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Si usted es de los que piensa que los inteligentes son sólo aquellos que tienen un alto rendimiento en matemáticas, puede que cambie de percepción después de leer este artículo.
ue a principios de la década de los ochenta del siglo pasado cuando el mundo escuchó por primera vez sobre la teoría de las inteligencias múltiples. La planteó Howard Gardner, psicólogo de la Universidad de Harvard, y con ella rompió por completo el paradigma de una inteligencia única, la lógico-matemática. Para Gardner, el ser humano cuenta con varios tipos de inteligencia, para ser exactos, ocho: lingüística, espacial, musical, corporal y cinestésica, intrapersonal, interpersonal, naturalista y, por supuesto, lógico-matemática.
Siguiendo esa misma línea, una década y media más tarde apareció un nuevo y revolucionario concepto, el de inteligencia emocional (IE). Con este, las emociones fueron elevadas al nivel de inteligencia por Daniel Goleman, psicólogo estadounidense y redactor científico del New York Times, quien propuso un modelo basado en cinco elementos clave que serían los componentes de la IE: el autoconocimiento o conciencia emocional, el autocontrol emocional, la automotivación, el reconocimiento de las emociones de los otros y la capacidad de establecer buenas relaciones interpersonales.
Básicamente, lo que Goleman plantea en su teoría es que, en contraposición al desempeño cognitivo y académico, factores como la capacidad de motivarse a uno mismo, de caminar con persistencia hacia una meta y de lograr empatía con los demás determinan en mayor medida el logro de una vida plácida y exitosa. Pero, ¿qué es exactamente lo que implica que una persona sea inteligente emocionalmente?
La inteligencia no solo comprende el coeficiente intelectual de una persona, sino también otros aspectos como la motivación, el optimismo y el manejo adecuado de las emociones”.
Según Juan Ángel Isaac Llanos, psiquiatra de la Universidad del Bosque, la inteligencia emocional está determinada en gran parte por “las habilidades sociales del individuo”. En palabras del especialista, este tipo de inteligencia “no sólo comprende el coeficiente intelectual de la persona, sino también otros aspectos como la motivación, el optimismo y el manejo adecuado de las emociones, tanto en uno mismo como en las relaciones con los demás”.
Lo anterior explica por qué muchas personas, a pesar de contar con un coeficiente intelectual (CI) elevado, pueden llegar a tener menos éxito profesional que otras que con un bajo desempeño cognitivo obtienen mejores oportunidades en los ámbitos laboral y social. El psiquiatra resalta que “tener el coeficiente intelectual alto no es sinónimo de ser el mejor profesional”, porque, básicamente, “las habilidades sociales y emocionales son las responsables de la estabilidad mental y emotiva del individuo”.
En efecto, diversos estudios han demostrado que el CI representa, por mucho, un 20% de los factores que conducen hacia el éxito, mientras el 80% restante depende de otro tipo de factores entre los que se encuentra la inteligencia emocional. Al igual que la inteligencia cognitiva, la cual mide el CI y se determina genéticamente, “la inteligencia emocional puede manifestarse desde una edad temprana, con capacidades heredadas como la escucha, la sociabilización y la empatía”, sostiene Ana Millán Camargo, psiquiatra de la Escuela Colombiana de Psiquiatría.
Si bien la inteligencia emocional está determinada en cierto porcentaje por factores genéticos, lo cierto es que cualquier persona puede empezar a adquirirla una vez se lo proponga. La psiquiatra Millán Camargo afirma que la IE “puede desarrollarse en un ser humano a partir de los estímulos dados por el medio ambiente que lo rodee”. Esto es, el tipo de hogar al que pertenece, la relación consigo mismo y con los demás, el contexto social, el medio educativo, el momento político, la situación económica y la orientación religiosa o espiritual de la persona, entre otros.
¿Cómo se desarrolla la inteligencia emocional?
En un niño se puede lograr el desarrollo y mejoramiento de sus habilidades sociales y de su inteligencia emocional a través de estímulos propicios, dados en el hogar y en la escuela. En este proceso “es vital el contacto con otros seres humanos”, dice la experta de la Escuela Colombiana de Psiquiatría. Por eso “la asistencia a la escuela es tan importante; precisamente, porque la formación interpersonal o social no puede obtenerse a distancia”.
El papel que desempeñan los sistemas educativos en el desarrollo de la inteligencia emocional es fundamental. “Si pretendemos tener adultos exitosos, debemos iniciar lo más temprano posible la implementación de procesos de enseñanza-aprendizaje socioemocional, y no enfocar los esfuerzos únicamente en contenidos técnicos”, sostiene el psiquiatra Isaac Llanos.
Desde la óptica de Pedro Puentes, doctor en Psicología de la Universidad de Maimónides (Buenos Aires, Argentina), para lograr que los niños desarrollen su inteligencia emocional es necesario que los adultos “entiendan que la formación no debe ser primariamente intelectual”, por lo que la inteligencia emocional “debe trabajarse con la misma intensidad y dedicación que se imprime en la inteligencia racional; mantener un buen vínculo afectivo con los padres, la familia y el entorno más próximo favorece en el ser humano el desarrollo de la autonomía y la capacidad de integrarse socialmente”.
Pero el desarrollo de la inteligencia emocional no está reservado para los niños y jóvenes. Una persona adulta también puede fortalecer la inteligencia emocional por medio de “ejercicios de reflexión, de meditación y de toma de conciencia”, señala Luz Marina Rincón, psicóloga de la Universidad Javeriana y magíster en Psicología Clínica de la Universidad Santo Tomás. Según la profesional, la psicología contemporánea recomienda a quienes han trabajado poco o nada en pro del desarrollo de su inteligencia emocional que “realicen ejercicios de autoconocimiento de forma rutinaria. Identificar y conocer cómo y cuáles son nuestras emociones nos va a permitir obtener una respuesta más armoniosa del medio que nos rodea. Para estar en armonía con los otros, primero es necesario estar bien con uno mismo”, puntualiza.
Inteligencia emocional, éxito y felicidad
Como complemento de la inteligencia cognitiva, la emocional influye directamente en la toma de decisiones acertadas y en el desarrollo integral de los seres humanos. “Dado que evidencia un mayor grado de madurez psicológica, la inteligencia emocional permite que las crisis a nivel personal, social y laboral sean enfrentadas de mejor forma y que, de esa manera, la persona sea mucho más funcional”, afirma la psiquiatra Millán Camargo.
La especialista manifiesta que las personas con inteligencia emocional tienen mejores habilidades sociales porque saben “leer” las necesidades afectivas de los otros, para lo cual usan herramientas como la intuición, la escucha empática, la comunicación asertiva y, ante todo, el respeto por los demás.
Independientemente del éxito que tenga una persona en su profesión, si es inteligente en el sentido emocional está en capacidad de desarrollar relaciones más serenas con sus semejantes, lo que redunda en una mejor calidad de vida. Según la psiquiatra, tener inteligencia emocional es algo muy útil, pero ello “no es garantía de la felicidad”, teniendo en cuenta que “habrá épocas de bienestar que puedan enturbiarse por momentos de crisis”.
Según el neuropsicólogo Pedro Puentes, se debe entender el concepto de inteligencia como algo integral, que implique tanto una parte intelectual como otra emocional. “Cuando ambos aspectos funcionan de manera integrada, una persona tiene muchas más probabilidades de ser exitosa”, concluye.
Independientemente del éxito que tenga una persona en su profesión, si es inteligente en el sentido emocional está en capacidad de desarrollar relaciones más serenas con sus semejantes, lo que redunda en una mejor calidad de vida”.
Quizás lo mejor de la inteligencia emocional es que no sólo supone un beneficio para la persona que la posee y la ejercita, sino también para quienes interactúan con ella. “En el transcurso del tiempo se han visto personas que no cuentan con una formación académica destacable o no puntúan alto en los niveles de coeficiente intelectual, pero que, como líderes, logran un desempeño social y organizacional muy bueno”, afirma la psicóloga Luz Marina Rincón, para quien “es fundamental que los seres humanos le den la debida importancia a sus emociones”.
Contrario a teorías anteriores, la de inteligencia emocional propuso un modelo en el que se expone la capacidad que tienen las personas para resolver los problemas cotidianos, que son, en esencia, sociales y humanos. Y lo mejor es que la puerta de la educación emocional nunca estará cerrada. Porque, según el propio creador de la teoría, “ni la naturaleza innata, ni la influencia de la temprana infancia constituyen determinantes irreversibles de nuestro destino emocional”.
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