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Kader Attia

ReparaRenacer: el arte en la sanación y la reparación social

Fotografía
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Hasta el 9 de febrero, el Museo de Arte Moderno de Bogotá presenta ‘ReparaRenacer’, una exposición de Kader Attia que invita a reflexionar sobre los traumas sociales y la reparación a través del arte. A partir de esta muestra, la autora establece un diálogo con diversas disciplinas, desde las artes hasta la medicina, que avalan el poder sanador de la creación.

“El arte es una herida hecha luz” fue lo primero que pensé al leer el título y ver en la pantalla del computador la imagen oficial de ReparaRenacer, la exposición del artista Kader Attia que se inauguró en octubre del año pasado en el Museo de Arte Moderno de Bogotá y que estará abierta al público hasta el próximo domingo 9 de febrero. 
Recordé la frase, atribuida a George Braque (uno de los padres del cubismo junto con Pablo Picasso y Juan Gris), mientras atravesaba con la mirada los trazos rojos que brotan de un plato de cerámica, como si fueran bifurcaciones de un río o cicatrices que, de inmediato, asocié con el kintsugi, una centenaria técnica artesanal japonesa que exhibe las heridas del pasado con una nueva vida que valora la imperfección.

De ascendencia argelina, Attia (Dugny, Francia, 1970) estudió en París y en Barcelona, vivió en Congo, recorrió Suramérica y hoy reside entre la Ciudad de la Luz y Berlín. A lo largo de su carrera artística ha trabajado en una profunda investigación sobre las sociedades multiétnicas y la perspectiva que tienen sobre su propia historia, con énfasis las experiencias de privación, represión, violencia y pérdida, y en la manera en la que estas afectan la evolución de las naciones y de los individuos, todos ellos vinculados a la memoria colectiva.

Su investigación sociocultural ha conducido a Attia por el tema de la reparación, un concepto que ha desarrollado simbólicamente en su obra como artista visual. “Kader trabaja la herida física y mental, principalmente conectada al colonialismo y al neocolonialismo, así como a estéticas del lejano oriente, como el kintsugi, en el que la laceración y la ruptura no se esconden, como en la estética occidental, sino que se enfatizan para celebrar la recuperación, el paso a otro estado. Esa es la metáfora del título poético de la exposición: ReparaRenacer”, explica Eugenio Viola, director artístico del MAMBO y curador de la primera muestra institucional de Attia en Colombia.

El recorrido atraviesa una serie de instalaciones recontextualizadas para los espacios del segundo piso del museo, como si se tratara de obras in situ que se relacionan con el diseño arquitectónico proyectado por Rogelio Salmona para el MAMBO hace más de 40 años. La ruta inicia con Fantasma, un conjunto de siluetas hechas en papel aluminio que, a primera vista, evocan las envolturas de Kisses, los pequeños chocolates de Hershey´s. Sin embargo, al mirarlas desde el otro costado, el dulce sabor que se tiene en mente se torna amargo al encontrar el vacío de la memoria de un cuerpo que ya no está. 

En un planeta cada vez más interconectado en la virtualidad, pero más intolerante y fragmentado, en el que cada uno cree tener la verdad absoluta, Attia cristalizó diferentes puntos de vista en un espejo de 92 metros cuadrados que actúa como una pintura de luz cinemática que cambia durante el día, alterando sus reflejos en el techo. “Es una matriz performática en acción, con la interacción del espectador”, dice Viola, mientras me absorben las figuras que parecen infinitas.

La investigación de Attia continúa con testimonios que recopiló de entrevistas a psiquiatras, antropólogos, músicos, etnólogos, teólogos y especialistas de diferentes disciplinas, que, entre otros temas como la religión y el capitalismo, entretejen argumentos y perspectivas sobre el arte como terapia en la esquizofrenia y en traumas emocionales. 

Según Julio César Redondo, médico psiquiatra adscrito a Colsanitas, el beneficio sanador del arte en psicoterapia y salud mental se da en doble vía, tanto para quien lo ejecuta como para quien lo aprecia. “Ayuda muchísimo que los pacientes realicen algún tipo de manifestación artística porque liberan emotividades que, en muchas ocasiones, se guardan y producen síntomas físicos. Además, para los psicólogos y psiquiatras, es útil para evaluar distintos aspectos. Con dibujos, por ejemplo, comienzan a salir historias que al paciente se le dificultan poner en palabras”, añade.

En la otra orilla, en el que percibe el arte a través de los sentidos, “se activa la neuroplasticidad cerebral, un concepto relativamente nuevo. Hasta hace algunos años se creía que las neuronas no se reproducían. Hoy sabemos que sí, que hay podas en las neuronas, una metáfora similar a lo que pasa en las plantas, que cuando se podan crecen mejor. Ese crecimiento neuronal surge de actividades sanas que generan bienestar y placer, como leer un libro que te atrapa o caminar descalzo sobre la playa”, concluye Redondo.

El sentido del arte

Enseguida de las palabras de Braque, que leí en el libro La ridícula idea de no volver a verte, de la periodista y psicóloga Rosa Montero, la brillante escritora española continúa la frase con un contundente párrafo que tuve que subrayar: “Necesitamos esa luz, no solo los que escribimos o pintamos o componemos música, sino también los que leemos y vemos cuadros y escuchamos un concierto”. Todos necesitamos la belleza para que la vida nos sea soportable. Lo expresó muy bien Fernando Pessoa: “La literatura, como el arte en general, es la demostración de que la vida no basta”. No basta, no. Por eso estoy redactando este libro. Por eso lo estás leyendo”.

En una entrevista que vi en YouTube, escuché a la historiadora Diana Uribe decir: “El arte es lo que hace posible que la vida tenga sentido, porque el arte tramita las emociones. En el arte encuentro esperanza. La literatura hace que la vida valga la pena porque vas a vivir muchas vidas. Te vas a meter en la vida de una persona en una novela y durante el tiempo que estás ahí vas a vivir esa persona. Te puedes convertir en un insecto leyendo a Kafka, o puedes volar, o puedes vivir en Macondo. La literatura es una maravilla”.

La novelista, poeta y dramaturga Piedad Bonnett corrobora que el arte alimenta el espíritu. En una conversación telefónica que tuvimos, me contó que, en días recientes, había leído a un pensador que afirmaba que hay gente que nunca nace al alma. “Nacer al alma es nacer a la sensibilidad, nacer al espíritu. A veces las personas no hacen el tránsito a la sensibilidad, sino que están pensando en hacer dinero y actividades fáciles. Viven en la pura superficie y no se preguntan nada nunca. Y el arte cuestiona, está hecho para incomodar, para revelar, para conocer. ¡No más te acercas a la música y sientes unas emociones muy poderosas! Son formas que el hombre encontró para decir cosas sobre la vida que van mucho más allá de lo que se dice en la cotidianidad. El ser humano encontró miles de vías posibles: la música, la pintura, la escultura, la literatura, la poesía… Eso nos hace infinitamente más humanos”, dice Bonnett.

Para el artista Karim Estefan, el arte en general nos hace sentir que no estamos solos con los dolores que cargamos, porque podemos identificarnos, por ejemplo, en la letra de una canción. “Hay personas que, como yo, digerimos todo visualmente. Eso te da un lugar muy importante en términos de salud mental y es que lo puedes sacar. Que no lo tienes atascado adentro, porque al final es lo que termina enfermándote. De pronto te das cuenta de que puedes sacar esas emociones en un dibujo, una foto, una canción, un poema, lo que sea, cual sea tu manera de expresarte”.

Museo de Arte Moderno de Bogotá

Calle 24 No. 6-00

Horarios

Martes a sábado de 10 a.m. a 6 p.m. 
Domingos y festivos de 12 m. a 5 p.m. 
Entradas aquí.

Soraya Yamhure Jesurun

Periodista y actriz. Colaboradora frecuente de Bienestar Colsanitas y Bacánika.