La ciencia y las leyes reconocen a los animales como seres sintientes, entonces no es ridículo pensar que tienen emociones como la tristeza y la angustia, que se manifiestan en su comportamiento.
Si los perros y los gatos tienen memoria, son afectivos, sienten miedo y angustia, se alegran ante ciertos estímulos, son capaces de resolver problemas, tienen conductas intencionales, discriminan y generalizan, perciben el peligro y la tristeza ajena, entonces quiere decir que tienen emociones que son análogas a las de los seres humanos, y la depresión no escapa de esta semejanza. Por supuesto, es claro que lo que los afecta son “cosas de animales” y lo manifiestan a través de la alteración de su comportamiento habitual.
Así opina Néstor Calderón Maldonado, quien se ha preparado para llegar a los diagnósticos más asertivos de animales de compañía cuando su estado anímico es inusual. Es médico veterinario en bioética, con estudios de etología clínica y bienestar animal, miembro fundador de la Asociación Veterinaria Latinoamericana de Zoopsiquatría y conferencista internacional.
Calderón explica que en su consulta atiende a animales de compañía con síntomas asociados a la depresión: no comen, nada les entusiasma, duermen demasiado, se esconden, gruñen cuando se les intenta levantar y a veces no reciben ni agua. Al hurgar un poco en la historia del animal, se da cuenta de que la causa se relaciona con la ausencia del tutor, el aislamiento del grupo familiar al que pertenece, algún episodio traumático o, con mucha frecuencia, por alguna enfermedad que empieza a manifestarse a través del estado anímico. “Tanto en perros como en gatos se trata de una indefensión aprendida, llamada coloquialmente pena moral, que va en contra de su propia supervivencia, pero de la cual les cuesta trabajo recuperarse. Especialmente en los gatos esto puede ser letal porque un ayuno prolongado les puede causar la muerte”, apunta.
De ahí la importancia de una atención oportuna para honrar el compromiso que encomienda la Organización Mundial de Sanidad Animal desde 1965, en el que se establecen las cinco libertades que debe garantizar el hombre a los animales: librarlos del temor y la angustia; del hambre, la sed y la desnutrición; de las molestias físicas y térmicas; del dolor, la lesión y la enfermedad, y procurar que gocen de la libertad de manifestar sus comportamientos naturales. Lo contrario a ello se considera maltrato.
El dato
Los animales de compañía reaccionan distinto a estímulos similares, inclusive los de una misma raza.
Los animales, seres sintientes
Hay unos antecedentes jurídicos que demuestran cómo ha cambiado la percepción errada de que los animales no experimentan emociones y actúan sólo por instinto. El Tratado de Amsterdam (1977) y el de Lisboa (2007) son explícitos en el reconocimiento de los animales como seres sintientes, capaces de sufrir. Y con base en eso, en el año 2016.
la legislación colombiana saca a los animales del ámbito de las cosas (se les llamaba “semovientes”) y los coloca en el de sujetos con derechos y sujetos de protección. Son avances en la dirección de asimilar que la humana no es la única especie que puede padecer sufrimiento.
El médico veterinario Calderón hace referencia a que la ciencia tiene mucho tiempo interesada, y es cada vez más especializada en el estudio del comportamiento animal, entendido éste como todas las maneras en que los animales interactúan con otros miembros de su especie, con otros organismos y con su ambiente. Primero que nada, hace referencia a la biología, que estudia las bases fisiológicas del comportamiento animal desde Charles Darwin, que con su libro El origen de las especies (1859), y basado en extensas observaciones de animales, formuló su teoría de la evolución.
Luego, en la década de 1960 se reconoce la etología en la medicina veterinaria en Europa, que es un campo de la biología que estudia el comportamiento de los organismos en su ambiente natural o habitual. Y luego, a comienzos de los 70, surge la etología aplicada, que se ocupa más bien de las manifestaciones individuales, subjetivas y patológicas del comportamiento de los animales domésticos, y no de la conducta de las especies en general. Y la etología clínica veterinaria se sirve de estos avances para reconocer el estado anímico de perros y gatos, diagnosticar enfermedades y hacer las recomendaciones oportunas para que recuperen su estado de ánimo regular.
Los animales con síntomas asociados a la depresión no comen, nada les entusiasma, duermen demasiado, se esconden y gruñen cuando se les intenta levantar.
Obligación moral
Atender la depresión en los animales de compañía es obligatorio, porque no hacerlo pone en riesgo la vida del animal. Las consecuencias de un estado de ánimo alterado son de tipo físico y mental. Y si se tiene en cuenta que es otro miembro del grupo familiar que no está sano, entonces hay que atenderlo, hacerlo evaluar y cumplir con las recomendaciones del profesional.
“Todo esto está permeado por un componente ético-moral. Tenemos una obligación moral con nuestros animales de compañía, pues garantizar su bienestar forma parte de los acuerdos de convivencia ciudadana y probablemente de principios como la solidaridad y la compasión que nos inculcaron en el hogar. Tenemos que evitar su sufrimiento innecesario y el dolor, y la depresión es una forma de afectación emocional en la que perros y gatos se muestran absolutamente vulnerables y dependientes de nosotros los humanos”, concluye el médico veterinario.
Conciencia y personalidad
Los animales de compañía también tienen personalidad animal, son diferentes entre ellos, reaccionan distinto a estímulos similares, inclusive los de una misma raza en un mismo contexto tienen distinto temperamento. Esta individualidad también se refleja en la forma como asumen los cambios que se generan a su alrededor y en su propio organismo, por enfermedades o accidentes.
Por eso, Calderón detalla que frente a síntomas de depresión en perros y gatos no se puede recurrir a una receta única. Para cada cual habrá una forma de abordar el caso y mejorar el comportamiento: “Como es un problema de origen multifactorial hay que trabajar en tres dimensiones: la familiar (con un manejo adecuado de acompañamiento), la de su entorno físico emocional (evaluar qué le puede estar afectando en su contexto) y la del animal (referido a la valoración comportamental de acuerdo con la especie).
“En la medicina veterinaria disponemos de un abanico de posibilidades que podemos combinar para restablecer la condición física y mental de la mascota. Están las técnicas de modificación de conducta y de entrenamiento, los suplementos nutricionales, los tratamientos hormonales, los psicofármacos, la terapia neural, la homeopatía, el uso de sales y aromaterapia, oligoelementos, acupuntura, dieta. Y, adicionalmente, todo lo que podamos hacer para atender el organismo enfermo: cirugías, fisioterapia, procedimientos ambulatorios, etc.”, detalla el experto.
Si el cuadro no es severo la respuesta es rápida. Pero si el estado anímico es crítico, lo más probable es que haya que ser constante y paciente para ver la mejoría.
El dato
Desde 1977 el Tratado de Amsterdam reconoce a los animales como seres sintientes, capaces de sufrir.
Comunicación canina
Un artículo de la Asociación de Veterinarios Españoles Especialistas en Pequeños Animales (Avepa), advierte sobre las formas en las que los perros pueden comunicarse a través del lenguaje corporal y demostrar así que algo les incomoda o que se sienten amenazados. Para mostrar inquietud el perro puede tratar de parecer más pequeño, entonces pone la cola baja, echa las orejas hacia atrás, se esconde, y también podrían notarse las pupilas dilatadas y la comisura labial estirada. Una emoción negativa también pueden expresarla con la cola muy estirada, recta y con movimientos muy cortos, con gruñidos y retracción labial. Si la emoción es positiva, mueven la cola, dan saltos espontáneos o emiten un gruñido juguetón. Y si tienen la cola en movimiento, una postura encorvada, la cabeza agachada y emiten algún gemido, seguramente están solicitando cariño o protección.
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