Empezar una vida saludable a los 50 años no es descabellado. Al contrario, es un buen momento para hacer un balance de lo vivido y planificar el futuro: preguntarse cómo y dónde quiero envejecer.
Fauja Singh corrió su primera maratón a los 89 años y siguió haciéndolo hasta que se retiró, poco antes de cumplir 102 años. Charles Eugters consiguió, a los 95 años, el récord mundial de los 200 metros planos en su categoría; Olga Kotelko empezó a competir en varias disciplinas de atletismo a los 77 años y a los 95 había acumulado 750 medallas y varias marcas.
Desde hace un tiempo, el médico geriatra Robinson Cuadros se siente atraído por estas personas que iniciaron un deporte a una avanzada edad. Ve en ellos la muestra de que nunca es tarde para empezar, que la vida es una sola y hay que vivirla: “Siempre le digo a mis pacientes de 50 o 60 años: la meta la pones tú, está en tus manos. Vives o mueres de manera temprana. Cada quien decide si vivir 80 años o vivir un año repetido 80 veces”.
No hay que llegar a una edad avanzada para tomar ciertas decisiones sobre el estilo de vida. De hecho, los 50 es un buen momento para empezar. Este especialista, secretario de la Asociación Colombiana de Gerontología y Geriatría, cree que es la edad ideal para detenerse y preguntarse qué hábitos saludables físicos, espirituales, alimenticios estamos construyendo desde el presente para tener una buena vejez en el futuro.
Y no es el único. El médico brasilero Alexandre Kalache, líder del Centro Internacional de la Longevidad de Brasil, y quien fuera durante 14 años encargado del Programa de Envejecimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS), promueve la idea de hacer una pausa al llegar a los 50 años, antes de continuar el resto de la vida. Kalache aconseja tomarse un año sabático para pensar qué se ha hecho hasta ese momento y qué se va a hacer en los años que siguen.
Kalache habla de varios aspectos que deben revisarse: trabajo, educación, relaciones familiares, fortalecimiento de las redes de amigos. Se trata de una etapa para diseñar todos los hábitos de una vida saludable: practicar alguna actividad física, comer bien, manejar la soledad, arreglarse, aprender algo nuevo, conocer gente nueva, crear rutinas y prácticas que mejoren la calidad
del sueño. Y, por supuesto, de la vigilia.
Buena actitud
Ninguno de estos cambios en el estilo de vida tiene sentido si no los respalda una buena actitud frente a la vida. La forma de enfrentar la vejez parece tan importante como alimentarse correctamente. Cuadros prefiere llamar este cambio de actitud con nombre y apellido: quitarse el miedo a la vejez. A los 50 años hay un punto de quiebre, y este miedo puede paralizar o ser el
motor de todos los cambios necesarios.
La clave —asegura Robinson Cuadros— está en la actividad física, en esos pequeños cambios que van a generar grandes transformaciones en la vejez. Basta media hora, al menos tres veces por semana, para empezar a marcar la diferencia. Y practicar algún deporte no necesariamente implica inscribirse en un gimnasio: significa dejar el sedentarismo y sentirse motivado por alguna actividad.
El ejercicio previene la aparición de enfermedades como la diabetes y la hipertensión, o retarda su aparición. Incluso en el caso de las hereditarias, el impacto del ejercicio es benéfico en la expresión de la enfermedad y sus consecuencias. También evita el exceso de peso.
En cuanto a la alimentación, hay muchos mitos. Cuadros no es partidario de prohibir o de limitar a sus pacientes a dietas extremas, sino más bien de recomendar un punto medio: comer frutas, vegetales y proteínas, hacerlo de forma balanceada y evitar los excesos de sal, azúcar y grasas. Se puede comer de todo siempre y cuando se haga ejercicio. No está de más evitar los alimentos procesados y aumentar el consumo de fibra. Hace especial énfasis en disfrutar la comida.
Dejar el cigarrillo y limitar el consumo de alcohol son un par de buenas decisiones que pueden prevenir infartos y complicaciones pulmonares en los últimos años de vida.
No descuidar los controles médicos frecuentes es una excelente manera de prevenir o detectar a tiempo cualquier irregularidad.
La salud mental no es menos importante. Si hay algún síntoma de depresión, lo más recomendable es acudir a un especialista. Dejarse ayudar es el primer paso para iniciar cambios. Tener amigos y compartir tiempo con ellos, está demostrado que contribuye a una vejez sana.
La crisis pensional o del jubilado puede estar latente y se contrarresta o erradica con la práctica de actividades que lo llenen de placer. Es el momento de pensar en aquello que siempre quiso hacer y nunca tuvo tiempo. Es hora de e mpezar a sentirse útil, de hacer su contribución a la familia y a la sociedad; es el momento de revisar cuál es el legado que está dejando a los hijos y nietos, y la misión que está cumpliendo. La sensación de bienestar llegará sola.
Una vida más larga no necesariamente es una vida mejor. Por eso, mientras más pronto se adopten buenos hábitos y un estilo de vida saludable, mejor serán los resultados en el futuro.
La culpa no es de los años
El geriatra Cuadros también cree que hay que saber diferenciar entre qué es normal y qué no es normal del proceso de envejecimiento, para no echarle el agua sucia a los años. No es normal que se le olviden las cosas, que se pierda la memoria; no es normal no dormir bien o tener dolor en las articulaciones. Si esto está ocurriendo no es un problema de edad, sino de que hay algo más que debe revisarse.
A las personas que van por primera vez a su consulta, el doctor Cuadros les recomienda dos cosas: ser más curioso y disfrutar más la vida. Y esto aplica para personas de cualquier edad. Para este médico, el secreto no está en detener la vejez (algo que además es imposible, aunque siempre haya quien se empeñe en vender algún producto para lograrlo), sino en dignificarla.
Tenemos dos opciones: quedarnos frente a una ventana viendo pasar los carros o cambiar la actitud y empezar a generar acciones que me dignifiquen como persona mayor. Por ejemplo, recuperar el papel protagónico en la familia, en la comunidad y la sociedad.
En resumen, derrumbar los estereotipos negativos y eliminar las frases hechas que tienen un halo peyorativo sobre la vejez:
Se dice que los viejos son como niños y se les infantiliza, que no son productivos, tienen fama de tacaños, no tienen derecho a ponerse bonitos por ser mayores, no se pueden enamorar y el que lo hace es un viejo verde, no tienen derecho a una sexualidad. Ser mayor significa no poder decidir por sí mismo, y si quiere hacer algo nuevo le dicen el famoso “ya para qué”. O si la abuela quiere empezar un curso de natación o de guitarra entonces salen con lo de “loro viejo no aprende a hablar”. Yo les digo que por fortuna eso le pasa solo a los loros, no a las personas.
El geriatra propone no ver la vejez como un problema, sino cambiar hacia una concepción positiva de la vejez y el envejecimiento. Este tema debería hablarse desde la infancia, que los niños y los jóvenes puedan relacionarse con personas mayores, que exista un intercambio cultural con ellos, porque ese contacto permanente permite reflexionar sobre cómo queremos envejecer.
Cada día crece el número de personas mayores de 60 años. Y esto plantea realidades complejas y retos sobre los que vale la pena pensar desde que somos adultos, no cuando ya la vejez se
ha instalado en los huesos. Así podremos prever mejor lo que nos espera en el futuro.
Pitágoras resumió bien lo que piensa el doctor Robinson Cuadros: “Una bella ancianidad es ordinariamente la recompensa de una bella vida”. Y él agrega: “Saber envejecer es una difícil asignatura que tenemos pendiente. Se requiere entrenamiento, conocimiento y romper con estereotipos negativos sobre la vejez, así podremos avanzar hacia una sociedad más justa”.
* Periodista, jefa de redacción de Bienestar Sanitas.
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