre risas para señalar la supuesta deficiencia intelectual de los adultos mayores, como señala el geriatra Robinson Cuadros, pero lo cierto es que aquello solo les pasa a los loros. “El problema es que estos lenguajes culturales deterioran la salud mental”, señala el doctor Cuadros. “Cuando el hijo le dice a la mamá ‘Usted ya no está en edad de hacer eso, mamá, eso me toca a mí. Usted ya está en edad de descansar’, aunque tenga una buena intención, lo único que hace es anularla”.
Los tres pilares de la salud mental
La salud mental es un entramado complejo que está sostenido por tres pilares: el funcional, el cognitivo y el comportamental. El funcional, explica la doctora Glück, tiene que ver con cómo nos desenvolvemos en nuestro día a día, qué tan autónomos somos a la hora de bañarnos, vestirnos, cocinar, comer o movernos en la calle. El cognitivo reúne nuestra capacidad de razonamiento, de comunicarnos mediante un lenguaje estructurado, de realizar cálculos matemáticos, de prestar atención, de recordar. Y, finalmente, el comportamental es determinado por la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con aquellos que nos rodean, respetando ciertas convenciones sociales básicas.
Como habría de esperarse, cada uno de estos pilares cambia dependiendo de la historia de vida de cada persona. Mientras algunos desarrollan más la capacidad cognitiva matemática, digamos el gerente de un banco, otros desarrollan mucho más la capacidad funcional motora, digamos un agricultor. Así las cosas, no tendría sentido evaluar la salud mental del gerente preguntándole cómo cosechar un tubérculo, como tampoco tendría sentido evaluar la del agricultor pidiéndole un análisis matemático. Pero si el gerente, por ejemplo, no reconoce un billete de cincuenta mil, o el agricultor un azadón, entonces tendríamos que preocuparnos.
"55 % de las personas mayores en Colombia no participan de ninguna actividad grupal".
Dicho esto, la salud mental no se deteriora naturalmente al envejecer, aunque en algunos casos la vejez puede aumentar las probabilidades de un deterioro si ciertos factores de riesgo no se cuidan debidamente. Los primeros que deben mencionarse son los físicos, entre los cuales destacan sobre todo las enfermedades crónicas —hipertensión, diabetes, hipotiroidismo—, que justamente por ser crónicas nos acompañan toda la vida; con los años y el desgaste de algunos órganos y tejidos por acción de la misma enfermedad, es preciso atenderla con mayor cuidado. Los segundos son las patologías psiquiátricas diagnosticadas antes de la vejez, y que durante esta época pueden empeorar sin la atención necesaria. Y los últimos factores de riesgo son los psicosociales, que aúnan aquello que determina parte de nuestra calidad de vida, desde el lugar en el que vivimos hasta el sentirnos parte de alguna comunidad.
El doctor Cuadros asegura que en Colombia la situación no es favorable frente a estos factores, especialmente respecto a los psicosociales: “La encuesta SABE en el 2015 señalaba que el 55 % de las personas mayores en Colombia no participan de ninguna actividad grupal; el DANE, en 2018, dijo que cerca del 18 % de las personas mayores viven solas, y que el 20 % de ellas tiene un perfil de depresión”. Ahora bien, esto no se debe a la vejez misma sino a lo que nosotros como sociedad hemos hecho de ella.
Sin embargo, a pesar de las cifras alarmantes, el panorama es alentador, porque llevar una vejez tranquila depende enteramente en que como sociedad y como individuos replanteemos el papel de los viejos. Esto quiere decir que debemos educarnos respecto a la vejez, reconocer que la expectativa de vida aumenta y cada vez se acerca más a los ochenta años, y que por tanto tendremos más años de vida para vivir, para participar de una comunidad. El doctor Cuadros sugiere que una jugada inteligente sería fortalecer el intercambio generacional: que los adultos mayores acompañen a personas jóvenes en procesos laborales, educativos, productivos, de entretenimiento.
Tanto la doctora Glück como el doctor Cuadros reconocen que el primer paso para enfrentar una vejez sana es aceptar que vamos a envejecer. “Debemos prepararnos para tener ochenta años, desde el punto de vista económico, social, familiar y físico”, dice la doctora Glück. Y continúa: “Cuando somos viejos debemos hacer actividad física y llevar una buena alimentación; tener una vida social activa, y hacer ejercicio mental. Basta con llevar actividades intelectuales siempre distintas: leer, hacer manualidades, estudiar un tema nuevo, hacer sopas de letras, en fin”.
La posibilidad de tanto por hacer conlleva aceptar que en la vejez tenemos derecho a más que simplemente esperar la muerte. Así como celebramos la vejez en tantos escritores, músicos, actores, políticos, empresarios, médicos o líderes comunitarios, también podemos hacerlo con la de nuestros seres queridos o con la propia. Porque llegará cierta edad en la que debamos abrazar la idea de que la juventud ya no nos define, en la que debamos abrazar el envejecimiento de nuestro rostro y nuestro cuerpo. Justamente esa edad a la que llegó García Márquez para escribir el amor de medio siglo que saldaron Fermina Daza y Florentino Ariza en la cama de un buque varado, cuando aún tenían toda la vida por delante.
Una mirada integral
La organización Keralty trabaja por el bienestar de las personas con una visión holística del cuidado que abarque un enfoque en salud, uno comunitario y uno social. Para ello creó Versania, cuyo objetivo es generar modelos de atención sociosanitaria para las personas en las diferentes etapas de la vida, valiéndose de empresas dedicadas a ello. Lazos Humanos es la empresa concentrada en el cuidado y atención del adulto mayor. Pamela Díaz, gerente de la empresa, asegura que esta mirada integral sobre el bienestar permite acompañar al adulto mayor atendiendo su salud física, mental y su pertenencia a redes comunitarias. Esto se consigue a través de tres programas: 1) Cuidadores, que ofrece acompañamiento a los adultos mayores por parte de personal especializado; 2) Activa, que mediante encuentros en un club social propicia espacios a adultos mayores para compartir en comunidad y hacer actividad física y mental; y 3) Educa, que brinda formación a cuidadores no formales, tales como familiares que se hacen cargo de sus padres, hermanos, tíos o abuelos.
Para mayor información de Lazos Humanos:
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