Los síntomas de la depresión en jóvenes no siempre son los mismos que experimentan los adultos. Por eso es importante conocer cómo se manifiesta la enfermedad en esta etapa de la vida y buscar con prontitud la ayuda de un profesional.
El encuentro por casualidad de un mensaje en el celular de su hijo de 13 años con la frase “me quiero morir”, acompañada de la foto de una pierna con pequeñas cortadas, produjeron en Ana María uno de sus dolores más profundos: su hijo se estaba haciendo daño y tenía pensamientos suicidas.
Quería llenarlo de preguntas, acceder a la mente del ser que más ama, pero sabía que no era el momento y que tal vez ella no era la persona indicada para manejar la situación. Quizás lo mejor era buscar a un experto. Después de varias conversaciones, llevó a su hijo donde un psiquiatra y este le diagnosticó depresión.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, OMS, “la depresión es una enfermedad que se caracteriza por una tristeza persistente y por la pérdida del interés en las actividades con las que normalmente se disfruta, así como por la incapacidad para llevar a cabo las actividades cotidianas, durante al menos dos semanas”.
Algunos de los síntomas más comunes de la depresión son pérdida de energía, cambios en el apetito, necesidad de dormir más o menos de lo normal, ansiedad, disminución de la concentración, indecisión, inquietud, sentimiento de inutilidad, culpabilidad o desesperanza. También pensamientos de autolesión o suicidio.
Lina Ruiz, psiquiatra de niños y adolescentes adscrita a Colsanitas, explica que “la depresión es un estado mental y de ánimo de insatisfacción, tristeza que hace que la persona pierda funcionalidad, causado por factores biológicos, hereditarios, estresores cotidianos o eventos traumáticos”.
El profesional que atendió al hijo de Ana María le recomendó un tratamiento combinado de antidepresivos y psicoterapia que podría durar de seis meses a un año, según evolucionara, y les explicó a los dos que el efecto de los medicamentos tardaría unas cuatro o cinco semanas en notarse.
Los pacientes pueden tener depresiones leves, moderadas o severas, y los profesionales de la salud mental deciden qué se debe hacer en cada caso. Según Ruiz, no en todos los casos es necesario el uso de antidepresivos.
José Posada Villa, médico psiquiatra, explica que si a la persona con depresión se le atiende solo con psicoterapia, mejora el 47 por ciento; si se trata solo con farmacoterapia, mejora alrededor del 49 por ciento; en cambio, cuando se suman las dos, las probabilidades de mejoría aumentan a un 70, 80 por ciento, porcentaje que en su concepto es una muy buena respuesta.
En los adolescentes la depresión se manifiesta con síntomas diferentes a los de los adultos, y por eso es factible que cuando se presentan, los padres piensen que se trata de problemas relacionados con la edad.
Ana María conocía perfectamente el tratamiento pues ella también había pasado por una depresión y sabía cómo se manifestaba, por eso no se perdonaba a sí misma no haber reconocido a tiempo los síntomas de esta enfermedad que la había atrapado a ella años atrás y ahora estaba afectando a su hijo. Había visto al adolescente muy irritable y malgeniado, poco tolerante, también un poco rebelde, pero no lo había notado triste ni melancólico, y sus hábitos alimenticios no habían cambiado. En el colegio no había sido nunca un buen estudiante, así que su desempeño escolar no medía realmente sus estados de ánimo. Por todo esto, Ana María había pensado que los cambios de su hijo se debían más a la adolescencia misma que a una enfermedad.
El doctor José Posada explica que en los adolescentes la depresión se manifiesta con síntomas diferentes a los de los adultos, y por eso es factible que cuando se presentan, los padres piensen que se trata de problemas relacionados con la edad. “Estamos acostumbrados a que la adolescencia es un periodo problemático, donde los muchachos se vuelven conflictivos, necios, y no necesariamente es así, es muy posible que en muchos casos esos cambios emocionales se deban a que el muchacho está entrando en un estado depresivo y que la forma que encuentra para manifestar su molestia es a través de estos comportamientos”. Aclara que, además, en los adolescentes la depresión viene acompañada de síntomas físicos como dolores de cabeza, dolores de estómago, en las articulaciones y cansancio, a los cuales es importante prestarles atención.
Ana María sufrió mucho con las autolesiones de su hijo. No eran unas cortadas profundas, eran muy leves, pero no por eso menos dolorosas. Él le había quitado la cuchilla a su tajalápiz y se había herido en las piernas, un lugar de su cuerpo que podía ocultar. Ella no quiso preguntarle mucho a su hijo por el tema, tal vez porque no se sentía lista para las respuestas o porque no sabía cómo abordarlo. En el fondo sabía por su propia experiencia todo lo que sentía su hijo, y con eso era suficiente. Sin proponérselo, su comportamiento resultó muy útil, porque, como explica Posada, cuando un joven se aísla o se encuentra en depresión no es prudente bombardearlo con preguntas, porque entonces se encierra más en sí mismo. Lo importante es dejarle claro que cuando desee hablar, el adulto estará allí para escucharlo sin juicios, sin críticas, sin regaños. Esa es la actitud adecuada para permitir la verdadera expresión de sentimientos y la comunicación de sus ideas. Los padres deben dejarle claro al muchacho que ellos lo aman, que él es importante para ellos y que estarán allí para cuando los necesite.
Posada explica que un padre o un profesor pueden detectar a tiempo la depresión de un muchacho si saben escuchar. “No es tanto de preguntar y escarbar en el muchacho: lo más importante es saber escuchar, saber detectar sus señales”. Hay dos elementos fundamentales: primero la empatía, la capacidad de meterse en los zapatos del otro; en la medida en que el adulto sea empático, le será posible entender al adolescente y detectar estos síntomas. El otro elemento es la catarsis, permitirle la expresión libre sin juicios, sin críticas ni regaños. “En la medida en que se genere una confianza adecuada y que el muchacho pueda expresar lo que se está sintiendo y pensando, la mayoría de personas adultas estamos en capacidad de detectar que a ese muchacho le pasa algo”.
En cuanto a las heridas en el cuerpo, Lina Ruiz explica que muchas veces en estas edades las personas no logran verbalizar y expresar adecuadamente sus emociones, por eso se manifiestan en síntomas físicos como los mencionados y en actos como las autolesiones. “No todas las autoagresiones tienen un fin suicida, pero de todas maneras es un chico que está en riesgo”, afirma la doctora.
Ana María también se sentía culpable porque creía que había dejado solo a su hijo, que le había permitido permanecer demasiado tiempo navegando en el computador. Consideraba que ella y su esposo habían sido causantes del sufrimiento de su hijo, de su enfermedad.
“No se trata de buscar culpables sino de buscar soluciones”, explica Posada, porque son múltiples los factores de riesgo para la depresión. De acuerdo con el especialista, el factor genético tiene un peso del 28 por ciento; el ambiente, del 19 por ciento; los estilos de vida, del 42 por ciento. “Si la persona tiene clara esta multifactorial puede entender que todos debemos ponernos al cuidado del muchacho”, afirma.
Ana María esperó a que los antidepresivos comenzaran a hacer efecto, no dejó solo a su hijo en ningún momento por miedo a un intento de suicidio y se dedicó a acompañarlo y a llevarlo cada 15 días al psiquiatra para los controles. “El riesgo de suicidio es variable, pero no quiere decir que por tener depresión no debe estar solo nunca. Eso sí: si está con ideas de suicidio activas es bueno tenerlo bajo supervisión”, afirma Ruiz. Posada, por su parte, explica que la depresión mayor aumenta en 20 veces la probabilidad de riesgo de suicidio.
En medio de su dolor, Ana María agradece haberse dado cuenta de la depresión
de su hijo para evitar una tragedia. También se siente tranquila porque gracias a haberla padecido ella misma, aceptó que su hijo tenía una enfermedad mental y buscó a un psiquiatra sin temor y sin prejuicios. Cuatro meses después de iniciado el tratamiento el hijo de Ana María comenzó a ser el siempre; después de un año dejó los antidepresivos y recuperó su vida. Como dice Lina Ruiz, “es bueno que los padres sepan que la depresión tiene tratamiento, y que la gente se mejora”.
A consultar
Lina Ruiz, psiquiatra de niños y adolescentes adscrita a Colsanitas, explica que los padres deben estar atentos a los siguientes síntomas y recomienda que, ante cualquier duda, lo mejor es consultar con un profesional de la salud mental.
- Cambios en los estados de ánimo.
- Aislamiento.
- Irritabilidad.
- Conversaciones sobre la muerte o sobre suicidio, frases como “todo estaría mejor si yo no estuviera”.
- Bajo rendimiento académico, problemas con el estudio o problemas de disciplina en el colegio que antes no se habían reportado.
- Dolores de estómago, de cabeza, desmayos, síntomas físicos que después de estudios médicos no encuentran explicación.
- Dormir mal o dormir mucho.
- Pérdida del apetito.
- Cambios abruptos en los comportamientos.
- Intolerancia.
- Autolesiones.
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