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Bienestar Colsanitas

Juliana Restrepo: “Los museos tienen que atraer a más jóvenes”

Fotografía
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La saliente directora del Museo Nacional ha forjado un liderazgo en el sector cultural a lo largo de veinte años. Una mirada a su trayectoria

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Juliana Restrepo se graduó de publicista, pero sólo ejerció durante un año su profesión. También estudió filosofía y vivió un tiempo en Inglaterra, de donde volvió a su natal Medellín deslumbrada
con todo el arte que vio en la Tate Modern de Londres, uno de los tres museos que más despierta su curiosidad y entusiasmo. Los otros dos son el Mori, en Tokio, y por supuesto el Museo Nacional de Colombia, su oficina y laboratorio de experimentación desde comienzos de 2021, cuando asumió la dirección por invitación del entonces ministro de Cultura, “a quien no conocía”, se apresura a aclarar. En octubre de 2022 deja su cargo, pero antes compartió con nosotros sus reflexiones sobre la misión de los museos como puntos de encuentro de las miradas diversas de los jóvenes.

Su cercana relación con el arte se debe, en gran parte, a la influencia de su madre, que estudió Artes Plásticas. Juliana mostró desde muy joven cierto talento para la pintura. “Muy chiquita me enfermé de artritis, así que no podía hacer deporte en el colegio, pero como pintaba bien me adoptó el profesor de arte; una de esas personas que marca tu vida. Era un poeta, básicamente”.

En 1998 Juliana Restrepo empezó su andadura en la gestión cultural como editora de una revista independiente, y desde entonces sus dos grandes pasiones han sido la comunicación digital y el
fomento de la cultura. Fue directora del Museo de Arte Moderno de Medellín y del Instituto Distrital de las Artes de Bogotá. Una asesora del área de comunicaciones del Museo Nacional la describe como “una mujer brillante y organizada”.

Estuvo más de un año al frente de una institución con 200 años de historia. Desde el Museo Nacional de Colombia su mente bullía de ideas novedosas que acababan plasmándose en una exposición, un concierto o una estrategia comunicativa para atraer más personas al museo.

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¿Cuál fue el reto que más la desveló de su gestión en el Museo Nacional?

Los jóvenes, cómo cautivar a ese público. A los niños los llevan los colegios, y van muchos, todo el tiempo entran y salen grupos. Por los adultos no hay que preocuparse mucho porque saben lo que quieren: al adulto que nunca le ha interesado la cultura, difícilmente lo vamos a seducir para que visite un museo, mientras que al que siempre le gustó va a querer ir a una exposición, y no solo una, sino varias veces al año. Pero con los jóvenes la tarea es más compleja.

¿Por qué?

El Museo Nacional tiene una tradición bastante académica, toda la base investigativa desde las curadurías es muy sólida. Entonces es probable que algunos públicos perciban que las exposiciones son muy académicas y quizás herméticas. Por eso una de mis obsesiones, desde que asumí el cargo, fue encontrar la manera de romper un poco eso, sin dejar de tener el rigor de siempre, ni dejar de cumplir con la responsabilidad de contar con inteligencia nuestra historia de nación, los muchos relatos de país que hay. Tenemos que lograr que esos relatos puedan converger en el Museo Nacional. Yo creo que el hecho de que el museo conserve el rigor y la seriedad no tiene por qué competir con la posibilidad de que también sea divertido y atractivo para los jóvenes, que son un público fundamental para la vida cultural de las ciudades.

¿Cómo empezó su interés por el arte?

Mi mamá tuvo mucho que ver. Ella estudió artes plásticas, y siempre ha sido una mujer muy sensible. Escribía muy lindo, era muy buena artista. Sus amigos eran artistas e íbamos a sus casas, pero después de estudiar no se desempeñó en ese campo. Yo tenía una relación cercana con el arte. Desde chiquita me gustaba el dibujo y la pintura.

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Su adolescencia transcurrió en Medellín, ¿cómo vivió allí sus inquietudes culturales de juventud?

Leía mucho en la adolescencia, sobre todo literatura. Me considero una consumidora cultural, y lo fui desde muy joven. Ahora menos porque no me queda tiempo. Iba a todas las obras de teatro que había en Medellín, no me perdía ningún evento del Festival de Poesía. Compraba libros usados en librerías del centro y me gustaba ir a cine. Estudiaba Publicidad y Filosofía al mismo tiempo, y como tenía amigos en Artes Plásticas, iba con ellos a exposiciones y a los salones de arte joven. Hoy en día lamento no ser lo buena lectora que fui. Tengo un hijo de cinco años y cuando no estoy trabajando me dedico mucho a él.

La Medellín de su adolescencia fue una ciudad muy violenta. ¿De qué manera afectó aquel contexto su sensibilidad por la cultura?

Fueron años muy difíciles para mi generación. Lo que vivimos en los años noventa nos marcó; una época, para mí, de tránsito entre el colegio y la universidad. Yo estaba descubriendo un mundo más allá del colegio, y empezando a tener una relación de tú a tú con la ciudad, porque cuando uno entra a la universidad se supone que ya se puede desplazar con mayor libertad. Siempre he dicho que los de mi generación tenemos un rayón en la cabeza del que no somos tan conscientes, porque fue una época muy difícil. Toda mi generación tiene que decir que tuvo un amigo asesinado o un familiar secuestrado. No podíamos salir a ningún lado por los toques de queda. Teníamos que meternos a la casa a las seis de la tarde. Fue la época de la matanza de Oporto,
el bar al que íbamos a rumbear. Yo hubiera podido estar ahí, pero estaba de viaje

¿De qué manera se inserta el Museo Nacional en el ecosistema museístico colombiano?

 Mucha gente no sabe que el Museo Nacional es una dirección del Ministerio de Cultura. No es una entidad con independencia financiera, jurídica y administrativa. Lo que sí tiene es autonomía en el desarrollo de la misión del museo, en el desarrollo de las exposiciones y de la agenda cultural y académica. 

El Ministerio tiene 14 museos, de los cuales cinco están ubicados en Bogotá y nueve en otras regiones. El Museo Nacional está a la cabeza de 13 museos, lo cual no quiere decir que los dirija: cada uno tiene su líder. Por otra lado, hay un sistema de información que permite al Museo Nacional tener alguna relación con los más de 720 museos que hay en el país. En ese sistema de información se han registrado 450 museos. No están todos, porque no se puede asesorar o acompañar a los museos que no se registran formalmente en ese sistema.

Solo el 15 % de la colección del Museo Nacional está expuesta. El resto está en bodegas por falta de espacio en las salas de exhibición. ¿De qué joyas nos estamos perdiendo?

En todos los museos del mundo pasa eso, y esa es una de las razones por las cuales tantas administraciones han querido ampliar el Museo Nacional. Hay muchas joyas guardadas. Por mencionar solo un caso: hay mucha obra de la época del joven Botero. Durante mi gestión abrimos un programa nuevo que se llama La Anfitriona, que consiste en exhibir cada dos meses en el vestíbulo del museo una pieza de la colección que nunca se haya sacado.

¿En qué consiste el proyecto de ampliación y remodelación del Museo Nacional?

Ese es un sueño que lleva muchos años. Todos los directores han querido realizar la ampliación, no solo para abrirle espacio a la colección, sino para tener un programa mucho más poderoso y atender a más gente. Desde que Teresa Cuervo dirigió el museo dijo: “este museo hay que ampliarlo, porque la colección no cabe”. Hay una acción popular para lograr adquirir los dos lotes que llegan hasta la carrera Quinta. Uno le pertenece al Distrito y otro a la Nación. Pero hasta que el colegio y la universidad que funcionan en esos lotes no encuentren otro lugar para trasladarse, el Ministerio no puede hacer nada.

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Hay una pequeña sala en el museo que cuenta la historia del feminismo en Colombia. ¿Era una deuda pendiente de la institución con las mujeres?

No soy feminista en términos de movilización y activismo, pero soy solidaria con la causa feminista. Creo que en estos tiempos todas las mujeres tienen que ser de una u otra forma feministas, porque hay que salir en defensa de las mujeres y entender que el mundo a través de la historia ha sido injusto con ellas. Yo no tolero una injusticia contra la mujer, y si toca envalentonarse y unirse con otras mujeres, pues hay que hacerlo. Como directora del Museo Nacional sí que tuve que ser una feminista. Estoy en pro de la inclusión de un montón de grupos sociales en el relato de nación que tenemos que contar, y que antes no eran incluidos ni siquiera en el Museo Nacional, como es el caso de las mujeres.

Como directora de IDARTES pudo tomarle el pulso al clima cultural bogotano. ¿Cómo ve a Bogotá en términos de oferta cultural?

Esta es una ciudad tremendamente vital. La vida cultural de Bogotá es impresionante. Esta es una de las grandes capitales culturales de América Latina. Hay programación para todos los gustos, de todas las expresiones artísticas.

La pandemia golpeó bastante el sector, porque hubo muchos espacios culturales que no lograron sobrevivir, que tuvieron que cerrar o que apenas se están volviendo a levantar. El mismo día que se inaugura una exposición grande en el Museo Nacional coincide con un evento importantísimo en el Teatro Julio Mario Santo Domingo, y con algo importante en la biblioteca Luis Ángel Arango, o con otra cosa en el sur. Pasan mil cosas igual de importantes un mismo día.

 

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 "No soy feminista en términos de movilización y activismo, pero soy solidaria con la causa feminista, no tolero una injusticia contra la mujer”.

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En sus propias palabras, ¿quién es Juliana Restrepo?

Bueno, primero diría que Juliana Restrepo es la mamá de Manolo y la esposa de Felipe. Hubo un tiempo en el que me gustó mucho estudiar, después me metí a trabajos que me exigían mucho y
dejé el estudio. Me gusta la gente y valoro inmensamente a mis amigos y a la familia, y respeto muchísimo a mi equipo de trabajo. Soy muy sociable y necesito de la gente para vivir. Soy perfeccionista, muy pegada a los detalles. Eso me ha tocado corregirlo, porque a veces cuando uno es muy perfeccionista sufre por bobadas a las que sería mejor no engancharse. Pero he aprendido a flexibilizarme. 
En el colegio era muy buena estudiante y no me permitía fallar ni siquiera un poquito. Con el tiempo aprendí que es válido no ser perfecta académicamente o no lograr algo. Al mismo tiempo,
por contraste, soy una persona de mente abierta. Me gusta innovar, recibir ideas nuevas, hacer cosas que no se han hecho.

 

 

 

Este artículo hace parte de la edición 184 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa en este enlace: https://www.bienestarcolsanitas.com/images/PDF%20ED/Bienestar184-1.pdf

 

*Bienestar Colsanitas. 

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Jorge Pinzón Salas

Fundador y exdirector de la revista Cartel Urbano, ahora es periodista independiente.