El 2 % de la población mayor de 65 años tiene Alzheimer, y eso convierte esta enfermedad en un problema de salud pública mundial. Aunque todavía es incurable, es posible retrasar su aparición o moderar sus síntomas.
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que destruye progresivamente las neuronas e impide que el sistema nervioso pueda realizar sus funciones con normalidad. La mayor incidencia ocurre en personas mayores de 65 años, pero es un error considerar que este tipo de demencia sea exclusiva de personas en la vejez. Entonces, es indispensable que médicos, pacientes y familiares se preparen para retardar, aminorar y enfrentar sus síntomas, porque hay formas de hacerlo.
Sergio Ramírez, director del departamento de Neurología de la Clínica Colsanitas, dice que lo único que está demostrado científicamente es que las reservas cognitivas compensan los daños que produce el Alzheimer en el cerebro, y con eso disminuye la velocidad con que avanzan las manifestaciones de la enfermedad: “No se cura, pero se puede vivir más tiempo con calidad. Esa es suficiente razón para preocuparnos por educar a la población en general sobre lo que es la enfermedad, a los médicos para que hagan un diagnóstico temprano y a los familiares para que superen la vergüenza y dejen de normalizar los síntomas que evidencian los pacientes. No podemos hacer mucho si no vienen a nosotros”, enfatiza.
El especialista explica que las reservas cognitivas se almacenan en los neurotransmisores, que son las conexiones que garantizan el adecuado funcionamiento del cerebro. Mientras más se tienen, mayor es la posibilidad de retrasar síntomas propios del Alzheimer, como la pérdida de memoria, la desorientación, la dificultad para comunicarse, los cambios en la personalidad y los problemas de atención y orientación. Por eso, estimular a la población adulta para que aumente sus reservas cognitivas a través del aprendizaje constante es una forma de prevención. Se trata de mantener “fresco” y activo el cerebro mediante el aprendizaje permanente de oficios, habilidades, artes o idiomas.
En una conferencia ofrecida a finales de 2018, el neurólogo español Pablo Martínez Lange, experto en demencia, explica que el Alzheimer tiene tres etapas. La primera se llama preclínica, en la que el paciente no presenta ningún síntoma, pero su cerebro ya ha empezado a destruirse por las llamadas basuras proteicas (amiloides y proteína tau). En la segunda etapa hay un deterioro leve cognitivo sin que la persona aún tenga demencia, es decir, presenta episodios de desorientación o falta de memoria ocasional, pero es independiente y autónomo. Y la tercera fase, en la que el enfermo ha perdido las capacidades para valerse por sí mismo.
“En las fases más leves de la enfermedad de Alzheimer es cuando se tienen más dudas sobre la posibilidad de su existencia, pero también es el mejor momento para aminorar su progreso. Ahí es cuando un equipo médico comprometido tiene mucha importancia. El profesional lo primero que hace es descartar enfermedades sistémicas (como Parkinson, tumores malignos o hipertensión) porque hay 69 patologías que pueden causar demencia, entre 60 % y 70 % es por Alzheimer. Y cumplido ese paso, puede recomendar el apoyo de un equipo de especialistas que hagan seguimiento a las señales de alerta que manifiesta el paciente. El resultado puede ser un diagnóstico temprano. Si conseguimos retrasar cinco años el inicio de los síntomas de Alzheimer reduciremos a la mitad el número de pacientes en el mundo”, destaca Martínez Lange.
Adicionalmente, el especialista español dice que conocer el diagnóstico es lo que permite recurrir a las terapias no farmacológicas, la estimulación cognitiva, los medicamentos para atacar los síntomas relacionados con la conducta (como depresión y ansiedad), las actividades físicas y la capacitación para la familia.
El Alzheimer en la familia
Claudia Varón, presidenta de la Fundación Acción Familiar Alzheimer Colombia, opina que en los últimos diez años ha cambiado incipientemente el panorama frente a la forma como el bogotano asume algún caso de Alzheimer en la familia. Dice que cada vez hay mayor preocupación de las personas por buscar ayuda cuando perciben señales de alarma, y más médicos dispuestos a hacer seguimiento a pacientes que muestran síntomas de la enfermedad.
“Sin embargo, hay que reconocer que el entorno no está preparado para acompañar al paciente con Alzheimer. Es más difícil aún cuando se cuida a una persona con manifestaciones de la enfermedad sin entender lo que le está pasando, porque se le atribuyen los olvidos y la desorientación a la falta de concentración y de voluntad, se le regaña y se le avergüenza en público, por desconocimiento. En cambio, un cuidador informado seguramente será más solidario, pertinente, proactivo y buscará alternativas farmacológicas y terapéuticas para mejorar la funcionalidad de su ser querido”, reflexiona Varón.
Además, la presidenta de esta fundación —que atiende actualmente a unas mil personas— apunta que también hay que hacer esfuerzos por aprovechar la lucidez de esos individuos con Alzheimer antes de que la enfermedad llegue a sus fases más críticas. Siendo conscientes de lo que sigue, la familia se vuelve más cercana y preocupada por proveerles a los pacientes momentos de felicidad que todos disfrutarán.
“Los adultos mayores son fuentes de información muy valiosa, y la memoria del pasado es lo último que se pierde. Entonces, resguardar ese legado es parte de lo que podemos hacer si pedimos ayuda en cuanto sospechamos la presencia de la enfermedad o si sabemos que tenemos riesgo hereditario de padecerla”, advierte Varón.
Con respecto a lo que se puede hacer en el país para contribuir con la prevención del Alzheimer, Claudia Varón considera que hay que profundizar en las campañas informativas dirigidas a personas de todos los estratos sociales, así como fortalecer las redes de información para educar sobre la enfermedad a líderes comunitarios, universitarios y políticos. En este sentido, el especialista Sergio Ramírez, de Colsanitas, dice que la comunidad científica tiene un importante papel en la estrategia de reducción o retraso de los síntomas de Alzheimer, y para ello son muy útiles los congresos, las publicaciones especializadas, la documentación de casos clínicos y las cátedras universitarias que formen en esta materia al personal sanitario.
Más voces autorizadas
Francisco Javier Lopera es el director del Grupo de Neurociencias de la Universidad de Antioquia. Lleva más de 30 años estudiando el Alzheimer, y desde hace más de seis realiza un estudio de prevención de la enfermedad con 252 personas sanas con alto riesgo de padecerla debido a condiciones hereditarias. Con fármacos, el doctor Lopera pretende combatir la producción de las basuras que destruyen el cerebro de forma silenciosa, identificadas como amiloides y proteína tau. La investigación es realizada con familias provenientes del departamento de Antioquia, y los efectos de la medicación indicada se conocerán este año. “Si los resultados son los que esperamos, significará que hemos hallado un tratamiento efectivo para la prevención del Alzheimer”, ha dicho Lopera.
Con la autoridad que le conceden tres décadas dedicadas a investigar la enfermedad, Lopera habla de seis pilares fundamentales para prevenir el Alzheimer: alimentarse de forma saludable, tener actividad física a diario, ser muy activo intelectualmente, cultivar buenas y abundantes relaciones personales, tener actividad emocional constante, dormir bien y reducir el estrés. “Ese estilo de vida no solo ayuda a prevenir ésta sino muchas enfermedades”, declaró.
En su Plan de acción mundial sobre la respuesta de salud pública a la demencia, 2017-2025, la Organización Mundial de la Salud recomienda implementar estrategias para educar y atender a pacientes con demencia y a sus cuidadores, reducir los riesgos asociados a la enfermedad, facilitar el diagnóstico temprano, el tratamiento y la atención, tener un sistema de información sobre la demencia y, finalmente, promover la investigación y la innovación para que se dupliquen, en ese período de tiempo, los esfuerzos por hallar la prevención o la cura de algunos tipos de demencia, entre estos el Alzheimer.
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