En el día mundial para la prevención del suicidio, hacemos un recuento de los factores de riesgo, las medidas de prevención y la brecha de género.
Desde el 2003, la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio en conjunto con la Organización Mundial de la Salud, conmemoran el día mundial para la prevención del suicidio cada 10 de septiembre. El suicidio es una problemática de salud pública que, según la OMS, anualmente cobra la vida de más de 800.000 personas en el mundo. Y la problemática es aún más compleja cuando tenemos en cuenta la cantidad de intentos de suicidio no consumados que afectan de manera dramática la salud física y mental de las personas.
Según la Encuesta Nacional de Salud Mental, la conducta suicida es “una secuencia de eventos denominados proceso suicida que se da de manera progresiva e inicia con pensamientos e ideas que se convierten en planes y culminan en uno o múltiples intentos de suicidio con aumento progresivo de la letalidad”.
En esta secuencia de eventos, las fases que suele pasar una persona antes de llegar al suicidio son: la ideación suicida, el plan suicida, el intento de suicidio y por último el suicidio, que es el acto consumado de autoagresión y muerte autoinflingida. Entender este proceso como una progresión permite reconocer señales de advertencia que son clave para la prevención en etapas tempranas.
Prevención del suicidio
Para la Doctora Ana Millán, psiquiatra adscrita a Colsanitas, algunas de las señales a tener en cuenta cuando se trata de prevención del suicidio son “los cambios de humor o de comportamiento repentino, episodios depresivos, conversaciones constantes sobre la muerte o el suicidio, historial de intentos de suicidios previos, abuso de sustancias, retraimiento extremo, búsqueda de métodos de suicidios en internet, entre otros”. Al reconocer uno o más de estos síntomas en usted u otra persona, es fundamental acudir al centro de salud más cercano con el fin de recibir atención psicológica inmediata.
Además de las señales de alerta, también hay una gran variedad de factores de riesgo que pueden incidir en las cifras de suicidio y que deben tenerse en cuenta en pro de la prevención. “Dentro de los factores de riesgo está la historia de familiares que se hayan suicidado, los intentos de suicidio previos, el consumo de estupefacientes o alcohol, un historial de psicopatologia grave, una red de apoyo pobre, el desempleo, las enfermedades médicas graves, la soledad, la desesperanza y la impulsividad”, afirma la doctora Millán.
La clave de la prevención, además de la atención a señales de alerta y factores de riesgo, es entender que aunque la conducta suicida puede tener origen en diversos factores, es en muchos casos la consecuencia de una salud mental desatendida y relegada. Para la Asociación Psiquiátrica Americana (APA), la conducta suicida se considera “un síntoma de malestar o trastorno emocional o mental y no representa un diagnóstico en sí mismo, en consecuencia, se debe revisar la presencia de otros síntomas emocionales o comportamientos que en conjunto hagan parte de un diagnóstico”.
Resulta fundamental poner la misma atención en la salud mental que en la física y hacer de la visita a especialistas como el psicólogo o el psiquiatra algo tan recurrente como la visita al médico general para descartar condiciones de salud física.
Ahora bien, entender el comportamiento demográfico de este problema de salud pública es fundamental para reducir las cifras que afectan a cada país de forma particular. Según la OMS, el 77 % de los suicidios en el mundo se producen en países de ingresos bajos y medianos; en el continente americano, el suicidio es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 20 y 24 años; y en Colombia, según el DANE, cada años más de 3.000 personas mueren a causa del suicidio.
La brecha de género en el suicidio
En el mundo se suicidan más del doble de hombres que de mujeres, según la OMS. A nivel nacional, la brecha es aún más dramática teniendo en cuenta que, de acuerdo con el DANE, los suicidios entre hombres y mujeres varía en una proporción 80/20. Además de esta notable brecha, las cifras coinciden en que el grupo de edad más vulnerable se encuentra entre los 15 y los 44 años, lo que demuestra una vulnerabilidad demarcada en hombres jóvenes y de mediana edad.
Según el estudio The gender gap in suicide and premature death or: why are men so vulnerable? realizado por Anne Maria Müller-Leimkühler en la Universidad de Munich, esta brecha de género se ha vuelto aún más profunda desde 1970, año en que las cifras de suicidio a nivel mundial empezaron a decrecer en mujeres y a crecer en hombres.
Este crecimiento en la brecha de los últimos 50 años se debe en su mayoría a condiciones sociales específicas de los hombres, sumado al fantasma de una masculinidad tradicional que tiene expectativas y parámetros muy claros de cómo debería comportarse un hombre ante la sociedad: mostrarse fuerte, restringirse emocionalmente y no pedir ayuda, pues implicaría la pérdida de status, control y autonomía ante los demás. Ante esto, el científico Ernst Angst, afirmó en 1990 que “mientras las mujeres buscan ayuda, los hombres mueren”.
Dificultades para el diagnóstico y tratamiento
En las mujeres se presentan mayores cifras de depresión diagnósticada y bajas cifras de suicidio, por el contrario, los hombres presentan bajas cifras de depresión diagnósticada y altas cifras de suicidio. Esto no quiere decir que los hombres tengan menores tendencias depresivas que las mujeres, sino que las mujeres están más dispuestas a solicitar asistencia en salud mental, y a recibir diagnóstico y tratamiento. Este comportamiento permite obtener más información sobre la salud mental de las mujeres, que de los hombres.
El rol tradicional del hombre se ha determinado durante años por atributos como el poder, la agresividad, la independencia, la racionalidad, la competitividad, el éxito y la falta de vulnerabilidad. Para la doctora Millán, “el machismo influye en motivaciones para el suicidio relacionadas con la falta de ingresos financieros dado que el hombre es catalogado como un proveedor que debe restringirse emocionalmente. Adicionalmente, la sexualidad también termina siendo determinante ya que muchos hombres ven como un detonante de suicidio la pérdida o disminución de la función sexual, debido al estereotipo de sentirse menos hombres”.
Estos factores inherentes a los roles de género no solo terminan relacionándose con las causas del suicidio sino con lo métodos que usan los hombres para esta autoagresión. Según el estudio de la Universidad de Munich, que los hombres sobrevivan al suicidio es culturalmente percibido como una muestra de debilidad e incluso falta de expertisia. Es por esto que mientras las mujeres prefieren métodos como la intoxicación para terminar con sus vidas, los hombres optan por métodos mucho más letales y agresivos como las armas de fuego.
Estrechamente relacionado a la perspectiva de género, la edad es un factor determinante en esta brecha. Según la Universidad de Munich, las altas tasas de suicidio en hombres jovenes se dan debido al fragmentado estereotipo de masculinidad que ya hemos mencionado antes y la dificultad entre encajar o emanciparse del mismo. Con esta confusa e incluso tortuosa búsqueda por una identidad, confluyen otros factores determinantes como son “la relación con el consumo de sustancias psicoactivas, la escasa tolerancia a la frustración, las dificultades para ingresar al mundo laboral, la falta de independencia económica, la falta de metas a largo plazo y la carencia de una red de apoyo sólida”, afirma la doctora Millán.
Incidir en la reducción de estas cifras es un trabajo conjunto que requiere de la deconstrucción de los roles de género y de ofrecer condiciones propicias y espacios seguros para la salud mental de hombres y mujeres sin excepción. La búsqueda por el bienestar debe darse desde todos los géneros, edades y condiciones sociales, por eso es apremiante recibir asistencia psicológica o psiquiátrica y optar por “desligar la expresión emocional de los hombres de estereotipos, conversar con profesionales de la salud, ofrecer espacios seguros desde las redes de apoyo y buscar ayuda en los canales públicos y privados que están dispuestos para toda la ciudadanía”, afirma la doctora Millán.
Al final, el suicidio termina siendo una responsabilidad conjunta de políticas publicas, privadas y de conciencia colectiva. A nivel personal, es mucho lo que podemos hacer por otros, ofreciendo espacios seguros de diálogo y alentando a pedir ayuda a quien lo necesite lejos del estigma de la debilidad y los prejuicios, y más cerca a la empatía. Si usted o alguien cercano presenta conductas suicidas no dude en acudir al centro de salud más cercano o contactar a las distintas líneas de ayuda disponibles a nivel nacional.
*Periodista de Bienestar Colsanitas
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